miércoles, 11 de septiembre de 2013

Ceuta 2024

Barcelona tuvo sus olimpiadas. Madrid ha tenido ya tres opciones seguidas, y Sevilla también lo intentó. España necesita unos Juegos Olímpicos y Ceuta un acontecimiento internacional que acabe con el mito de la España Inédita y la Bella Desconocida. Y encima, tenemos la aprobación del PGOU a la vuelta de la esquina, con la conocida afición de estos del COI por construir. La ocasión la pintan calva.
Habrá que darse prisa, pues ya nos han salido duros competidores. Por ejemplo, en Cádiz meditan una candidatura en base a que tienen los cinco aros: el "aro picha", el "aro chocho" y el "aro, aro, aro". Pero aquí en Ceuta también tenemos nuestras opciones.
Que tiemble Berlín, que se olvide Roma y que se preocupe París. No nos hacen falta voluntarios; ya los tenemos en las calles con el peto amarillo desde hace meses en una continua práctica de deportes tan arriesgados como aguante de farolas, vigilancia de Murallas y triple relaxing cup of café con leche. La ceremonia de inauguración deberá tener, además, un toque original y cercano a las calles más duras de las grandes ciudades.  Danny Boyle cogió a siete niños con trozos de antorcha que parecían un cenicero de los chinos. Aquí nos vamos a montar una  colectiva, entre coches, contenedores y sedes de partidos políticos que va a ser para fliparlo. Una ciudad entera como pebetero.  Luego podemos hacer una carrera popular con obstáculos: comprar algo en cierto centro de oportunidades sorteando carros de la compra, camisetas del Betis y señoras cogiendo dieciocho corbatas y cincuenta pantalones de pinza con dos manos es algo que no está a la altura ni del mismísimo Usain Bolt. Nuestra arraigada tradición de voleibol -fardo por encima de  la valla va, fardo por encima de la valla viene- nos ayudaría también en las legítimas aspiraciones olímpicas.
Natación. ¡Qué gran deporte! ¡Qué gran fiesta!. Yo es que estoy ya viendo a los nadadores compartiendo calles en las siete piscinas de veinticinco metros. Pero lo flipante va a ser en aguas abiertas: sorteando buques de las navieras -total: no habría problema porque llegaran una vez más tres cuartos de hora tarde-, kayaks y bolsas de plástico. Serían unos Juegos en los que igual batimos récords del mundo: conseguiremos sacar un certificado en menos de un cuarto de hora. 
El fútbol fomentaría, además, la convivencia no sólo entre deportistas sino entre periodistas: doscientos en la misma cabina del Murube, en la misma esquina del Benoliel o en el mismo pupitre de madera del 54. El éxito de la maratón popular y del ciclismo está garantizado: conozco el caso de cierto hijo de la Alhambra cuya sola presencia puede hacer que la gente se pegue patadas en salva sea la parte y cumpla los horarios a tiempo. El transporte de los atletas es nuestro principal hándicap, pero también podemos solucionarlo con unos camiones que me han dicho están amortizados, con nuestros autobuses en los que habitualmente va gente hasta colgada del pasamanos los podemos llevar desde la Villa Olímpica Miguel De Luque hasta las distintas instalaciones. La bandera olímpica la izamos en La Marina: quitamos la de España y aprovechamos las infraestructuras construidas. Tenemos el 80% de mástiles levantados.   Si tenemos suerte y nos llueve -y si no, pegamos tres manguerazos de los buenos- podemos aprovechar las losetas del Revellín para el patinaje, modo trompazo sobre loseta.
Ese estadio Olímpico ubicado en La Puntilla, donde habitualmente entrena buena parte de las delegaciones de Argelia o Camerún en la modalidad de "lleving  el carring of the Day", vibrando con la entrada del Gato Camacho como último relevista tras recoger la antorcha en el puerto a bordo del Desnarigado y el público cantando "El Novio de la Muerte" con las bolsas de Mercadona a voz en grito tras la danza de las cuatro culturas y la actuación del cuarteto del Téllez harían las delicias de todo el mundo viendo estos Juegos Olímpicos. Olimpiada que sería -aquí chamullamos bien el inglés- Little, sweety and saylor. Tiemble, Monsieur Delanoe...


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