viernes, 10 de febrero de 2012

Llámenle Jesús

Con la comparsa de El Puerto de Santa María siempre tuve una especial relación. Como los buenos amores, surgió cuando menos lo espera uno. Fue al principio de mi adolescencia, en una época en que el carnaval me despertaba el mismo interés que la liga ecuatoriana de voleibol. Sin embargo, la historia de un malagueño muerto un 4 de diciembre, de una raza mora que había sido morena y legendaria o de un hombre que vendía arabescos de color -con una guitarra, una pena y un cantar-, en el zoco de Tetuan, me engancharon. Aquel día me acerqué, por primera vez, a la mayor de mis pasiones.
De Ceuta a Cádiz; de Cádiz a Ceuta. De la Caleta a la Ribera, del tango del anticuario a los boquerones y las sardinas. De Martínez Ares a Valeriano Hoyos. De la Viña a O'Donnell. Del Lobe a Javi Téllez. Del Polígono a la calle Avefría. De cualquier bar a la peña de Los Majaras, al ladito de la casa de una parte entrañable de mi familia.
En fin: que me convertí en un majara más. Y que me alegré sinceramente cada vez que, desde la distancia, veía como El Puerto alcanzaba una final. Y también lamento que un tío con tanto arte como para llamarse Antonio y que le digan Pedro se haya retirado sin un primero que lucir.
Este año, la comparsa de El Puerto presenta un tipo revolucionario. No por el decorado, ni por el vestuario, sino porque representa el personaje más difícil y grande de la historia.
Se que poner una comparsa representando a Jesús de Nazaret ha herido muchas sensibilidades. Nada que no se esperase; el nazareno es el personaje central de Occidente, y es difícil no pisar algún callo cuando se le menciona.
Pero el Jesús que representan Los Majaras es el que yo me imagino. Ofendido con que, en su nombre, se ocultaran bestias tras las sotanas para reventar la infancia de un niño. Dolido porque El, que predicó humildad, no puede soportar que el templo siga lleno de mercaderes.Triste porque su vida y su muerte no cambiaron nada 2000 años después.
No creo que naciera de una Virgen, que resucitar al tercer día o que no compartiera lecho con María de Magdala. Digo esto con el más sincero y enorme respeto a quien si lo crea y sin el menor ánimo de abrir un debate: tan enorme fue aquel hombre de Judea que cualquier versión que queramos de el es verídica y compatible con la del resto. Pero de una cosa estoy seguro: me quedo más con la idea que nos presenta la comparsa o con aquel al que cantara Carlos Mejía Godoy en su misa campesina que con aquello que un día trataron de inculcarme.
Porque contra banqueros y gobernantes, siempre ponemos la otra mejilla y subimos al Calvario. Porque llevamos a cuestas cruces y todos soportamos la lengua del fariseo. Porque vemos como cada día se salva a Barrabás y se deja caer a los buenos. Y porque nuestras calles siguen llenas de Lázaros y Magdalenas. Porque mucha gente de mi generación lleva clavadas las espinas de la droga en la frente y porque la humanidad sangra hambre por los costados. Y porque no quiso tronos, sino un simple borrico. Por eso, me quedo con su imagen más humana y su denominación más sencilla. Simplemente, llámenle Jesús

lunes, 6 de febrero de 2012

Y en julio, a la playa

De niño quise ser ciclista. Nada nuevo ni raro en los de mi generación: vimos a Pedro Delgado hacer dignidad de la derrota ante Stephen Roche para resarcirse un año después y todos maldecimos a un tal Eric Caritoux que vino a quitarle la vuelta a nuestro "galleta", Alberto Fernández. Vimos a Miguel Induráin reventar todos los manuales de historia del ciclismo a base de contrarelojes míticas, de posturas perfectas sobre una espada que atormentaba a una generación que pudo haber sido única, pero que claudicó ante un caudillo. Vimos al Águila de Villaba no sólo alzar los brazos como ganador, sino repartir pequeños triunfos entre rivales, como Rominguer o Chiapucci, que podrían haber hecho época. Ganar, en definitiva, con elegancia.
Tras aquellos años, vino un americano tan altivo como admirable que arrasó con todo. Pero no era lo mismo. Ni era "nuestro" Miguel, ni eran esa suerte de escaladores como Escartín, Heras o el Chava Jiménez que rara vez ganaban, pero siempre nos levantaban del sofá. Siempre pensé que en el cuerpo del de Biescas, enjuto y pequeño como un gorrión, quedaba el espíritu de aquellos bandoleros que frenaron a la gabachada a base de pedradas.
Hasta que llegó Contador. Si, fue Pereiro y fue Carlos Sastre, pero Alberto iba a marcar una época. Hasta que se comió un filete, seguramente con menos clembuterol que el que yo estoy cenando ahora. Y los gabachos vieron el cielo abierto: no podrían con el en la carretera, pero si podían machacarle en los juzgados.
Alberto Contador ha sido víctima, hoy, de la sentencia más vergonzante de la historia del deporte. La que quiebra el principio de presunción de inocencia. La que admite que no tiene pruebas para condenarle, pero que a pesar de ello le quita el Tour 2010, le impide ganar el de este año y participar en los JJ.OO de Londres y macula su expediente para los restos. Una suspensión de dos años y una condena categórica no hubiera sido tan dolorosa como este "si pero no".
Animo, Alberto. Yo este año no me privo del Chorrillo: me voy a la playa y que se vayan metiendo la farsa en la que han convertido el Tour por donde les quepa. Y que revienten de envidia: podrán descalificar a todos los españoles, Michel Pastini podrá amañar todos los premios futbolístico, pero Iniesta, Gasol, Nadal o tu mismo son lujos con pasaporte español. Y Guillermo Molina, y "Pirri" Abajo, y Edurne Pasabán, y Fernando Alonso, y tantos otros. Con las bombas que tiran los fanfarrones, ya sabes que aqui nos hacemos todos tirabuzones. Que se metan el Tour, el Alpe D`Huez y el Galibier por el Arc do Triumphe. Yo sólo volveré a darles audiencia a estos cernícalos cuando vuelva a competir Alberto Contador, declarado culpable antes de entrar en juicio. Y si es posible, a ganar esa carrerita en la que han convertido, por su pura envidia, la fábrica más hermosa de sueños y gestas de la historia del deporte. Ya se sabe, aquello de la miel para el paladar del asno.
Y si, peco de españolito. ¿Algún problema?.

