lunes, 21 de noviembre de 2016

El espejo de España

Tan a fuego se nos grabó aquello de que Europa empezaba en los Pirineos que por toda brújula siempre hemos entendido el Norte. Sin embargo, la historia nos demuestra que España tiene una referencia más cercana y con más paralelismo con nuestro país.
Nuestros imperios fueron en otros tiempos repeticiones de los suyos, que tampoco vieron ponerse el sol; ambos son los dos países europeos con más historia católica. Y también pasaron antes nuestros miedos actuales: hace más de dos décadas que se acostumbraron a votar con cada cambio de estación o a que ningún Gobierno les durase más de seis meses. También hace dos décadas un juez valiente, llamado Antonio Di Pietro, empezó a indagar en las alcantarillas del poder hasta el punto de que sus partidos políticos tradicionales acabaron diluyéndose entre el insoportable hedor a corrupción y el auge de populismos de toda ideología. Por cierto, que Di Pietro pagó con una controvertida salida de la magistratura su osadía y acabó en política con más pena que gloria. ¿Les suena, verdad?.
Ellos sufrieron el terrorismo antes y con más virulencia que nosotros. Un terrorismo cercano al marxismo en lo teóricamente ideológico. Y un terrorismo que perdió el apoyo popular, enfilando el camino de su desaparición, con un crimen con cuenta atrás. Aldo Moro, el hombre con la extraña virtud de tocarle las narices a demasiada gente al mismo tiempo, aparecía en pleno centro de Roma tras un agónico secuestro con el chantaje como fondo. Fue veinte años antes de que el corazón de España se helase cuando a un anónimo contable llamado Miguel Ángel Blanco le dieron 48 horas de vida. Mario Moretti, autor material del crimen del ex premier, vive hoy una placentera vida como ingeniero informático en algún lugar de Milán. Jamás mostró arrepentimiento. ¿También les suena, verdad?. Nosotros creamos la Santa Garduña; ellos la perfeccionaron con la mafia. Rivalizamos en aceite de oliva y picardía. Nuestro único mundial de fútbol viene, además, precedido del último de su gloriosa historia balompédica.
Nuestra referencia, el anverso de nuestra moneda, el espejo en el que la historia nos obliga a mirarnos es Italia. Cuyo primer ministro actual, Mateo Renzi, se encuentra sin moneda propia, con el riesgo de que no quede ni un sólo banco de capital nacional -lo que significa, en la práctica, ser un protectorado de Berlín- y plantea un arriesgado referéndum que puede socavar aún más los endebles cimientos de la otrora orgullosa Europa. ¿De verdad alguien cree que nuestras referencias históricas comienzan en Port Bou?.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

¿Quo vadis, Europa?

La victoria de 'Trump the man' en las presidenciales de los Estados Unidos no debe considerarse como un problema sino como un síntoma. Suscribo una frase del maestro Iñaki Gabilondo, que nos da la razón a quienes íntimamente pensamos desde hace años que en ocasiones como la que nos ocupa el problema no es lamentarse por el qué, sino preguntarse por qué. 
El caso es que el triunfo del multimillonario norteamericano no supone nada a lo que los Estados Unidos no estén acostumbrados. Desde el final de la II Guerra Mundial, la alternancia republicanos/demócratas  en periodos de ocho años solo se ha roto en la reelección fallida de Carter y con Bush padre recogiendo los frutos del Reaganomics en 1988. Y el sistema de renovación de cámaras permite ejercer un contrapoder a las funciones presidenciales que puede, en un par de años, frenar en parte el ala más salvaje del Partido Republicano.
Nacen dos ejes que, lejos de hacerse contrapoder, pueden tejer una alianza: Washington y Moscú, por mor de las complicadas y parejas personalidades de sus dos líderes. Que, encima, no se han andado por las ramas a la hora de declararse su pública admiración. Ambos son países muy parejos: reservas energéticas, ejércitos poderosos, economías amenazadas por la pujanza china y un mundo por repartir con el Pacífico como terreno de juego. ¿Por qué no ser amigos?, cantaba Dani Martín. 
Con la victoria de Trump, lo que se tambalea es el andamio fundamental de occidente en los últimos años. No es una casualidad que Hillary Clinton fuera vista como parte del establishment -casta en castellano-, y que Trump aprovechase ese agotamiento para ofrecerse como un soplo de aire nuevo ante el tedioso continuismo que ofrecía la ex primera dama.
Y no es casual el momento. El Brexit, el auge de los movimientos nacionalistas en Alemania o Hungría, la sensación de alejamiento entre las clases trabajadoras y una dirigencia comunitaria cada vez más enferma de mediocridad. Y la izquierda comunitaria está en estado terminal.
De todos los países con relativo peso en Bruselas, solo tres tienen gobiernos de izquierda. En Francia y Grecia, la contestación social a las reformas laborales o de pensiones han sido contundentes. En Italia, la crisis financiera amenaza con dejar al país trasalpino sin un solo banco de capital nacional. Lo que deja, en la práctica, a Renzi como plenipotenciario de Berlín más que como primer ministro. 
Y sin embargo, la misma izquierda que contesta en las calles como nunca antes tiene cada vez menos representación parlamentaria. En España, sin ir más lejos, mientras las clases medias han sufrido como nunca antes en la Democracia, Rajoy aumenta sus réditos electorales. Las diferencias salariales se acrecientan con una Troika complacida de hacerse el harakiri a golpe de austeridad. 
¿Por?. Trump hace un discurso antiglobalización, proteccionista, de unidad. El mismo que Le Pen en Francia o Farage en Reino Unido. Si: la extrema derecha y el populismo han secuestrado las consignas de la izquierda, aunque ello vaya a suponer dejarnos por el camino el bienestar social que había sido marchamo europeo. El problema, pues, no es de Estados Unidos. Es de un Viejo Continente incapaz de reaccionar con decencia ante crisis migratorias, ausencia de políticas energéticas propias o falta de oportunidades laborales. Es de una Europa que, en un tiempo, fue una buena idea y ahora camina a ser un gigantesco parque temático.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Ni el fondo ni las formas

Pedro Sánchez es audaz, pero le falta el punto justo de retorcimiento necesario para la política de altura. De ahí que, tras concatenar los peores resultados electorales de la historia del PSOE, tal vez debió optar por la abstención o por una serie de condiciones hechas públicas al día después del último triunfo de los populares. El "no es no" hubiera tenido sentido solo después de un eventual rechazo de Rajoy a requisitos tales como la derogación de la Ley Wert, la subida del salario mínimo interprofesional o una reforma constitucional en la línea del federalismo. Incluso dar libertad de voto en la abstención: la única manera de satisfacer a todas las partes, consolidarse como líder del partido y obligar a retratarse a los díscolos en San Jerónimo
De ahí que parezca lógica su salida, más tras las purgas de Madrid y Galicia contra adversarios internos. Le hemos visto desbordado y errático, con demasiadas prisas por ser presidente del Gobierno ignorando que aún es joven y que tiene margen de maniobra por delante.
Ahora bien: Sánchez fue elegido por la militancia, y solo el o la militancia debe poner el final a su tiempo como secretario general del PSOE. La imagen de 17 miembros de su Ejecutiva dimitiendo horas después de que Felipe González dijera sentirse engañado por su enésimo delfín, la presentación tejeriana de Verónica Pérez y la felicidad indisimulada como nexo en las caras de Susana Díaz o Soraya Sáenz de Santamaría tampoco dejan en muy buen lugar a sus detractores. De estos, solo uno -Eduardo Madina- puede presentarse con cierta legitimidad para relevar a quien le venciera en 2014. La imagen de conspiranoica, de troyano genovés puede erosionar a una presidenta de la Junta que solo optará al cargo si lo tiene garantizado. ¿Qué pasaría si, en una confrontación abierta a las bases, Díaz saliese derrotada ante Sánchez?. La trianera no quiere vencer a otra candidatura, sino entrar en loor de multitudes sin desgaste como De Gaulle en París.
Y al fondo, Felipe González. Un ex presidente del Gobierno, casi octogenario, que anda muy lejos del papel de abuelo sabio y hombre de consenso. Más que a Ramón Rubial, el antaño Isidoro recuerda a Osvaldo Altobello. Lo malo de los auténticos jarrones chinos es que nadie sabe donde colocarlos. Lo bueno es que permanecen en silencio. 

