miércoles, 19 de diciembre de 2012

Tito Vilanova y la maldita enfermedad

A veces, una de las peores cosas frente a las que puede luchar un enfermo, es contra el estigma de su propio mal. Aunque sea por causas naturales o biológicas: todos, más tarde o más temprano, seremos otra hoja más arrastrada por el viento. Pero hay enfermedades que suscitan el morbo, el marujeo, el libertinaje para mentes generalmente poco ocupadas y con grandes dosis de aburrimiento. Nada hay que guste más al ser humano que ver caer a su semejante. Algo tan consustancial a la vida como la muerte, la enfermedad o la derrota da alas al mediocre: "ahí va fulanito, con mejor trabajo y sueldo que yo, con una mujer más guapa que la mía y unos niños encantadores. Pero yo tengo salud, gracias a Dios". Doy fe de que he oído esa frase aterradora en más de una ocasión.
Antes, la gente no enfermaba ni moría de cáncer. Tenía "una cosa mala" o una "maldita enfermedad". Aunque sus síntomas fueran conocidos por todos; la familia y el enfermo, celosos de que la intimidad del paciente es fragil como un vaso de plástico, trataban siempre de ocultar lo evidente. No sólo por el morbo; es descorazonador, como trabajador, conocer historias de personas que han visto cerradas las puertas de un empleo porque no era rentable tener a un empleado de salud delicada.
Esto pasa en el mundo de los anónimos. Pero hubo un tiempo en que los famosos, los rostros perfectos e invencibles que nos acompañan a través de la televisión, empezaron a dar el paso adelante. A decir la verdad sin tapujos. A derribar, a golpe de comparacencia de prensa, murallas de aislamiento en torno a enfermos de cáncer, SIDA, bipolaridad o alzheimer. Fueron personas reputadas en sus trabajos; los que nos firmaban el autógrafo también enfermaban como el vecino de la despampanante mujer y los críos encantadores.
Un paso de proporciones impagables, en la lucha contra el alzheimer, de hombres como Ronald Reagan, Adolfo Suárez o Pasqual Maragall. De las historias que el último viernes de cada  mes nos cuenta nuestra "Gente corriente" en Ceuta en la Onda -por si les interesa, esta semana a las 13.10- sobre bipolares, obsesivos y esquizofrénicos. Es decir, sobre Ford Coppola, Isaac Newton o Albert Einstein. ¿Estos también son locos?, cabría preguntarse. De la valentía de Freddy Mercury, Rock Hudson o Earvin "Magic" Johnson: el SIDA dejó de ser una cosa de putas, maricones y drogatas de esquina cuando la gente del papel rosa enfermó de lo mismo.
Y el cáncer. La maldita enfermedad: Luciano Pavarotti, Rocío Jurado, Miki Roqué, Carmen Cerdeira; María San Gil, Utxue Barcos o Esperanza Aguirre. Josep Carreras o Eric Abidal. Y ahora, Francesc "Tito" Vilanova. El hombre tranquilo. El continuador sosegado -quien sabe si realmente arquitecto- de la obra más perfecta que ha conocido el fútbol mundial desde aquel Milan de  Arrigo Sacchi.
Tito ha recaído. Y no lo ha ocultado, pese a sus -lógicos- miedos en torno a sus hijos; a como lo llevarán y asumirán; como serán respetados. Tito, alguien a quien no conozco personalmente pero que parece un tipo centrado y normal, pasará mañana por el quiríofano. Y yo, "merengón" que nunca se sintió tan culé como hoy,  espero que sea para bien. Porque por edad lo merece. Y porque su ejemplo, de triunfador sobre el cáncer y campeón de la vida, puede arrancar aplausos en todas las plantas de oncología del mundo.Y nunca viene mal a tantos enfermos abatidos un espejo en el que mirarse.
Anims y Força, Tito.

martes, 4 de diciembre de 2012

Aquel Madrid, este Barça...

