miércoles, 26 de octubre de 2011

La insoportable levedad del ser

Buscando en mi baul de los recuerdos, y ante la autoimpuesta obligación de actualizar esto una vez por semana, mi vagancia me lleva a repetir algunas líneas. Mi vagancia y ciertas sensaciones. Odio la autocita, pero espero que les guste:
A decir verdad y para mi vergüenza, no he leído a Milán Kundera y el libro que le reservó un hueco en la posteridad. Pero si puedo decir una cosa: me he preguntado mucho, que es eso de la insoportable levedad del ser. En mi opinión, y cuando acabe esto juro aunque sea pecado que me voy a buscar el librito de marras, la insoportable levedad del ser no son más que nuestros propios complejos, la viga en el ojo propio que siempre nos negamos a ver, la envidia del coche, mujer o casa del hombre que lee el periódico en la cafetería en la que desayunamos, la sensación de vacío y de estar incomprendidos por tirios y troyanos, las penas cubiertas y las heridas supuradas bajo un instintivo y continuo recurso de supervivencia en el día a día. En mi profesión, me encuentro a diario con seres tan leves como insoportables; a ellos les podría aplicar algunos de los calificativos anteriores: son esos semidioses de medio pelo, a los que la coma mal puesta, las fuentes anónimas no desveladas o la existencia de plumas que aún se rebelan contra este mundo de mercaderes en el templo, fenicios y pelotas, les parece el mayor de los insultos. Son esos seres, vulgares como las moscas de Machado, que se levantan cada día despellejando al mensajero en vez de preocuparse por el contenido del mensaje. Alberto Cortés dijo: “Pobre mi patrón, piensa que el pobre soy yo”. Pobres, pues, y pobres de nosotros, gentes de la calle, que tenemos que soportar, diariamente, a estos virreyes de andar por casa que nos regala el sistema, a estos seres sin oficio pero con beneficio, cuya levedad se vuelve grave para el resto y acaban siendo, cada vez, más insoportables.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Mourinho no es el culpable

Tras un periodo de transición, el Real Madrid había vuelto a ser campeón de Europa. Fue en Bruselas, la bella y fría capital belga, con el Partizán como testigo privilegiado de una leyenda que iba creciendo a base de Copas de Europa. La sexta caía en 1966. Pocos podían imaginar que sería la última en 32 años o la última en vida de Santiago Bernabéu. El cocinero de aquel hotel hizo, como homenaje al campeón continental, una tortilla de patatas. Belga haciendo tortilla de papas. Un desastre.
Cuentan que uno de los porteros empezó a hacer chistes y bromas sobre la tortilla. Hasta que, en plena celebración, cayó una "santiaguina". El chef, vino a decir el viejo presidente, quiso homenajear a España con ese gesto. Y de un trabajador que quería homenajear al país, no se reía nadie en el nombre del Real Madrid. Conclusión: propina al cocinero y despido al portero.
Por detalles como ese, y por mil más de sangre, barro y entrega, el Real Madrid es el mejor club de la historia. En cosas como estas se encuentran los principios del madridismo, los valores y principios que han hecho del blanco un club mejor y distinto: respeto, humildad, cercanía, decencia...
En los últimos dos años, José Mourinho es el entrenador del Real Madrid. Un auténtico lujo: posiblemente el mejor entrenador de la última década con permiso de Pep Guardiola y el eterno Alex Ferguson. El tipo al que cualquiera quisieramos contratar para nuestro equipo.
Un tipo que, dicen, mina el prestigio del Madrid y genera odios hacia los blancos cada vez que abre la boca. No. Mourinho no es el culpable. Mourinho es así. Es el mismo Mourinho de su época en el Barça, del Porto, del Chelsea, del Inter.
El que tendría que haberlo entendido, conociendo los precedentes, es Florentino Pérez. El si sabe lo que es el Real Madrid. Y el sabía quien era Mourinho antes de contratarle. El ha autorizado despidos de técnicos de la casa practicamente porque no vestían de Armani. Que nadie mire al banquillo si del Madrid de los valores y principios no queda más que el nombre. El culpable está en el palco.

