Siempre me ha resultado llamativo que en Sudamérica, sobre todo en Argentina y Uruguay, el campeón de Liga quede en un segundo plano. Lo importante es el ganador del Apertura y del Clausura; es decir, de la primera y segunda vuelta. Algo en España meramente anecdótico y raramente reflejado en los medios de comunicación salvo para cuatro estadísticas frikis. Es cuestión de tradiciones y raigambres que, desde el respeto, nunca entenderé. Como tampoco me termina de llenar aquello de que un equipo pierda la categoría no por estar entre los últimos de la clasificación sino por la media ponderada de las últimas cinco temporadas. En fin: Argentina sabrá y River seguirá herido para los restos.
Sin embargo, pienso que este año sería más operativo que en España tuviéramos un Apertura y un Clausura. Porque si no es por eso, lo que resta de Liga va a ser un auténtico sopor. Un Barcelona que en diciembre es prácticamente campeón -¿le suena eso de algo, señor Valdano?-, un Atlético que no acaba de llegar y un Real Madrid aferrado a la épica de la Champions como única manera de tapar una temporada vergonzosa en lo liguero.
Mirando a la Casa Blanca, todo parece reducirse a la plena incertidumbre. La misma que llevó a Florentino Pérez a ser candidato de nuevo a la presidencia tras los dos años de Ramón Calderón. Por cierto, con una inversión menor en fichajes y el mismo número de títulos -tres- en menos tiempo. Sin embargo, la guerra civil no declarada entre Mourinho y Casillas convierte al cuadro blanco en un esperpento que amenaza con llevarse, también, por delante al "ser superior".
No creo en los niños bonitos ni en el vedettismo. No creo que nadie sea eterno. De ahí que lo escandaloso de la suplencia de Casillas no sea el "jarabe de banco" recetado por el portugués, sino la humillación tanto al capitán del equipo como a un portero, Adán, nervioso, cuestionado y que aparece como menor y culpable ante el Santiago Bernabéu. Hubiera resultado, quizá, más lógico el fichaje de un portero joven y de garantías -Andrés Fernández, Roberto, Guaita- a principios de temporada para ir moderando poco a poco la salida del arquero de Móstoles. Mourinho ha encumbrado, aún más, a Casillas y ha hundido al bueno de Adán, que pasaba por ahí.
Con Casillas o Adán, el Madrid adolece del mismo defecto: porteros ágiles, inseguros por arriba y horrorosos con los pies, pero de igual modo una defensa fallona, que sigue encajando goles a balón parado y tras jugadas de estrategia domingo si, domingo también. El debate de la portería no puede tapar el resto: el club blanco ha preferido a gente como Esssien o Modric antes que jugadores como Carvajal o Granero. Menos dinero en caja y la misma o menor calidad en el campo.
Mourinho es un enamorado del fútbol directo: de la defensa a la delantera sin estar en el medio más tiempo de lo necesario. Es decir: de un juego en el que el talento pasa a un segundo plano ante la fuerza o la velocidad. Es un buen estilo, pero pretender llevarlo a cabo con gente como Ozil o Benzemá, confiado al estado de gracia de Cristiano Ronaldo y con jugadores como Xabi Alonso con tendencia a recrearse parece, como mínimo, contradictorio. Afortunadamente, al Madrid le queda Khedira. Inconmensurable.
Posiblemente, porque soy de la generación que vió hacerlo al PSV, el Chelsea o el Madrid de Karanka, Conceicao y Geremi, este Madrid pueda ganar La Décima. Pero tanto si lo consigue como si no, lo mejor para el Madrid será que al día siguiente se produzca una limpia en toda regla. Qué, por cierto, no se debe quedar en el vestuario o el banquillo.
Respecto al Balón de Oro: nadie duda de que Lionel Messi es un formidable jugador. Pero ello no calma la injusticia que supone que no lo haya ganado, aún, Iniesta: Cannavaro lo ganó a Ronaldinho y Sammer a Ronaldo por el hecho de haber sido campeones de algo con su selección. Y para los que hablan a las claras de que La Pulga es el mejor de la historia, un dato. Tiene 25 años, y cuatro balones de oro, si. Pero con su edad, Diego Maradona y Pelé ya habían sido campeones del mundo, en dos ocasiones el brasileño. Y en aquella época, los sudamericanos no aspiraban a la pelota dorada..
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