lunes, 29 de agosto de 2016

Doping

Jean Francois Bernard recibió una llamada aquella noche en su habitación. La misión era doble: encontrar un dentista a las tantas de la madrugada capaz de hacer un trabajo para un paciente importante y hacerlo de modo discreto. El francés tiró de contactos y el "VIP" pudo sentarse en la mesa del dentista. Con una excepción: el empaste había que hacerlo al natural puesto que cualquier anestesia daría positivo. El VIP se llama Miguel Induráin.
El ciclismo está en duda desde hace años. Gracias a un tramposo llamado Lance Armstrong y a un puñado de "Mengueles" de carretera que no dudaron en desafiar las leyes más elementales de la ética deportiva, sino también del respeto a la vida ajena. Me parecen demasiadas casualidades algunas muertes de figuras del ciclismo poco después de dejar la competición. Sobredosis, cánceres hepáticos o tendencias suicidas engrosan el palmarés más negro del deporte de las dos ruedas.
Hace algunos años, un ya ex ciclista me respondía con sorna que no existían anabolizantes en su deporte: que para subir el Tourmalet bastaba con una manzana y un botellín de agua. Les hemos machacado con nuestra doble moral, pero no desechamos la posibilidad de sentarnos delante del televisor a ver a hombres a bordo del desmayo subiendo curvas complicadas incluso para la moto o el coche. Nos quejamos de que se "dopan", pero que nadie nos quite nuestra siesta veraniega.
Las organizaciones sobre las que se sustentan las tres grandes vueltas se llevan las manos a la cabeza ante cualquier positivo, pero ninguna renuncia a etapas intrascendentes solo porque el alcalde de cualquier pueblo perdido en mitad de ninguna parte pague una millonada para que se vea a lo lejos un campanario con tres cigüeñas en lo alto. Un ciclista siempre está bajo sospecha, pero nadie se plantea que si queremos un deporte verdaderamente limpio igual habría que plantearse etapas de no más de cien kilómetros o grandes vueltas de un par de semanas. Como mucho.
No, no justifico el doping. Maldigo a trileros que no duda(ro)n en manchar el nombre de su deporte con tal de entrar en los anales de la historia. Pero somos demasiado exigentes y alcanzamos la intransigencia ante cualquier señal de "algo raro". Un futbolista se infiltra y es un héroe. Un ciclista lo hace y es un proscrito, cuya vida puede arruinarse. Literalmente.
Ciclistas que en muchas ocasiones se ven obligados a doparse, porque de ese deporte solo comen cuatro y el resto tienen que repartirse algunas migajas a las que solo se tiene derecho en función de resultados. No, no me parece que el ciclismo esté más bajo sospecha que otros deportes de alto nivel. Cuenta algún estudio que subir el Angliru, Mortirolo o Mont Ventoux puede exigir al ser humano un esfuerzo que tiene en el fatigoso vuelo del colibrí su único equivalente en el reino animal. ¿Con una manzana y un botellín de agua?. Reformemos el ciclismo, hagamos carreras más cortas y lentas, garanticemos una supervivencia mínima de sus profesionales una vez colgada la bicicleta y después hablemos. En la siesta babeante y el comentario de barra de bar poca solución se puede hallar. Lo siento, pero a campeones como Induráin -criticado por algunos en este país por no ser capaz de ganar el sexto Tour seguido-, Fausto Coppi o Claudio Chiapucci los tengo en el más alto de mi Olimpo deportivo. Estas críticas las hacemos mientras nos rompemos las vestiduras por un fútbol no ajeno a nandrolonas, papillas u hormonas de todo tipo. Doping; lo hay. Doble moral e hipocresía: en la misma proporción.

lunes, 22 de agosto de 2016

Cáncer y selfies

Entendí que la vida iba en serio cuando tuve que acudir, por primera vez, al funeral de un compañero de colegio. Un chaval excelente, al que una putada llamada cáncer óseo no le permitió ni siquiera cumplir la edad mínima para ejercer el derecho al voto. Años después, desarrollé una suerte de amistad con su padre por estos azares del periodismo. Me contaba emocionado detalles que bailaban la yenka entre los terrenos de la ternura y de la nostalgia infinita de quien sufrió la mayor derrota que puedo imaginar para ser humano alguno.
No era fácil ser disléxico en los ochenta. Hoy, yo mismo hago chistes sobre ese trastorno que me acompaña desde que nací. "Los respetos merecemos un disléxico", suelo comentar. NO habría llegado a escribir separado más de tres palabras seguidas, ni a leer con fluidez de no ser por una de esas personas especiales que, de vez en cuando, se cruzan en nuestra vida. Un auténtico luchador, alguien que me hizo admirar desde entonces la profesión de psicologo. Alguien cuyo fallecimiento me comunicaron en días pasados tras décadas de una lucha sin cuartel contra el cáncer linfático.
Derramé las lágrimas mas amargas de mi vida por alguna amiga que contaba chistes hasta la última vez que hablé con ella. Todos sabíamos que se moría; ella lo intuía pero presiento que, incluso llegando el final, aprovechó para reírse de mi con las bromas de costumbre sobre el tamaño de mi cabeza. En el fondo, entiendo que los que estábamos engañados éramos el resto. O el recuerdo a un entrañable compañero de profesión con el que compartía desayuno en junio del pasado año para acudir a darle el último adiós días después de mi boda. Fulminante. No me olvido tampoco de alguien tan joven como brillante cuya invitación para tomar café decliné. "La próxima vez que nos veamos", respondí apremiado por el reloj en una de esas mañanas en las que hay que hacer demasiadas cosas en muy poco tiempo. Nunca he lamentado tanto rechazar un puto café, ya que apenas semanas después sentí como un cuchillo la bofetada de su marcha. Y tantos y tantos casos de personas derrotadas en la guerra civil de su cuerpo... 
No olvidaré mi última conversación con Paco Antonio González. "Sólo pienso en las patatas guisadas con rayas que me voy a comer mañana". Pongo su nombre en negrita no por razón de su cargo, sino porque en su condición de personaje público rehuyó cualquier mentira piadosa y llamó a su enfermedad por su nombre: cáncer. Como Carmen Cerdeira, antecesora suya en el cargo que en uno de los discursos más arrebatadores que he presenciado nunca se quitó el sombrero que cubría su cabeza rapada. "Ya está bien de que las mujeres tengamos que estar pendientes de nuestra imagen hasta en la enfermedad".
El cáncer no ha salpicado directamente a ningún miembro de mi familia. Pero si he conocido gente que se evaporó como un terrón de azúcar en un vaso de gaseosa. Otros, afortunadamente, viven para contarlo y a otros les deseo toda la fuerza del mundo. Anoche, mientras veía Armstrong Lie mi mujer me preguntó que había sido del farsante tejano. "Espero que ande mendigando", dije. No me duele tanto su dopaje sino haber quebrado como añicos tantas esperanzas en las plantas de oncología de todo el mundo.
La lista de enfermos de cáncer que visibilizaron la enfermedad es interminable. Por citar solo a dos, mencionaré a las dos voces por cuya posesión estaría en condiciones de pactar un año de mi vida. Luciano Pavarotti o Rocío Jurado. Entre tantos otros.
En los últimos días, en redes sociales se ha desatado una campaña de estas con las que queremos demostrar ser más solidarios que nadie. "Diez selfies para visibilizar el cáncer". Selfies en la playa, en el baño, en la barra del bar. Un desafío en toda regla, como ven. 
¿De verdad hace falta esto?. ¿Alguien piensa que va a ayudar a los enfermos de cáncer, a los científicos que luchan contra ese mal por hacerse una foto?, ¿O, como en el caso de los niños con ojos saltones y estómagos hinchados, queremos ser los más molones de la cyberpandi dando de paso rienda suelta a nuestro yo más morboso?
Que nadie me invite a una cadena de estas, por favor. Salvo que aparezcamos todos con un donativo para la Fundación Josep Carreras o el laboratorio de Atanasio Pandiella. Por mencionar solo dos casos. Dios no nos abrirá las puertas del cielo por escribir amén en Facebook y no acabaremos con el hambre ni con la enfermedad por hacernos una foto. Pongámonos, pues, manos a la obra en función de las posibilidades de cada uno. Eso es luchar contra esta enfermedad. El resto, simplemente, postureo del malo. 