domingo, 5 de febrero de 2012

El cromo de Naranjito

Cierta tienda de ultramarinos en Ceuta lleva, podríamos decir, décadas con la misma decoración. Los productos se renuevan, evidentemente, y siempre que algunos entramos en esa tienda somos atendidos con amabilidad y rapidez. Pero recuerdo una maldad de un viejo amigo: "Esta tienda ha cambiado tan poquito en los últimos años, que el día menos pensado te van a dar un Phoskitos con un cromo de Naranjito".
Valga este simil para definir lo ocurrido durante el pasado congreso del PSOE. Misma decoración si, pero mismo producto, como conclusión del cónclave socialista. La sensación de renovación, del aire fresco tan necesario en cualquier casa, ha quedado para mejor ocasión.
Los socialistas van, sinceramente, con un año de retraso. Este congreso, a la vista de los resultados, debió celebrarse en junio: a fin de cuentas Al P. Rubalcaba lo único que ha conseguido ha sido legitimar el dedazo que le situó en noviembre como rostro de un desastre. Ahora si han hablado las bases, o parte de ellas, y si han respaldado el triunfo del ex vicepresidente en los despachos. Tirando, además, por tierra la teoría de Sin City: al contrario que en la obra maestra de mi admirado Frank Miller, el viejo vive y la niña no sabemos. Y algo ha fallado, si es verdad que Andalucía, Cataluña y Madrid -las tres federaciones más grandes del PSOE- apoyaban a Chacón. O la ex ministra ha sufrido a última hora la puñalada de la tración, cosa bastante habitual por otra parte en este tipo de verbenas, o definitivamente Griñán ya no manda ni en su casa y aparece ahora como presidente del PSOE en un último intento de transmitir unidad en torno a su desgastada figura. Lo que nos deja a Javier Arenas eligiendo su mejor corbata para la toma de posesión más importante de su dilatada vida política.
Claro que Carme Chacón tampoco era la imagen de la renovación propiamente dicha. Es joven, si, pero hay que recordar que de los siete años y medio de Gobierno Zapatero, ella ha estado cuatro sentada en el Consejo de Ministros. Es decir: si el PSOE pretendía pasar página, no lo iba a conseguir de ningún modo. Y todo hace indicar, además, que en la guerra de ex presidentes, Felipe González sigue ganando a un Rodríguez Zapatero al que ya imagino descansando y preparando sus memorias como corresponde a ese peculiar club de jubilados a los 50 que son los antiguos monclovitas.
A los socialistas se les ha olvidado lo más importante: la autocrítica. Es cierto que la crisis financiera que vive el mundo se hubiera llevado por delante a cualquier gobierno. Pero este PSOE no tiene un problema sólo de vendedor; también de marca. Lo más doloroso para los socialistas no es la derrota de noviembre; es la suma también de la escabechina de mayo que les deja con sólo cuatro capitales de provincia, una Andalucía con aroma de cambio, un País Vasco que gobiernan con el apoyo del PP y algunas consejerías en Canarias o Navarra como únicos restos de poder. Es decir, cayeron Extremadura, Aragón o La Mancha; Barcelona, Gijón, Elche, Sevilla o Las Palmas. Los ciudadanos de España, que son más de los 956 delegados del último congreso, necesitan algo más para volver a confiar en un PSOE que no se mueve ni un milímetro del discurso que les llevó a la derrota más humillante sufrida por el partido en democracia. Si: han puesto de encargado al mozo de los recados, el de toda la vida, y le han dado una manita de pintura. Pero siguen ofreciendo el cromo de Naranjito. Memento mori, presidente Rajoy. Ni César tras cruzar el Rubicón atesoró tanto poder como usted, sobre todo sin necesidad de desenvainar la espada: el enemigo está, al parecer, encantado de suicidarse.