miércoles, 12 de octubre de 2011

ACB: El dia de la marmota

Acaba de empezar, y da la sensación de que el final será el mismo de las anteriores temporadas. El Barcelona será campeón de Liga de Baloncesto, salvo sorpresa o autocomplacencia en grado sumo. Tiene al mejor jugador –Juan Carlos Navarro-, un equipo consolidado y un entrenador “marca de la casa”. Y, a diferencia del fútbol, no hay un rival claro.
El Madrid de Pablo Laso ofrece algunas mejoras, sobre todo en defensa, y da la sensación de tener más pegada, lo que en teoría debiera situarle como principal alternativa. En contra, dos cosas. Primero, la poca alternancia en la posición de base. Segundo, que al final haya NBA y Rudy Fernández acabe haciendo interesantes cosas a la sombra de Nowitzky en Dallas.
Creo que la lista de semifinalistas la completarán Bilbao Basket y Caja Laboral. Los bilbaínos han dado con la fórmula de su éxito: gente en torno a la treintena de años, desechos de lujo de Madrid y Barça, y una afición extasiada que hace que Mirabilla recuerde a los mejores tiempos de Badalona o Málaga.
Lo que está claro es que los jerifaltes de FIBA debieran ahora ser valientes y adoptar las normas NBA. Los jugadores no estadounidenses que enganchan a esto juegan casi todos en USA –Ginóbili, los Gasol, Ibaka, Nowitzky- y es de presumir que media liga norteamericana desaparezca. Franquicias como Clippers o Bucks estaban “palmando” muchos millones de euros antes del lock out. Un año sin competir puede ser definitivo. 16 equipos NBA, más 16 macroconjuntos europeos. Cuadra.
Completo mi pronóstico ACB: Valencia y Unicaja estarán en Play Off. Valladolid, Estudiantes, Gran Canaria, Fuenlabrada y Cajasol se disputarán las dos plazas restantes. Alicante y Zaragoza vivirán tranquilos y Joventut, Manresa, Murcia, Obradoiro y Lagun Aro se disputarán dos plazas de descenso. ¿Qué hago yo hablando de baloncesto?. Hombre: teniendo en cuenta que Rubalcaba y Rajoy hablan de deporte como está el país no creo que moleste a nadie ¿no?

martes, 4 de octubre de 2011

Rubalcaba: el hombre del piano

Posiblemente uno de los políticos más inteligentes de este país, Alfredo Pérez Rubalcaba pasará sin embargo a la historia como el hombre bajo cuyo mandato se finiquitó la hegemonia del PSOE. Su precampaña, hasta el momento, resulta errática: llega prometiendo soluciones a la crisis -fue vicepresidente del Gobierno hasta hace tres meses- y tras que un compañero suyo perpetrase el mayor atentado contra los derechos de los trabajadores de la historia de la Democracia. Ave, Valeriano Gómez. Los que no tendrán un contrato fijo en su puta vida te saludan, podrían decir miles de veinteañeros.


Rubalcaba es, en efecto, hábil, agil y capaz. Pero ya era ministro cuando muchos no habíamos terminado la EGB que el mismo se cargó siendo responsable de Educación para dejarnos esa caja de los truenos abierta que es la LOGSE. Consecuencias: pongo un ejemplo, que además es real. "Quedé con fulanito en que lo habisáramos", me escribió una vez cierta persona con una licenciatura en Ciencias de la Información. Por tanto, destinada a trabajar con el idioma. Por supuesto, esta persona cree que Fernán Caballero es un machista reconcentrado.


Como el borracho de la canción de Billy Joel, Rubalcaba se aferra al piano, aun consciente de que el sino es su derrota, pero esperanzado en que podrá al menos endulzarla, sacarse un ojo para que el rival quede ciego y no dejar indiferente a nadie. Pero como en Sin City, de mi admirado Frank Miller, el viejo sabe que debe morir para que viva la niña.


La niña, en teoría, es Carme Chacón. Pero a la ministra de Defensa le va a hacer falta mucho temple, pero mucho, para gestionar en la oposición a un PSOE en las peores horas de su historia democrática. Por tanto, apunten otros nombres, como el de un inquieto Guillermo Fernández Vara, o "el que ha de venir", según el club Bildeberg, Bernardino León, para pilotar el PSOE en la oposición y el Gobierno de España a partir, en buena lógica, de 2019.


Pero como en "El hombre del piano", Rubalcaba tendrá siempre guardada una última partitura. La noche, dice la canción, huele a derrota y miel. Pero al final, el viejo pianista vencido por la vida, sonríe; canta como un cisne y alza los brazos triunfantes. ¿Está a tiempo de una partitura mágica?. Hasta el rabo, dice el tópico, todo es toro. Y en el piano, hasta la última tecla, todo es música...