lunes, 15 de agosto de 2016

Yo también soy Figueras

No debe ser fácil -vaya por delante- estar en el centro de las negociaciones ¿? para formar Gobierno. Lo complejo de la aritmética parlamentaria, el tiempo apremiando y la sensación de vuelco generacional no debe ayudar. Tampoco la consigna repetida y el continuo canto al sol en el que se convierte cada campaña electoral. Y el vértigo, humano también para los políticos. Dijo alguien que el problema del hombre de Estado era como el del cirujano: el mínimo error debe ser letal.
Partiendo de esa base, la cercanía de unas terceras elecciones parece cada vez más clara. Nadie dice quererlas, pero nadie hace nada por evitarlas. Rajoy aumenta en votos y escaños con respecto a diciembre, sí. Pero pierde casi 50 sillones en comparación con 2011, y me preocupa que su única oferta sea "abstente, por el bien de España". No ha hecho una sola propuesta más allá de vaguedades,  no ha concretado ninguna oferta, no ha dado ningún paso. Incluso, vale esto, para el único listado de condiciones que se le ha presentado, el de Ciudadanos.
Rivera es, objetivamente, el único en estos ocho meses que ha movido ficha para constituir un Gobierno. Es cierto. Ahora, ya puestos a exigir propuestas, he echado en falta guiños para blindar la Educación, la Sanidad, reformar la Constitución -hace falta: sí-, decidir que se hace con el Senado y las Diputaciones o plantear medidas económicas para que España sea un país menos dependiente del crédito y del ladrillo. Rivera parece autoatribuirse un excesivo "Suarizmo", pero me recuerda más al enrevesado Andreotti. "El poder desgasta. Sobre todo a quien no lo tiene", dijo Il Divo.
Pedro Sánchez sigue sin digerir ser el único candidato a la Presidencia de España que jamás superó una sesión de investidura. Su actitud -no, porque no- recuerda más a la del niño que pincha la pelota porque le toca jugar de portero que a la de un hombre de Estado. Cuando no ha caído en la cuenta de que el PSOE tiene aún fuerza suficiente como para condicionar los próximos PGE, arbitrar cualquier reforma de la Carta Magna, o proponer una Ley educativa a 30 años. 
Mientras, Podemos ha perdido esa hiperactividad que les caracterizó en el primer semestre del año. Siguen proponiendo una sopa de siglas tan difícil de aunar como imposible de cohesionar, y esgrimiendo el mesiánico "conmigo, o contra mí". Únanle a eso que los nacionalistas no están dispuestos a bajar del monte, viviendo en su eterna incongruencia: no reconozco la legitimidad del Constitucional, pero acudo a él en cuanto me dejan sin grupo parlamentario. Lo disfrazo de ataque al sentimiento de mi pueblo, pero la razón es más prosaica: tres millones de euros. Da para la gratitud de unos cuantos estómagos, si. 
Esto último no es sólo achacable a los nacionalistas. Hay gente que de profesión es política, en cualquier Ayuntamiento, Mancomunidad o Diputación. Gente que no encontraría trabajo fuera del sistema, pero que no lo busca porque se vive ciertamente bien asesorando sobre deportes, medio ambiente, política internacional o fiestas populares. Sin un solo día cotizado en la Seguridad Social. 
España es un país sin un mínimo discurso nacional, mas allá de las consignas propias. Un país en el que no existe o no se visibiliza una élite intelectual e independiente capaz de ejercer de conciencia colectiva. Un país en el que el enchufismo sigue siendo una aceptable tentación. Hace años, alguien se me quejaba de que había demasiados "in pectore" en determinada oposición. "No aprobaré nunca: tienen un enchufe mayor que el mío", me dijo. Cuando le recordé que no se quejaba del enchufismo, sino de la poca potencia del suyo, pasó de abrazarme cada vez que me veía a saludarme fríamente.
No, no debe ser cosa de ahora. Sigo pensando que este país es mejor de lo que creemos y hay cien mil argumentos para sentirse orgulloso de él. Pero viendo como están las cosas en San Jerónimo, caigo en la cuenta de lo visionario que fue Estanislao Figueras. Que dimitió al grito de "Estoy hasta los cojones de todos nosotros". 

domingo, 14 de agosto de 2016

Entre las sombras

Lo más descacharrante del secuestro y asesinato de Aldo Moro ocurre fuera de Roma. Una sesión de esoterismo, en la que figura como cabecilla principal quien luego acabaría presidiendo el Gobierno de Italia y la Comisión Europea, Romano Prodi. De aquella sesión -sin reflejo en títulos como Buenos días, Noche o  Aldo Moro del sólido Michele Plácido- se sabe que los reunidos salieron con el nombre de Gradoli como lugar en el que la tortuosa cuenta atrás del ex premier tenía lugar. Gradoli, un pueblecito anónimo de la costa italiana, fue tomado por la policía, que no dejó casa por registrar ni alfombra por levantar en la  infructuosa búsqueda del celebérrimo reo. Solo su viuda cayó en la cuenta de que podía ser también el nombre una calle romana. Algo descartado en principio por los investigadores. Curiosamente, ese es el nombre de una vía que, para más INRI, se encuentra situada no muy lejos de la tumba de Nerón.
Prodi aún vive y, que se sepa, está en buen estado de salud. Viendo que no tiene mucha perspectiva política por delante, no estaría de más que cerrara parte del círculo conspiratorio y aclarase si aquel nombre provenía del Más Allá o la farsa era la sesión de espiritismo con la excusa de proteger a algún confidente.
El caso es que el recurso al otro lado, sobre el que nuestra única literatura procede de dogmas de fe, ha sido habitual en los asuntos de Estado. Churchill viajaba con un gato negro en la convicción de que el animal repelería la mala suerte. Durante sus ocho años de Presidencia, el matrimonio Reagan contó con un astrólogo de cabecera. El deshielo con la URSS, el escándalo IranContra o la kafkiana invasión de Granada decidiéndose en los posos del café. Por no hablar del caso más célebre de todos: el de Rasputín, acaso un cantamañanas venido arriba que supo aprovecharse de la debilidad de los zares para ser el personaje más importante de la última  Rusia imperial. 
Por tanto, si los hombres de Estado recurren a tan tribales prácticas, no se le puede pedir menos a la población. Hoy, un artículo de Juan Rada en "El español" recuerda un trauma común de mi generación: el niño pintor de Málaga. Alguien que, simplemente, se esfumó. La desaparición de un chaval reservado, aplicado en los estudios y con unas precoces dotes pictóricas dió lugar a todo un rosario de fábulas y leyendas urbanas. Por no hablar del clásico desfile de mediums consultadas por la policía.
Rubén Blades sostiene que los desaparecidos buscan el agua en los matorrales y vuelven cada vez que alguien los recuerda. Tal vez tengamos que agarrarnos como clavo ardiendo a esa canción o al espíritu de Melquiades en el hogar de los Buendía para convencernos de que hay algo que aún se nos escapa. En el plano divino. En lo humano, la verdad puede ser todavía más dolorosa que la triple y eterna pregunta, que se pretende resolver en estos casos: ¿dónde, quien y, sobre todo, por qué?

domingo, 17 de julio de 2016

Roma: bendito caos

A los alemanes les pasa en el Mediterráneo lo que a los sevillanos en Andalucía: se les aguanta por ser la capital. De ahí que nadie puede extrañarse que, días después de la eliminación española a cargo de Italia en la Eurocopa, españoles e italianos compartamos bandera y desgracia desde el punto fatídico.  Coger un taxi un cuarto de hora antes de un encuentro de la Azzurra y preguntarse como es posible que ningún italiano gane el mundial de F1 desde 1960 forma parte del mismo ejercicio. "Romántico ¿eh?", pregunta nuestro Farina mientras esquiva a ciento y pico -con una mano en el volante y la otra en el móvil- y en línea recta la tercera rotonda del trayecto. Un trayecto que desemboca a la hora del atardecer en el Giannicolo: una hermosa colina en la que conviven la Embajada de España, una iglesia inaugurada por Alfonso XII y el altar a Garibaldi coronando el Trastevere. Un lugar desde el que es posible entender, viendo la vista general, a que se refería Paolo Sorrentino con La Gran Belleza. Una belleza decadente, en  cuya visión se anuncian inmensas cúpulas en contraste con los pisos donde se rodó la dura y casi vigente Ladrón de Bicicletas. 