Tito Vilanova ha conseguido, hasta el momento, lo que parecía complicado hace unos meses: que su Barça siga funcionando con precisión de reloj suizo sin echar de menos a Guardiola. Y del mismo modo, la relación entre el Barça y el Madrid parece -afortunadamente- más tranquila y sosegada que hace unos meses. Cierto es que tampoco hay réplica desde Concha Espina, puesto que Mourinho tiene bastante con enfrentarse con el mundo como para distraerse con el eterno rival.
De hecho, el equipo del marqués ha firmado el mejor arranque de la historia de la Liga sobre quince jornadas. Superando, curiosamente, al Madrid de Antic. Sólo la tendencia suicida de muchos directivos impidió que aquel equipo blanco, que no brillaba pero cumplía con creces, acabase levantando algún trofeo esa temporada. Era el año 91/92.  Con bastantes coincidencias como estas:
1) El Barça supera en once puntos al Real Madrid, que suma tres derrotas. A las quince jornadas de la campaña 91/92, los blancos sumaban 27 puntos por los 20 del Barça. Ocurre que entonces los triunfos se premiaban con dos puntos. Por tanto, la diferencia sería la misma que hoy entre Barça y Madrid: 11 puntos. A aquella jornada el Madrid llegaba invicto y el Barça con tres derrotas.
2) En aquella ocasión, el Madrid sólo había cedido dos puntos, ambos en el Bernabéu -sendos empates ante Fútbol Club Barcelona y Real Oviedo-, al igual que el conjunto de Tito. Sólo un empate, precisamente en casa y ante el equipo rival.
3) El Atlético de Madrid emergía como alternativa en aquella campaña. A la jornada decimoquinta, también llegaban los colchoneros como segundos, y también habiendo perdido en campo del tercero. Entonces, el Barça, hoy el Real Madrid. Por cierto, que un rojiblanco -Manolo Sánchez- acabó aquel año como Pichichi. Parece complicado que Radamel Falcao desbanque al final a Leo Messi, pero...
4) El equipo que defendía el título había ganado en verano la Supercopa de España. El Barça de Cruyff se había impuesto al Atlético, y este año el Madrid alzaba el torneo en el Bernabéu ante los culés.
5) José Mourinho afronta su tercera temporada en el Madrid con tres títulos -Copa, Liga y Supercopa- en su haber. Johan Cruyff también había ganado primero la Copa (89/90, 2-0 al Madrid en Mestalla) y luego la Liga.
6) Vilanova sustituye a un mito culé, como jugador y entrenador. Algo parecido le ocurrió a Radomir Antic, que a mediados de la campaña anterior sustituyó en el Bernabéu a un destituido Alfredo Di Stéfano
7) El Deportivo de la Coruña estaba, como ahora,  recien ascendido. El Barça se cruzó en primera ronda de la Champions  con un equipo alemán -el Hansa Rostock- y el Real Madrid, en esta ocasión, se ha visto con el Borussia de Dortmund.
8) El pichichi de la temporada anterior había jugado en el subcampeón. Butragueño en el Real Madrid y "La pulga". en el actual Barça
9) Un equipo se incorporaba, meses antes, al listado de Campeones de Europa tras eliminar al Bayern de Munich. El Estrella Roja de Belgrado alzaba al cielo de Bari su primera Champions meses antes eliminando a los bávaros en semifinales; el Chelsea se proclamó campeón en Münich, precisamente, ante los muniqueses. Ambos ganaron la final en los penaltis; los balcánicos lo hicieron ante el Olimpique de Marsella. Hablando de la Champions: entonces, como ahora, Londres era la sede de la final.
Aquella liga terminó con el Madrid haciendo uno de los mayores ridículos de su historia (el 3-2 de Tenerife) y el Barça ganando Liga y Champions. Evidentemente, no digo que la historia tenga por qué repetirse a la inversa pero, cuidado con las comparativas al final de Les Corts. En conclusión:  hay Liga.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Carta abierta a un fracasado

Editorial -con leves modificaciones- del programa "Ceuta en la Onda" correspondiente al lunes 26-11-12, que cada día presento y dirijo en Onda Cero Ceuta, entre las 12.30 y las 13.45. 101.4 de la FM y www.ondacero.es/directo/ceuta


