jueves, 18 de diciembre de 2014

Tanto amor puede matar...

En Ceuta tenemos el único foso navegable del mundo construido sobre mar, la obra póstuma de César Manrique y, por si fuera poco, una puerta califal enclavada en las entrañas de las Murallas Reales cuya vista retrotrae a la época de cada una de las civilizaciones que la pisaron. En Ceuta encontramos las huellas de Ulises y Hércules y es perfectamente posible ver una montaña con forma de mujer dormida mientras saboreamos un te a la menta y disfrutamos de alguno de los atardeceres más hermosos del mundo. En Ceuta es estampa cotidiana que las campanas de la catedral se mezclen con la llamada al rezo de alguna mezquita.
En Ceuta, esto nos lo reservamos para nosotros. No por nuestra voluntad, no porque no queramos venderlo, no porque no queramos que se nos conozca como la perla entre el pecho y la garganta del mundo que inspiró al poeta. No nos dejan que la gente descubra por sí sola que somos más que grupúsculos yihadistas, asaltos a la valla y algún desbarre político. Más, mucho más, y mejor.
En Ceuta, tenemos que soportar el acoso y atosigaminto de las compañías navieras. Las mismas que cambian de criterio y de precio como les da la real gana. Las mismas  que anuncian ofertas para épocas tan entrañables como esta y, con la arbitrariedad del impune, cambian a última hora para que a una persona no residente le sea más rentable viajar a según que sitios del extranjero que a esta España inédita. Y en Algeciras me apuesto lo que quieran a que, si nos visita el Levante en estos días, no veremos a tanta oenegé ni a tanto político de sonrisa Profidén haciéndose la foto como ocurre en el Paso del Estrecho cuando un barco llega tarde.
Dice cierto empresario naviero que nos quiere. Que mira por nosotros. "Ocúpate del alma dijo el gordo vendedor de carne", cantaba Sabina. Se nota ese amor: con tres fotos de una pavana y el faro en el puerto de Algeciras o dos columnas en una revista propia de esas que se usan para que el niño dibuje en el viaje y no de más el tostón. Poniéndonos el pie en el cuello en épocas de movimiento turístico. Otra de música:  Brian May, "Too much love will kil you". (Demasiado amor puede matar)...

jueves, 11 de diciembre de 2014

Era un 12 de diciembre...

"Ustedes recordarán, aquella gran levantera que saltó en nuestra ciudad". Doce de diciembre: día olvidado en las entrañas del mar y al que sólo un lúgubre villancico y algunos buenos reportajes mantienen vivo en la memoria colectiva.
Un doce de diciembre, día en el que 64 marineros perdieron la vida, en el hundimiento del Lobo Grande, el San Carlos y Los mellizos. Y algún superviviente qué, como la canción, caminaron el resto de sus vidas con toda la mar detrás.
Es doce de diciembre. Día  previo de comidas con amigos y de compras navideñas. Pero también para mirar a la Almadraba o Santa Catalina y perder un segundo pensando cuantas vidas, en un pesquero, una patera o por una imprudencia, se habrá tragado la más hermosa y traicionera de todas las cosas de la tierra. El mar.