Lo mejor de Roma, como de cualquier ciudad, es fijarte en los detalles que no vienen en la guía turística. Así, llama la atención el pomposo homenaje de Montevideo "a la cuna de la latinidad" justo en la entrada de la legación española. Mientras, decenas de turistas se agolpan para hacer fotos a los sibaritas habitantes de la colonia gatuna ubicada en los restos arqueológicos junto a  Torre Argentina. Me encuentro un grupo de veinteañeros,  tal vez ignorantes de que en el Largo Arenula donde se retratan a los felinos tuvieron lugar los dos magnicidios más recordados de la historia de Italia. Al final de la calle, algún cachondo decidió completar el círculo rotulando una pequeña plaza con el nombre de Enrico Berlinguer. A no mucha distancia reposa el fundador de uno de los partidos más influyentes de la historia: la Iglesia del Gezú es un continuo peregrinar de miembros de la Compañía de Jesús para venerar los restos de Ignacio de Loyola. Sentarte ahí a tomar un café -si lo pides con hielo, te miran cual sacrílego- es sentir el beso de la historia. 

Los semáforos son como Trajano: se sabe que alguna vez estuvieron en Roma. Cruzar la calle es una auténtica odisea, ya que a duras penas se respetan los escasos pasos de cebra existentes. Apuesto a que el transporte público será lo peor valorado por el COI de cara a los JJ.OO del 2024. El romano, amable y servicial, ve  habitual que tranvía y taxi compartan vía separados por apenas unos pasos. En una ciudad en la que encuentras una necrópolis a la que corres un tabique, solo hay dos líneas de metro. La tercera lleva quince años en construcción: me cuentan que han aparecido no se cuantos enterramientos y cuarteles de la época imperial. Al margen de las mordidas: mi interlocutora me habla de España como un país serio (sic) en asuntos de corrupción. El tranvía cumple con eficiencia además del autobús en el que entrar sin pagar se convierte en algo tan cotidiano como la alergia en primavera. En cuanto a la comida, no le den más vueltas. Carne asada, pizza y pasta (exquisitas) o, directamente, bocadillos de hamburguesa. La mejor sorpresa gastronómica la encuentro en el Bistrot Shabby, justo al principio del Trastevere. Su simpática propietaria, de piel negra con experiencia en Ibiza o Londres, afirma con retranca ser más romana que la Fontana de Trevi. 
Porque Roma, hablando de la celebre fuente es, ante todo, un canto a Stendhal. No es de extrañar que Miguel Ángel tirara el cincel y preguntara a su Moisés cuando pensaba hablar al terminar su obra. Tampoco que el Vaticano sea uno de los lugares más visitados del mundo: creyentes o no, todos abrazan a Rafael, o Miguel Angel como a cualquier relicario. Merece la pena ignorar los treinta y tantos grados para pasear por el Foro o el Coliseo. En Villa Borguese entiendes que la perfección existe viendo los matices de cualquier escultura de Bernini. Hasta el mastodóntico altar de la patria construido por Mussolini tiene cierto encanto. Y es que todo el centro desemboca en esa obra cumbre de la egolatría fascista: quiso hacerla más alta que cualquier iglesia de alrededor y que el vecino Coliseo para mayor gloria suya. Por cierto, que el personaje de marras no dudó en destruir la vía de acceso al Foro para construir una carretera en la que pasara el, imitando la entrada de César en la ciudad. Dos mil años de historia claudicando ante un dictador. Piazza Navona y Panteón de Agripa son lugares llenos de vida, de alegría, cuasi oníricos. 
                                             
Roma. Un caos, bendito caos, en el que uno se sumerge encantado. Y convencido, una vez más, de que la historia de Europa tiene sabor latino. 

miércoles, 29 de junio de 2016

La hora del relevo

Dudaba entre escribir algo sobre el fiasco de la selección española. El periodo vacacional en el que me hallo, con la preceptiva y recomendable desconexión, me invitaba a ello. Y por otra parte, pretendía -pretendo- huir del ventajismo de hablar a toro pasado. Pero, aunque no sea original, Italia cerró el ciclo que comenzaba precisamente hace casi una década contra la Azzurra. No es  perder: no puede considerarse un fracaso que te eche un equipo que luce cuatro estrellas en el pecho. Es la sensación de impotencia, de rendición, de agotamiento físico y mental de los jugadores.
De entrada, habrá que plantearse algunas cuestiones relativas al calendario. En el cuatrienio mágico, ningún equipo español alcanzó la final de la Champions. En los dos últimos fiascos, hemos copado el palmarés europeo a nivel de clubes. ¿Es incompatible una cosa con la otra?. No, pero quizá debiéramos plantearnos empezar la liga en la primera semana de agosto o acabar con el parón navideño. Al menos, en los años de gran competición de selecciones.
De otro lado, se echa de menos a la piedra sobre la que se sostenía el edificio. Carles Puyol. Garra y, sobre todo, mando. Si el "tiki taka" funcionó fue porque auténticos genios como Silva -pagado de si mismo hasta decir basta en esta Euro-, Iniesta, Xavi o Cesc  solo tenían que coger la pelota y moverla. Para barrer, achicar espacios y sudar la camiseta ya estaban el eterno capitán blaugrana o Xabi Alonso. Nadie es eterno, por supuesto, pero por ello no se entiende que jugadores como Koke acaben inéditos el torneo. Y soy muy consciente de que no estaría escribiendo esto si no hubiésemos perdido contra Italia.
Vicente Del Bosque debe irse. Por respeto, principalmente, a si mismo. El Marqués ha dado ya todo lo mejor de si; para siempre quedarán Sudáfrica y Polonia y Ucrania. Acabar siendo un técnico abucheado sería un triste e inmerecido epílogo para una trayectoria jalonada de éxitos y bonhomía. Al margen de una proverbial suerte que, desde hace cuatro años, parece haberle abandonado.
Es quizá la hora de Joaquín Caparrós: hombre que sabe trabajar con los jóvenes y lleva por bandera jugar al "otro fútbol" de contención y espacios pequeños. Tal vez sea el turno de Roberto Martínez: un español casi desconocido en su país, pero que lleva años haciendo cosas interesantes en una Premier que puede aportar el 50% de los jugadores nacionales. O si se busca algo de toque hasta saturar al rival, igual podríamos optar por un español nacido en Argentina llamado Jorge Valdano.  Camacho, Míchel o Jémez son opciones muy respetables, tal vez como las de Luis García Plaza o Manolo Jiménez.  Pero entre que las segundas partes rara vez resultan, y que una cosa es tener el favor de la prensa y otra llevarlo a práctica, me quedo con las tres primeras opciones.
Pese a todo, y por todo, gracias, Selección. Gracias por todo lo disfrutado.

domingo, 26 de junio de 2016

El corredor de fondo

Archiconocida es la crónica que un periódico estadounidense hizo de Lola Flores: "No sabe cantar, no sabe bailar, pero no se la pierda". De Mariano Rajoy puede decirse otro tanto. No comunica, no transmite, pero no tiene rival. La aplicación escrupulosa del método Homer Simpson (si tienes un problema, acuéstate a ver si por la mañana se ha resuelto) se traduce en interesantes réditos electorales para el presidente. Hay que reconocerle, al menos, dos virtudes. Una: la capacidad para poner nervioso a todos sus rivales hasta que estos se inmolan. Sean independentistas catalanes o jóvenes y emergentes líderes. Dos: la paciencia del corredor de fondo.
Ha cosechado los dos peores registros desde la fundación del PP. Sin embargo, su camino está despejado: el PSOE sigue de derrota en derrota hasta la victoria final. Podemos e Izquierda Unida suman, exactamente, los mismos escaños que en diciembre. Y Ciudadanos -tal vez su gran preocupación- se desgasta entre el voto útil y las consecuencias del pacto con el PSOE. Ello nos deja a un Pedro Sánchez sin futuro ni relevo -hasta en el granero andaluz pierden los socialistas- y a una formación morada que ha alcanzado su techo de votos quizá tan rápido como irrumpió en la vida política española. Ahora vendrán las tensiones internas en los otros tres grandes partidos, con excesivas prisas que les han llevado a cometer grandes errores de cálculo. Tengo la impresión de que, como en el tópico rockero, alguien acabará viviendo demasiado deprisa y dejando un hermoso cadáver político encima de la mesa. Mientras, un señor de provincias con el Marca como primera lectura sigue impertérrito. Así está el patio.

