Que nadie malinterprete lo que van a leer
a continuación: ni una sola objeción a la propuesta de Caballas para que la
Plaza de la Manzana del Revellín lleve, desde fechas próximas, el nombre de
Nelson Mandela. El ejemplo de este hombre debe trascender –ya lo ha hecho- su
propia vida y país, y no parece mal honrar la memoria de uno de los grandes
líderes mundiales de todos los tiempos en tiempos en los que, quizá con la
excepción de Obama o el Papa Francisco, andamos escasitos de ellos. En Europa
Hollande, Cameron, Rajoy o Enrico Leta presiden sus países, si, pero más que
líderes parecen encargados de la planta de caballeros de unos grandes
almacenes. La figura de Madiba, en tiempos en los que todo parece fracturarse,
puede ser evocadora no sólo en los suburbios de Ciudad del Cabo, Pretoria y
Johannesburgo, sino en cualquier parte del mundo.
Pero me gustaría, precisamente por esos
valores de nobleza y generosidad, sugerir modestamente dos nombres al siempre
complicado debate del callejero. Uno de ellos nació en Ceuta y el otro a miles
de kilómetros de distancia, pero si somos personas amantes de la democracia y
la dignidad encontramos muchos lazos de unión entre ambas figuras. Por
diferentes motivos, ahora verán, son figuras de cierta vigencia en estos
tiempos.
Años después de que muriera en las
cercanías de la Iglesia de Los Remedios Agustina de Aragón, nació en ese mismo
edificio Antonio Escobar Huertas. Perteneciente a una familia militar, era muy
de derechas y muy católico, de los de misa diaria. Un 18 de julio de 1936, le
llegan noticias de la sublevación en la tierra que le vio nacer. Escobar estaba
al mando de la Guardia Civil en Barcelona y mandó formar a todos los efectivos
disponibles para recorrer la Via Laietana, que conecta el puerto con el corazón
de la Ciudad Condal. Ahí mando llamar al presidente Lluis Companys, que muerto
de miedo y sudoroso recibió al mando de la Benemérita. Supongo que Companys
estaba preparado para todo menos para aquel guardia se le cuadrara con un “A
sus órdenes, señor presidente”. Escobar, que ideológicamente se parecía tanto a
Companys como un gato a un piano, prefirió seguir adelante con su
código militar y permanecer fiel al mando al que debía obedecer. Años más
tarde, ambos compartirían destino: los dos únicos fusilados en el castillo de
Montjuich por orden del general Franco. Escobar, irónicamente, con
honores y pidiendo que no hubiera rencor sino perdón cristiano para aquellos
que le quitaban la vida. Supongo que al Bello Artur no le han contado, o quizá
no quiera recordar, esta historia. Pero ese es un capítulo que aún está por
escribir.
Antonio Escobar
El otro, probablemente, no sabría situar
Ceuta en el mapa. Pero gracias a el salvaron su vida ceutíes como Antonia
Castillo –primera mujer médico colegiada tanto en la Ciudad Autónoma como en la
provincia de Burgos- o su esposo, el catedrático Luis Abad Carretero. Posiblemente también Manuel Martínez Pedroso, diputado en Cortes en el momento de
la guerra incivil y que siguió ejerciendo como tal en el exilio. Se llamaba
Lázaro Cárdenas Del Río, fue presidente de Méjico y nadie como el contribuyó
tanto a salvar la vida de tantos y tantos españoles que tuvieron que huir de su
país por ser republicanos o haber sido señalados como tales. Mandó enterrar a
Azaña envuelto en la bandera mejicana, para que el entierro de un Jefe de
Estado tuviera tal dignidad ante la negativa de la Francia de Vichy a hacerlo
envuelto en la bandera republicana.
Mandela, por supuesto, pero por el ejemplo de uno y la deuda moral que siempre tendrá este país con Méjico por el excelente trato dado a ciudadanos españoles -independientemente de su ideología-, en la próxima lista de nombres para calles de Ceuta podría incluirse, ¿qué se yo?, la Avenida del General Escobar o la calle de Lázaro Cárdenas.
Mandela, por supuesto, pero por el ejemplo de uno y la deuda moral que siempre tendrá este país con Méjico por el excelente trato dado a ciudadanos españoles -independientemente de su ideología-, en la próxima lista de nombres para calles de Ceuta podría incluirse, ¿qué se yo?, la Avenida del General Escobar o la calle de Lázaro Cárdenas.