Muy señor mío:
Nos ha tenido usted, presidente Artur Mas, con el alma en vilo a los que amamos este imperfecto país durante los últimos meses. Este país en el que a algunos no nos sobra nadie, porque entendemos que en el matiz y la diferencia no tiene por qué estar la división, sino el encanto. A los que conocemos su región, por mil causas, y hemos aprendido a quererla y admirarla. Gracias a usted, molt honorable, hemos sentido el escalofrío de la balcanización de España; su discurso mesiánico, victimista y demagógico nos ha recordado, en algunos de sus tramos, al que hace veinte años también pronunció alguien en Europa. Se llamaba Slobodan Milosevic.
Ha buscado usted, por su incompetencia manifiesta para gobernar, el enfrentamiento entre Cataluña y España, sin reparar en las tensiones personales que generaría Su Excelencia entre los millones de ciudadanos que conviven unos con otros; catalanes y charnegos, de derechas o de izquierdas, de tres generaciones o llegados en los sesenta. Le ha dado, absolutamente, igual; sólo importaba su mayoría absoluta. Han hecho ustedes el más espantoso de los ridículos, como pedir a la Unión Europea que amparase a Cataluña ante posibles ataques aéreos de España –como si esto fuera Chechenia-, y se ha intentado apoderar de un sentimiento que le era ajeno, como el del independentismo. Con la fe del converso, Mas el ambiguo intentó manipular a mas de dos millones de personas, envolviéndolas en una bandera y unas consignas para ocultar una cruda realidad: que cierra usted con elecciones el año que empezó cerrando quirófanos.
No le conozco, president, personalmente y créame si le digo que no tengo mucho interés por hacerlo. Pero permítame que hoy me alegre de su espantoso papel, de su derrota sin paliativos, de su ridículo político y personal para los anales de la historia: empezó pidiendo una mayoría excepcional, para luego decir que con lo que tenía se conformaba. Finalmente, doce escaños menos.
No me preocupa el ascenso de Esquerra Republicana de Cataluña; es un partido de grandes subidas y bajadas, coherente –se quiera o no- con su discurso identitario; en épocas de tensión como la que usted ha generado crece y en momentos de sosiego pierde efectivos. Como el PP en Cataluña o como Ciudadanos o CUP, un partido que algunos, hasta anoche, ni siquiera sabíamos que existía: si todo lo condiciona usted al tema único, cuando usted y su partido han llegado a afirmar que la esperanza de vida aumentaría en un 5% en una Cataluña con estado propio, no se extrañe que los partidos con un discurso más contundente en materia de identidad le coman a usted terreno por un lado y por otro. Si me apura, es hasta justo que suban partidos con más trienios y tradición de independentismo que un advenedizo como usted.
Pero lo peor no lo pasó Su Señoría anoche, president. Lo peor le viene ahora: pactar con “esos” de Esquerra de los que usted y los suyos han huido tradicionalmente como de la peste y que ahora son sus únicos aliados posibles en el camino a la independencia o pactar con el PP, que es el que gobierna en Madrid y, por tanto, tiene la pela. Ahora llega la hora de hacer lo que usted no quería: mojarse. En el pecado, lleva pues la penitencia.
Cuando de la identidad se hace programa, y del programa exclusión al que no piensa como uno, el político de turno termina siempre pegándose el batacazo. El “yo soy Cataluña”, como muchos ejemplos de “Yo soy Ceuta”, “Yo soy España” o “Yo soy la convivencia” – y el que no me vote no es catalán, no ama a Ceuta, no es español o es un racista-, tarde o temprano tiene el mismo final: la boca sobre la arena, y la amargura y el rencor por todo sentimiento. En la tierra de Antonio Escobar, aquel dignísimo y ejemplar guardia civil con mando en Barcelona que pagó con su vida cuadrarse delante del presidente Companys el 18 de julio, sabemos algo de eso. Y es por ello por lo que muchos celebramos su ingreso en el club de los cadáveres políticos.

Un saludo, president.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Espías y traidores

La palabra espía, necesariamente, no tiene por qué tener la connotación tan negativa que en principio nos sugiere. Desde que el hombre está en el mundo, siempre ha querido saber que pensaba el de al lado, el de la tribu rival, el del país vecino. El espionaje es el músculo del Estado, queramos o no.
Ha caído en mis manos, merced a una gentileza de su autor, el libro "Espías y traidores", de Fernando Rueda. Menciona a los 25 mejores dobles agentes de la historia, cinco de los cuales eran españoles. Posiblemente, si habláramos de los mejores espías de todos los tiempos la "cuota nacional" se ampliaría al menos en dos: Domingo Badía "Ali Bey", primer occidental en entrar en La Meca, y mi paisana Africa De las Heras Gavilán "Patria", mujer bellísima y con una participación capital, por ejemplo, en el asesinato de Leon Trotsky en Méjico. Juan Puyol "Garbo" -acaso el español más influyente de la pasada centuria- figura, con honores y en páginas centrales, en el libro de Rueda.
La historia de algunos -como la de Robert Hansen- es deleznable; traicionar sentimientos y pasaportes por una cuestión del vil metal o de ego. Pero hay historias verdaderamente conmovedoras; de amor, de gente que quería acabar con el comunismo por puro ideal y sin más ambición material que maderas para practicar esa carpintería que tanto les relajaba, de gente que supo sacrificarse y a la que hoy generaciones enteras de demócratas empezamos a descubrir y admirar.
Hay algunos que aún están con nosotros, y que aún sienten el sudor frío cuando escuchan pasos detrás suya. No quiero ni pensar que habrá sido de quien seññalara a los norteamericanos el lugar donde se escondía Osama Bin Laden, por ejemplo, ni que sería de algunos infiltrados en la Mafia si se descubriera quien pegó el chivatazo en las detenciones de Bernardo Provenzano o Totó Riina.
La labor del espía, silenciosa y callada, debe ser ingrata. El ver como hay gente que se pone una medalla a costa de su pellejo. La amargura de saber que se irán al otro lado y nadie les dará una placa. En los últimos años, hemos vivido el desmantelamiento de la mayor pesadilla colectiva de este país en medio siglo. A algunos dobles espías, traidores, les estaremos siempre eternamente agradecidos. Algún día, Mikel Lejarza "Lobo", y sólo Dios sabe cuantos como el, tendrán el reconocimiento debido...