miércoles, 15 de junio de 2016

Iniesta no será Balón de Oro

Todo cambió aquella noche de hace diez años. España claudicaba ante una Francia envejecida, pero jerárquica. Sin embargo, de ese Mundial de Alemania, la selección salía con un estilo de juego definido: la pelota por principio, como único recurso y hasta el final. A ese grupo de bajitos virtuosos solo les faltaba creer y un par de golpes de suerte para mandar al cajón de las pesadillas el codazo de Tassotti, la cara vuelta de Míchel o la cantada de Zubizarreta contra Nigeria o el robo de Corea
A aquel Mundial llegaba Xavi Hernández entre algodones. Le llegó el momento de asumir plenos galones a Andrés Iniesta; un chico de pueblo que sacrificó su infancia plácida y anónima en La Mancha para ser jugador del F.C. Barcelona. Poco a poco, aquel jugador pálido y sin carisma empezó a crecer. Fue Stamford Bridge. Fue Johannesburgo. Fue la Eurocopa de 2012. Y tantas lecciones de fútbol.
Del primer pase de la fase de grupos, solo destacan algunos nombres propios. A su pesar, el portero albanés Berisha. El golazo de Payet. La envidiable madurez de Bastian Schweinsteiger. Y el. Andrés Iniesta. El hombre que nunca será Balón de Oro.
Pases medidos hasta el decisivo gol, Tres o cuatro defensas junto a el: si se zafa, es que ha hecho otra genialidad, si no lo hace consigue que España ataque siempre en superioridad. Por no hablar de que asume la responsabilidad de disparar justo cuando el resto recuerda ser alérgico a la pólvora.
Iniesta no será Balón de Oro. No vende camisetas, no tiene página web y le cuesta horrores hacer anuncios. Si España gana la Euro 16, pesará más el doblete de Messi -como si Andrés jugara en el PSV- o el penalti decisivo en la tanda de Milán de Cristiano Ronaldo.  Uno más de la lista que forman Raúl, Xavi, Busquets, Casillas, Steven Gerrard, Paolo Maldini, Oliver Kahn, Andrea Pirlo o Roberto Carlos. La de jugadores marginados por un premio que cada vez es menos de fútbol y más de multinacionales y vedettes. Lo de ser el jugador europeo más decisivo desde Zidane, si eso, para otro día

domingo, 22 de mayo de 2016

Ni del sud, ni del nord

Si Josep Lluís Núñez fuera presidente del Barça, este bético hoy cantaría los goles culés. No tengo ninguna admiración especial por el personaje -antes al contrario-, pero al menos supo mantener al club en la asepsia política. En los valores de transversalidad y universalismo -si del sur o del norte-, de hermandad que consagra el himno.
El F.C. Barcelona ha vivido en los últimos años los mejores momentos de su trayectoria deportiva. Inconmensurable, imperial en lo futbolístico. Indiscutible. Pero ello ha coincidido con unos directivos que han convertido al club culé en una enorme plataforma política, en un cómplice más o menos ambiguo de determinadas tendencias partidistas. No voy a entrar a juzgar esas tendencias: cada cual es mayorcito y con tanto hablar del problema, solo parece que la torpeza del Gobierno pueda ser mayor que la pitada al himno.
Pero el Barça no puede quejarse si cada vez se le identifica más con un ideario que es común a una parte -no al todo- de su masa social. Alguien que hubiera querido mantener al club al margen de cuestiones políticas no hubiera permitido que el Camp Nou acogiese actos deliberadamente independentistas. O ver a los cuatro precandidatos a la presidencia del Barça apoyando el plan de Junts per Si. Una jugada que, esta vez si, une a casi todo el mundo: desde el PP hasta las CUP pasando por el culé de Jerez, Segovia o Melilla. Todos, indirectamente, menospreciados por su propia directiva.
Se que la política es el mal que corroe los palcos. Como en los circos romanos, alianzas y traiciones están a la orden del día en la zona noble de los estadios. En un fútbol en el que mandan más los fondos de inversión que las tácticas de los entrenadores, no quiero obviar tampoco que casualmente las empresas del jeque del Bernabéu construyen allá donde juega o ficha algún crack local. 
Pero si la directiva del Barça se empeña en traicionar sus propios valores, no es mi problema. Partiendo de la base de que un nacionalismo no se combate con otro, durante un par de horas aquí estoy contigo, Sevilla. Como el bolero, solamente una vez.

domingo, 10 de abril de 2016

Volver a Seúl

Por primera vez en cuarenta años, el balonmano masculino español se queda fuera de unos Juegos Olímpicos. De un modo cruel y adosado a esas pesadillas deportivas que parecían desterradas. Por un gol, un penalti, un detalle.... El caso es que los "Hispanos" que hace sólo tres años ganaban el Mundial en Barcelona verán por la televisión la cita en Río 16.
Al cuadro de Manolo Cadenas no hay que afearle nada; simplemente hay que darle las gracias por todo. Nos han hecho vibrar, disfrutar, y nos han malacostumbrado al punto de que damos siempre por hecho que tienen que estar, y además entre los mejores. Hace un par de años me contaban que en la liga ASOBAL hay salarios de 400 euros al mes. El Atlético de Madrid tuvo que cerrar su sección por falta de dinero y el campeonato doméstico se ha convertido en un entrenamiento semanal del F.C. Barcelona. ¿Qué reprochar, pues?.  Ha ocurrido con el balonmano, pero también con la sincro y, si no es por el estado de forma de Guillermo Molina, "Chalo" Echenique y López Pinedo entre otros, hubiera sucedido otro tanto con el waterpolo, que no es ajeno a los impagos. 
La "edad de oro" del deporte español ha caducado. Fueron años en los que sólo nos faltó el Rugby como paraíso que asaltar. Todo comenzó en Barcelona 92; un país que organizase unos Juegos no podía permitirse firmar el ridículo habitual anterior a la fecha. Medallas más por generación espontánea que por preparación y planificación; gente que competía por caudales familiares o generosos mecenas.
Siempre he defendido que de los triunfos deportivos se puede hacer lectura de la situación de un país. Es uno de esos extraños medidores socioeconómicos, como los índices Big Mac o Kalashnikov que no se estudian en Facultades, pero son infalibles. Del mismo modo que cuanto más caros resulten el menú de comida barata o el fusil más famoso del mundo más elevado será el nivel de vida del país donde nos encontremos, cuanto más amplio sea el abanico de triunfo de tus deportistas más competitiva será tu economía.
España lo ganó todo a mediados de la pasada década. Como la crema para mosquitos, era habitual  de julio contar los triunfos en el Tour de Francia; campeonatos de Europa y Mundiales por doquier. Y durante unos meses, dato contrastable, fuimos el único país de la historia en ser campeones continentales y mundiales tanto en fútbol como en baloncesto.
Aquellos años eran los de máximo repunte, también, en la economía. Los años en los que asumimos que "el ladrillo nunca baja". La época en que si te ganabas la vida repartiendo pizza -decente oficio- igual podías costearte un piso con vistas al mar y treinta metros cuadrados de terraza. En la que no salir a veranear fuera de España era síntoma de cutrez y quedarte en tu localidad rozar la indigencia. En la que no había crisis, sino desaceleración del crecimiento y el hambre era exclusiva de los negritos de África.
El ladrillo y la economía se desplomaron. Y cuando los Gasol, Iniesta, Contador, Nadal y compañía se nos antojan humanos e irrepetibles, el deporte español aparece en una situación como la de Seúl 88. Encomendándose a una conjugación de astros para salvar decentemente un medallero. Cómo la sociedad, con lo puesto. Quien tiene patrocinadores, compite. Y quien no, bastante tiene con acudir. Aschwin Wildeboer preparó los JJ.OO de Pekín en una piscina en Sabadell, con una calle para el solo mientras al lado nadaban las señoras de los cursos municipales de iniciación. Dedicó su beca ADO -a la que sólo tenía derecho si alcanzaba el diploma olímpico- a irse a Australia para poder entrenar con un mínimo de profesionalidad.  Michael Phelps se convirtió en el mejor deportista de la historia, entre otras cosas, gracias a disponer de un complejo deportivo reservado para él.
España, pues, vuelve a ser como en Seúl 88. Y si esto ocurre con el deporte, y lo bien que vende la foto con el campeón de moda, no quiero ni pensar que ocurre con la ciencia. Hablar de ello en privado con algunas de las mejores cabezas de este país, les prometo, es echarte a llorar. 

