No me pregunten por qué, pero creo en este país. Qué es tanto como afirmar que creo en nosotros mismos: un país no es sólo el gobernante de turno, sino también la sociedad que lo compone. Y esta ha dado suficientes muestras de fortaleza, de cohesión y de madurez en los últimos años cómo para convencernos a todos de que este no es mal sitio.
Ha sido la sociedad civil española la que se ha movilizado, como nunca, para recoger ropas y víveres de primera necesidad para ayudar a la gente que esta pasándolo mal. Quizá porque muy pocos no ven como cierto el riesgo de verse algún día como desempleado sin hogar, quizá porque más que la imagen de contenedores ardiendo y piedras volando gustará mucho a algunos, pero la gente ha preferido ir a lo práctico.
Creo en este país, porque nuestros son los mejores científicos -enumerarlos, afortunadamente, sería tan larga como los Reyes Godos- y porque seguimos siendo líderes en donación de órganos. Creo en este país porque la generación, ya pensionista, que antecede a la mía da una enorme muestra de abnegación, sacrificio y dignidad estirando cada vez más una pensión corta y recortada.
Creo en España, porque la historia demuestra que cuando esta sociedad diversa, cainita y ecléctica mira en una dirección, es imparable. Y no sólo hablo del fútbol o el baloncesto, efectivamente ejemplares para generaciones de españoles.
No quiero ser finlandés, por muy de moda que esté pedir la nacionalidad finesa en las redes sociales tras el último reportaje de un comunicador enorme, como Jordi Évole. Está de moda criticar a los políticos, el enchufismo, la corrupción y todo lo que se mueva. Pero ¿nos hemos parado a pensar que los que gobiernan no lo hacen por ciencia infusa, sino que los elegimos nosotros?.
Creo en este país porque el movimiento del 15-M -más hermoso cuanto menos perrofláutico- ha conseguido interesantes logros: los desahucios no son ya terreno abonado para banqueros sin escrúpulos. Creo en este país por mil y una historias. No: no quiero ser finlandés. No deserto de España: sólo pido que meter la mano en caja común sea saldado con la cárcel, sin fianza ni reducción de condena, y que no sean flexibles con los ladrones del cuello blanco las leyes ni quienes las aplican. Más que nada, para que la gente no tenga la tentación de medrar, trincar, pasar unos añitos a la sombra si te pillan y luego disfrutar de pingües beneficios y de cierta notoriedad social. Porque ¿cuantos de estos que quieren ser finlandeses apagaron la televisión cuando concedieron jugosas -y caras- entrevistas Luis Roldán, Violeta Santander o Julian Muñoz?. Por ahí se empieza...
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