jueves, 27 de septiembre de 2012

¿Quo Vadis, PSOE?

Sabido es que, con lo calentito que se está en el Gobierno, pasar al frío de la oposición suele ser difícil e incómodo. Sabido es que España es un país de tradición conservadora. No política, sino social: en democracia, no ha habido un sólo presidente que no haya renovado, al menos, un mandato y sabido es que una vez que te bajas del escenario, duele ver como las luces y los flashes van para el actor que te ha quitado el papel principal.
Ahora bien, la situación del PSOE empieza a ser extremadamente preocupante. No sólo para los socialistas, sino para España. En unas horas cruciales para este país, con Madrid desangrándose entre revueltas, la versión catalana del Plan Ibarretxe y los hombres de negro desembarcando, se echa de menos un partido de oposición fuerte y estable. Es necesario que el Gobierno de turno tenga mayoría y libertad para cumplir con el mandato otorgado por los ciudadanos. Pero no menos que enfrente tenga una formación con músculo  y dinamismo.
El otoño trielectoral que se nos avecina -Galicia, País Vasco, Cataluña- dejará al PSOE en el peor de los inviernos. No sólo no logrará aumentar o mantener sus gobiernos autonómicos, sino que sinceramente albergo serias dudas de que vaya ni siquiera a ser segunda fuerza política. Cantado parece que Bildu superará a los socialistas en Euskadi, pero no sería descartable tampoco que el PP en Cataluña y el BNG en Galicia accedieran, en detrimento de los del puño y la rosa, al segundo escalón del podio.
Recuerdo una frase de la pasada campaña electoral:  "Cuando yo iba a la universidad, Pérez Rubalcaba era ministro. Ahora que va mi hijo, lo sigue siendo". El principal error del PSOE estriba, probablemente, en tener miedo a la renovación interna tras el cataclismo de 2011. No sólo en las Generales -era previsible- sino en su verdadera tragedia, que es la pérdida de feudos territoriales en una España cada vez más "taificada". Castilla La Mancha, Extremadura, Aragón; Barcelona, Elche, Las Palmas o Gijón siempre fueron feudos socialistas. Ahora, al PSOE sólo le quedan Asturias -suicidio político de Alvarez-Cascos mediante- y una Andalucía donde necesitó la siempre incómoda presencia de IU para formar coalición. El PSOE ha perdido todo debate; el de la identidad en Cataluña -donde sólo PP y ERC mantienen una postura coherente consigo mismo desde la noche de los tiempos-, el de la transición a la paz en Euskadi -decir, justo es,  que finalmente Basagoiti resultó peor compañero de viaje de lo que apuntaba- y el de su renovación en Galicia. Y Ferraz no puede seguir escudándose en la magnitud del golpe recibido para empezar a reaccionar: resulta sinceramente triste ver hablar de cargas policiales a quien fue ministro de Interior o criticar recortes a quienes, por primera vez, aminoraron el sueldo de los funcionarios. Si, es cierto que el PP deja en anécdota aquella "zapaterada". Pero recuerden lo que es el liberalismo económico y al menos reconozcamos que esto está en el ADN "pepero". Mientras, el PSOE sigue empeñado en vender arena en el desierto.
Supongo que los socialistas volverán a gobernar este país y muchas de las autonomías o municipios antes mencionados. Doy por hecho que muchos dirigentes regionales del PSOE se han visto -y verán- castigados en las urnas por "errores de conjunto". Pero tras que se fuera Zapatero, en la casa sólo ha quedado una foto en blanco y negro: Rubalcaba -un señor a las puertas de la jubilación-, los restos del "miembrismo" y poco más. La disidencia fue aplastada hasta matar toda semilla de debate interno.
Insisto: me preocupa el PSOE cómo hace años me preocupaba el PP. Porque desde que un presidente entra en el cargo, es necesario mirar a quien aspira a sucederle. Y no parece claro que Rubalcaba regrese a Moncloa para quedarse; ni siquiera apostaría  mucho a que el ex vicepresidente será candidato en 2015. Me imagino más a cierto alcalde de ciudad imperial o cierto miembro de club con nombre de hotel e hijo de naturistas.
Con un Gobierno desbordado, una calle en franco divorcio con sus instituciones y la economía del país con lo puesto, el principal partido de la oposición ni está ni -es lo peor- se le espera. No me resisto a pensar que este es el caldo de cultivo perfecto para un partido de extrema derecha. Que es justo lo que le falta a este país para que, una vez más y después de cuarenta años, Europa vuelva a empezar en los Pirineos....