#GraciasHispanos.

sábado, 2 de abril de 2016

Helenio ganó a Johan

Ocurre que, cuando el calendario avanza la gesta, el equipo que la espera acaba mordiendo el polvo. Le ha pasado a Brasil en los dos mundiales que organizó, al Madrid en el Centenariazo o a la Benfica cada vez que ha querido que Bela Guttman yazca en el más profundo de los olvidos. Y hoy al Barça: un equipo que soñaba con una noche mágica de fútbol para homenajear al principal cerebro de su era dorada.
Antes de El Flaco y a la par que el  técnico capaz de macular la hegemonía blanca en el Viejo Continente, el fútbol conoció a su primer entrenador mediático. Se llamaba Helenio Herrera. Al margen de un buen puñado de frases imprescindibles en cualquier anecdotario futbolístico, fue el inventor de un sistema tan poco simpático como eficaz: intensificar en defensa, presionar y aprovechar las ocasiones al contragolpe.
En el homenaje a Johan Cruyff, se impuso Helenio. El Barça calcó alguno de los males de su eterno rival: confiarse al detalle de genialidad de alguna de sus estrellas. Es fácil, ciertamente, cuando alineas a Iniesta y Messi; cuando el centro del campo lo domina Sergio Busquets, la auténtica clave de bóveda de esta máquina perfecta. Pero ocurre que el Barça, precisamente hoy, no se encontró a si mismo. Cómo Nick Carraway en El Gran Gastby, se centró en la lejana luz verde, pero sin percatarse de la niebla alrededor.
Zinedine Zidane, por contra, tuvo su mejor noche desde que se sienta en el banquillo blanco. El francés dirige a un equipo que es la antítesis de su era como futbolista, pero tremendamente eficaz cuando el partido consistió en bailar al filo de la navaja. El triunfo de hoy se presenta como un salvavidas por si las cosas le van mal en el Viejo Continente de cara a una hipotética renovación. Apareció el mejor Pepe -seguro para los suyos, desconcertante para el rival-, Bale supo ser el incordio que debe suponer para cualquier defensa y hasta el ególatra Cristiano Ronaldo se mostró generoso y esforzado. El partido de Marcelo y Carvajal siembra más dudas sobre el fichaje de Danilo y Keylor Navas  se reivindicó como un dignísimo heredero del mejor Casillas.
La expulsión de Sergio Ramos llegó tarde, pero espoleó al Madrid. En el capítulo arbitral, empate: el de Camas debió irse antes a la ducha, pero el gol de Bale fue anulado injustamente.  No hay liga; el Barça es lo suficientemente maduro como para salir de esto reforzado. Pero el Madrid confía, desde hoy, en su peculiar cita con la épica: Europa, que en los últimos años conquista justo cuando peor le van las cosas en el ámbito doméstico. 
Con diez se juega mejor, dijo el padre del Catenaccio. Esa verdad, la del fútbol físico, de lucha en el barro y ratoneo, se impuso en el homenaje a la mayor leyenda del barcelonismo. La épica que, una vez más, se atraganta al mezclarse con el almanaque. 

sábado, 12 de marzo de 2016

Requiem por un barrio

El patio de mi infancia no olía a naranjos, sino a pollo asado del Baviera, que compartía galería con una administración de loterías, una tienda de lencería y un concesionario de automóviles. Cosas de un lugar en el que paisanaje repartía su tiempo entre el Avenida, el California o el Bar Flor; había incluso un Círculo cultural de un  barrio al que subía media Ceuta para comprar y también titularse como mecanógrafo o taquígrafo en El Pilar de Viti entre el bullicio de cualquier joyería, Vaquemar o Novedades. Me fascinaba este último comercio, en el que lo mismo comprabas una manta zamorana que una cinta de La Niña de la Puebla.
Como en Sudamérica, también había rivalidad entre La Chilena y La Argentina; así se llamaban las dos pastelerías entre las que se dividía un núcleo urbano por el que desfilaban como corderos camino del matadero aquellos quintos a los que la vida les había mandado hacer la mili en Regulares 54. Al barrio llegaron también las noticias: primero siendo la sede de aquel corto Diario de Ceuta de la familia Lería y luego la provisional de El Faro de Ceuta en tanto se reformaba la de Sargento Mena.
En Hadú, donde siempre hubo más bingos que losetas, el carnaval rompió el cascarón de la dictadura, justo al lado de donde Nicolás Molina "Nicol's" vendía zapatos de charol, reportajes de boda, fotos autografiadas de Hugo Sánchez o Diego Maradona con un sospechoso parecido caligráfico o donde las noches de verano eran sinónimo de cine. Con el añadido riesgo, eso sí, de que el 80% de las películas eran de kárate y al personal le daba por imitar al chino repartehostias de turno,
Molaba  que tus padres se comprasen -fue mi caso, si- un video Siera en Comercial Ramón y luego correr a alquilar la última de Rocky en el Hollywood o el Faraldo. Ganaba el primero, que siempre tenía una figura de tamaño real de Supermán o Rambo, lo que te permitía hacer el majara un rato si ibas acompañado de algún amigo.

Eso era al lado de un Magisterio que daba ambiente universitario al barrio. Desde Pintor el Greco hasta el Convoy de la Victoria, justo donde estaba la oficina de correos y donde se agrupaban los nazarenos y las cuadrillas del Cristo de las Lágrimas (el del Encuentro Chico o la Guardia Civil). Para ese encuentro o para que el marujeo más experto tratase de adivinar cual de los diez o quince mil acompañantes del Cristo de Medinaceli era el preso liberado momentos antes.
Hadú es Alfonso Murube; desde aquellos anuncios de Leche Pascual o Crisa que acababan con cualquier esperanza de siesta dominguera mientras jugaran los Quintero,  Julio Soler, Antelo o Manolo Pérez Santana. En la puerta de tribuna, durante un tiempo, el zoco. Preludio del mercado en el que aquellos cronistas del día a día como "El Málaga",  Luis el de la verdura o "Maimón/Manolo" el de la fruta pasaron tantos años trabajando. 
Hoy, al barrio mas mestizo -el nombre es San José-Hadú- le queda poco de su antiguo esplendor. Una cifra de paro espectacular, que supera el 60% en la edad juvenil, correspondida con el fracaso escolar. Un sinfín de locales en venta, alquiler o traspaso. Se construyó el Campus y la Biblioteca en el otro lado del Puente del Cristo, Sin caer en la cuenta de que, a excepción de los Cuerpos de Seguridad, los únicos sitios oficiales desde las Puertas del Campo hasta Sidi Embarek sean el de dispensación de Metadona y la consejería de Asuntos Sociales. 
"Si perdemos Hadú, perdemos Ceuta", me decía un amigo ya fallecido. Pues eso.... 


sábado, 5 de marzo de 2016

Había una vez un circo

La oferta más comentada de la última sesión de investidura resultó ser la de Pablo Iglesias cediendo su despacho para facilitar encuentros en la tercera fase entre el Tarzán de Podemos y Andrea Levy. Pedro Sánchez recordaba al Rocky primigenio, con la cara como un Ecce Homo pero saludando al respetable. Patxi López, Rafael Hernando y Joan Tardá daban una lección de cuñadismo parlamentario mientras Albert Rivera se empeña demasiado en la 'suarización' de su propia imagen. Rajoy sigue tocando el violín sin ver el iceberg por el costado -hilillos de hielo lo llamaría el- y Gabriel Rufián demostró que las matemáticas no solo no son exactas sino también interpretables en su referencia al 27 S. Entretanto, Aitor Esteban, al que creo el cuerpo le pedía votar Si, soltaba el "Bilbado" -si hubiera sido del sur, no quiero ni pensar el despiporre- y el Grupo Mixto se deshacía entre halagos a Sánchez, peticiones de aparcamiento para el/la  unicornio/a bajo el arco iris y un par de versiones 2.0 del Santiago y cierra España. Y me imagino a alguien ciscándose en que, entre el invierno que hemos tenido y lo que están tardando estas criaturas, cuando tenga tiempo de ir a Baqueira va a encontrar menos nieve que en mi congelador
Este es el nivel. Así está el patio. Mientras, el país empieza a darse cuenta de que está paralizado. Tengo amigos que se han encontrado con que gestiones rutinarias y grises de hace un año ante Madrid (Mordor, según Homs) se han encontrado con un "espera". Las mismas gestiones que hace unos meses eran cuestión de cinco minutos.
Lo peor de todo esto es que se ha demostrado que, o hay mayorías amplias, o este país es ingobernable. Que Sus Señorías se empeñan en ver quien la tiene más largo o más retuits (tanto monta) mientras vamos ya camino de unas Elecciones que nos van a costar unos cuantos millones de euros y tirar 2016 por la borda. Qué como estén esperando a un país miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, el G20 y la OTAN para solucionar la crisis de Siria van apañados y que tenemos una política más de flash y titular inmediato que de contenido y negociación. Viendo el panorama, supongo que votaremos el 26 de junio. O seremos llamados a las urnas, que no es lo mismo ¿Captan?

miércoles, 2 de marzo de 2016

Elecciones o vía catalana

A alguien en cuyas antípodas ideológicas me declaro, Antonio Baños, le reconozco la virtud de la coherencia. Si había pacto de Gobierno con JxSI, era con la cabeza de Artur Mas en bandeja de plata. El último día, casi en el tiempo de descuento, el ex president admitió "corregir con la negociación lo que no nos dieron las urnas". Traducido, me paso por el arco del triunfo lo que me diga la gente. Pero desbloqueó la situación, Carles Puigdemont accedió a Sant Jaume y lo que un día fueran CiU y Esquerra ganan tiempo. Y Mas pasó de estorbo a dorarse con la aureola de líder sacrificado entre los suyos.
Por tanto, que nadie entienda que vamos a unas elecciones. PSOE y Ciudadanos han firmado un acuerdo, si. Pero ¿es un acuerdo por la investidura de Pedro Sánchez o es un acuerdo de Gobierno?. Si fracasa la investidura de Sánchez esta semana ¿quedará diluido el acuerdo firmado entre el presidenciable y Albert Rivera?.
¿Y si la próxima semana amanece con una reedición de la vía catalana?. Es decir: cualquier candidato del PP menos Rajoy. O, yendo a más, ¿qué pasaría si Rivera se ofreciera como candidato de desbloqueo para evitar unas nuevas elecciones en las que PP y Podemos podrían salir aún peor parados?
¿Quisiera el PP cargar con el sambenito de provocar unos nuevos comicios a costa de salvar a un Rajoy cada vez más cerca de besar la lona?. ¿Quisieran los populares aplazar su necesaria renovación aferrándose a un Gobierno breve? ¿Habría un motin en la Bounty genovesa si Rajoy sigue agarrado al timón de mando?
¿Y si cala la idea de que PP y Podemos en el fondo defienden lo mismo?. ¿Qué pasaría con Podemos, un partido atomizado por definición, con la cercanía además de las elecciones en Galicia?. Y lo último ¿qué pasaría si alguien sugiriese a Rajoy retirarse para contar con la abstención del PSOE y el voto favorable de Ciudadanos?. Ahí lo dejo....

domingo, 28 de febrero de 2016

Un lugar en el mundo

En su magistral "Mountains beyond Mountains", Arcade Fire narra los sueños y límites de una infancia ya lejana. Habla de montañas tras montañas; de ese ambiente en que el final de nuestro barrio es la primera frontera y de aquella tienda que es el castillo infranqueable. Un lugar en el mundo; ese mismo sitio en el que el derbi más apasionado es contra los de la calle de  al lado y en que una escalera apartada es el lugar para el primer beso o el cigarro más furtivo.
Un lugar que, conforme crecemos, se nos hace más pequeño y entrañable. Esa rata correteando por los anaqueles de nuestra memoria. Ese sitio que siempre soñamos con abandonar, y al que la nostalgia nos devuelve en momentos de soledad como el peregrino se encuentra con la romería. La base desde la que diseñábamos, ingenuos, un futuro esplendoroso lleno de riquezas y parabienes.
De ese colegio que siempre es la primera colina que conquistar, salimos un día. Y descubrimos que la maldad, la traición, la mediocridad y la hipocresía son compañeras de viaje perennes por mucho que no queramos aceptarlas. ¡Qué diferencia con los viejos códigos del barrio!: juguemos a las guerrillas, pero no vale quejarse si nos hacemos daño. Hagamos, ahí en ese pequeño terraplén, nuestra selva por la que corretear y guardemos un sepulcral silencio si se trata de enterrar, junto a una cañería, a la mascota de alguien. Si el del balón no juega más, se acabó el partido, y si alguno se daña, lo mecemos hasta su casa como un Cristo en recogida.
A mi barrio vuelvo casi a diario. Sus edificios, ya achacosos, fueron el lugar de mis primeros sueños de grandeza. Partí para comerme el mundo, y al final es el mundo el que me come. Pero siempre con una cosa clara. Qué mi infancia es mi patria. Y que en mi lugar ideal, con oler a tierra mojada o sentir una caricia a medianoche, basta. Que el ronroneo de un gato sirve como himno nacional, un beso por credo, un modesto piso por todo palacio y la risa de un niño por toda bandera. Ese es mi lugar en el mundo. Mi montaña tras otra montaña. 

domingo, 21 de febrero de 2016

Mis candidatos al Ministerio

Decía, al comienzo de la segunda temporada de El Ministerio del Tiempo, que ese es el único departamento gubernamental que funciona hoy a la perfección en España. Una serie vibrante, que nos acerca a nuestra propia historia con un ritmo trepidante y desde una idea novedosa. Para que luego digamos que las mejores series son norteamericanas.
En cualquier caso, celebraría que el Ministerio siguiese sacando del baúl de los recuerdos personajes y hechos más o menos olvidados, dado que ha conectado bien con la mayoría del público. Creo, honestamente, que si conseguimos que los jóvenes se vayan a Google a buscar quien fue, que hizo y cuando murió tal personaje, merece la pena esa ficción.
Propondría, desde mi condición de respetuoso 'ministérico' y con la modestia de mis conocimientos, algunos españoles que, considero, debieran ser objeto no ya de un cameo sino de grandes películas o series cada uno de ellos. Es más: si fuéramos anglosajones, ya los tendrían.
Sin más criterio a la hora de ordenar la lista que los chasquidos de mi memoria, ahí van
1) Eduardo Propper de Callejón
Tres días de frenética actividad en la legación española en Burdeos para que un eficaz funcionario de la carrera diplomática y emparetado con una adinerada familia salvara miles de vidas. Tres días de calor asfixiante, con noches sin dormir y miles de personas apiñadas ante el Consulado de una España recién nacida al fascismo pero que fue una auténtica tabla de salvación para aquellos hombres y mujeres que deben su vida al abuelo de Helena Bonham-Carter. 
2) Angel Sanz-Briz. Casi por los mismos motivos que el anterior, estuvo a punto de sacrificar su vida en la Budapest de finales de la II Guerra Mundial. Una  argucia legal, como interpretar de un modo 'sui generis' un texto de Miguel Primo de Rivera permitió al "Angel de Budapest" salvar cinco veces más vidas que el celebérrimo Oskar Schlinder. No fueron los únicos: mi amiga Patricia Martínez Vicente me afearía -y con razón- que me olvidase de su admirable progenitor
                                                     
3)  Muhammad Al Idrissi
No: no es por el paisanaje. El ceutí más importante de la historia fue un hombre avanzado a su tiempo; prefirió expandir el conocimiento antes que perderse en guerras por religión. Trabajó para Roger II de Sicilia, realizando una descripción cartográfica del mundo que sirvió al mismísimo Cristóbal Colón  para elaborar los mapas de navegación de cara al trascendental viaje a América. Fue, casi, el primero en certificar que la tierra era redonda y en establecer una metodología para describir no sólo los lugares sino sus costumbres. 
4) Juan Pujol García
He defendido que es el español más influyente desde Colón. Y lo mantengo: la unión de firmes convicciones, una inaudita capacidad para interpretar/fantasear y un espíritu aventurero propiciaron que este catalán de familia burguesa fuera, entre otras cosas, el único caso conocido de persona condecorada por dos bandos enfrentados en tiempos de guerra. Y que gracias a el, fuera posible que el Desembarco de Normandía constituyese el golpe definitivo de gracia al nazismo en Europa. No sólo su magistral engaño a la Alemania nazi; la propia simulación de su muerte y una vida inventada durante cuarenta años hacen de el uno de los personajes más atrayentes de la historia del Siglo XX. 
                                                      
5) Marcelino Orbés
Casi un siglo antes de que Pedro Almodóvar y Antonio Banderas ingresaran en el firmamento de Hollywood, un español de provincias se había convertido en la mayor sensación del mundo artístico norteamericano. El payaso Marcelino inspiró al mismísimo Chaplin a la hora de crear a Charlot y su desgraciada vida personal -murió en la ruina y la alcoholemia, incapaz de superar su pérdida de popularidad- fue la base argumental para Candilejas, obra cumbre de su más célebre admirador.
                                                        6) Domingo Badía "Ali Bey"
No deja de tener cierta mala baba que la plaza en la que cada 11 S se escenifica el homenaje a Rafael Casanova sea contigua a la calle que glosa al primer occidental en describir La Meca. Domingo Badía "Alí Bey", espía por vocación, aceptó la fascinante aventura propuesta por Godoy,  el valido, y su viaje -con circuncisión y encarnación de un falso príncipe incluidos- abrió el camino que luego seguirían otros más mediáticos y reconocidos como Lawrence de Arabia. 
                                                         


                                                      7) África De las Heras "Patria"
La extranjera que alcanzó la más alta distinción por la Unión Soviética. Una mujer que podría encarnar, desde la perspectiva del espionaje, todos los tópicos de la "femme fatale": bella, seductora, gran amante y metódicamente calculadora. Qué se lo pregunten a León Trotsky, en cuyo asesinato aquella 'secretaria' fue parte capital. O a los jefes del Politburó que respiraban aliviados oyendo como aquella niña ceutí de buena familia les narraba, a pie de playa, el fracaso de la invasión norteamericana de Bahía Cochinos. Entre otras muchas cuestiones. 
                                                          
                                               8) Alonso Sánchez de Huelva
Tan convencido estaba Colón de llevar buen ritmo en su viaje a América, que resulta imposible que no guardase un secreto para sí. Tal vez, aquel misterioso encuentro en Madeira con un marinero moribundo que le dijo venir de un mundo de extrañas mujeres desnudas y montes con forma de Cristo. Justo después del misterioso encuentro, Colón inicia el "crowfunding" del siglo XV para financiar su viaje ¿Casualidad?
                                                 
                                                         9) Vicente Ferrer
El único al que tuve la oportunidad de conocer. De verlo de lejos, y de sentir que estaba ante un hombre especial. Era puro carisma; supongo que en aquella fría carpa en la que recibía el Premio Convivencia en 2000 en medio de una infantil pelea entre Antonio Sampietro y Josep Piqué se debían notar décadas de trabajo en favor de los más desfavorecidos en la India. El gran apóstol del siglo XX. Junto a Miguel Delibes,  la gran deuda pendiente -e insalvable- de la Academia sueca con España.
                                                     
                                                 10) Charles Adams
Imaginen la trama argumental de ese capítulo. Ese muchacho escocés tiene que trabajar, si o si, en España. ¿La razón?. Generaciones de españoles nos hubiéramos quedado sin la consecuencia de su obra. El Recreativo de Huelva. Es decir: el fútbol.
                                                   
                                                      
Y tantos, y tantos, y tantos otros (y otras)....

domingo, 17 de enero de 2016

Cinco razones por las que (creo) Sánchez será presidente

1) Pedro Sánchez cede senadores del PSOE para que DyL y ERC tengan grupo propio. O sea, los que apuestan por la independencia. La suma de ambos grupos -si hubiera tanta 'química' entre las dos formaciones- bastaría para hacerlo sin la ayuda socialista. 
2) Iceta, líder del PSC, se mostró bastante conciliador en el debate de investidura de Carles Puigdemont. Este ha dicho -atención- que NO declarará unilateralmente la independencia de Cataluña y que lo que va apreparar es una Constitución catalana. Curiosamente, el límite que han puesto Susana Díaz y Fernández Vara ha sido el de la unidad de España. Algo sobre lo que Puigdemont recula levemente.
3) Lo de una Constitución podría casar, perfectamente, con la solución del Estado Federal que propone el PSOE. Solución de la que, de momento, no conocemos más que el nombre. Dicho sea de paso.
4) Teniendo en cuenta que PSOE + Podemos + UP suman 161, son dos menos que PP + Ciudadanos. Pero luego están el PNV y Coalición Canaria, especialistas en levantarse cada mañana electoral al grito de "¿quienes hemos ganado?". Ambos aportarían 7 escaños, más otros tantos de DyL. Bingo. Lo justo para la investidura.
5) DyL -antaño Convergencia- conseguiría seguir "siendo fuerte en Cataluña para decidir en Madrid" y, con un apoyo puntual a este pacto, volver a situarse en el centro de la política catalana, desplazando de ese lugar a ERC, con Ciudadanos en fuera de juego y un PSC que podría recuperarse si Iceta sigue jugando el papel  de "hombre puente". Luego, DyL tendría la opción de hacer oscilar su voto para ser aún más decisiva.


¿Les extraña?. La política es el único campo de la vida en la que rezas el rosario para tener después sexo duro con el diablo. 

domingo, 10 de enero de 2016

Mas no es el único culpable

Estoy tan cerca de apoyar a cualquier nacionalismo como Salvatore Adamo de ganar la Lámpara Minera de La Unión. Yo también estoy entre los detractores de Artur Mas: una 'rara avis' de esas capaces de ser más fuerte cuanto peor son sus resultados y más desapercibida es su gestión en el día a día. No puedo negar que sentí cualquier sensación lejana a la pena a la hora en que el ya ex president confesaba su derrota y asumía irse a su casa. Devorado, como Victor Frankenstein, por su propio monstruo: pretender que el partido del establishment y los antisistema -los más coherentes en este asunto: conste- casen como parecen hacerlo Zidane y el Bernabéu.
Dicho lo cual, que nadie caiga en el error de simplificar en Mas toda la culpa de lo ocurrido en Cataluña. Ni en mil vidas tendría tanta fuerza, máxime sin ser nacionalista de postín sino viniendo desde los terrenos de la ambigüedad. Como en cualquier relato de mi añorado José Luis Alvite, o trepaba por el muro, o le cosían a balazos en el callejón con un gato negro como único testigo.
No. El (único) culpable no es Mas.
A la hora de repartir porcentajes de culpa, habría que mirar también a Madrid. Si, a Madrid. No comparto el discurso simplista del "Espanya ens roba", que vale como justificación para casi cualquier cosa. El problema es la displicencia, el buenismo y que los dos grandes partidos han odiado más al rival de lo que han querido a España.
Felipe González no dudó en echarse en brazos de Jordi Pujol en 1993. Aznar pasó del "Pujol, enano, habla en castellano" a hablar catalán en la intimidad en menos de 24 horas. Zapatero aceptó "todo lo que me diga el Parlament" sin reparar en el precedente de subordinar el Congreso nacional a un Parlamento autonómico y Rajoy echó gasolina al incendio con la recogida de firmas en contra del Estatut de 2006. Unámosle una crisis sin precedentes -cuando cae la cartera, siempre sube la bandera- y tenemos el caldo de cultivo perfecto para lo que ocurre al otro lado del Ebro. Y la inédita altura de Estado de Pedro Sánchez no ayuda: pretender armar un Gobierno perdiendo un millón y medio de votos y 20 escaños con respecto al peor resultado de la historia de su partido da idea de que se encuentra en el mismo callejón que Mas.
No, el ex president no es el único culpable.Y soy consciente de que este es el mismo análisis que hacen Pablo  Iglesias o Iñigo Errejón. Me alegro por ellos.