martes, 25 de septiembre de 2012

Messi, Cristiano: Iniesta

Dentro de poco, la FIFA anunciará los candidatos al Balón de Oro 2012. Ya saben: aquel certámen del que la leyenda dice que una vez premiaba a los mejores jugadores del año en curso y que actualmente premia a los que más camisetas venden. Con estos premios, me ocurre lo mismo que con los Oscars: nadie duda que Katherin Bigalow tuviese calidad suficiente como para llevarse la estatuilla dorada. Lo que llama a la desafección al premio es que tenga el Oscar que no lograron Hitchcock, Welles o Chaplin.
Nadie duda, por tanto, que Lionel Messi o Cristiano Ronaldo serían magníficos balones de oro. Pero que nadie discuta  que hay más jugadores que, al margen de ambos dos, merecen tal premio. Sobre todo -y aquí entramos en el terreno exclusivo de mi opinión personal- ninguno de los dos es el mejor jugador del mundo y ninguno de los dos ha sido el mejor jugador de 2012.
Si de mi dependiera, el Balón de Oro 2012 quedaría del siguiente modo:
   -Balón de Bronce para Didier Drogba. El fútbol también debe premiar la épica. Y algún día hablaremos de la legendaria actuación del marfileño en la pasada Champions. Cierto es que el Chelsea es el campeón europeo más gris y aburrido que se recuerda desde el PSV de Hiddink o el Milan de 2003; la escasa calidad que atesora en sus filas se ve sepultada ante el peso de la pizarra y el resultadismo más extremo, quizá fruto de las urgencias históricas de su propietario y la mala trayectoria liguera del pasado año. Pero Drogba se alzó como el gran referente, la gran pesadilla para sus rivales, e hizo del arreón final un instrumento para que la "orejona" resida por primera vez en Londres. Justo el año que menos se esperaba. Sería, de paso, un reconocimiento para uno de los grandes clubes de lo que llevamos de centuria.
   -Balón de Plata para Andrea Pirlo. A la hora de hablar de Diego Armando Maradona, siempre se dice que ganó el sólo el mundial de Méjico 86. Pirlo no es como El Pelusa, pero igual mérito le corresponde: sin sus pases medidas, sin su manera de ver el centro antes siquiera de que el balón le caiga, sin sus escasas pero certeras apariciones en el área contraria, hubiera sido imposible ver a Italia ganando el campeonato de 2006. Ni pujando por la Euro de este año, donde sólo la mejor España que se recuerda impidió al mediocentro italiano coronar con éxito la lección de fútbol y de dirección que dio en cada partido del máximo torneo continental. Pirlo ha sido, además, el motor para que la Juventus de Turín, la vieja y necesaria señora, volviera a ganar una liga tras la vergüenza del descenso administrativo y el trauma de la Segunda. De Pirlo se puede decir lo mismo que de Norman Bates: cada vez que aparece en pantalla, sabes que va a pasar algo.
   -Balón de Oro: No tiene carisma. Ni se le conoce más anuncio que el de una marca de helados. No se prodiga más allá de lo necesario en los medios de comunicación. No alardea en público. No da importancia al reconocimiento individual. Simplemente, sabe que tiene un trabajo y lo hace de maravilla. Pero el hecho de aparecer frío e indiferente ante los galardones, no es óbice para que  reciba, al fin, el premio al mejor jugador del año. Méritos ha hecho de sobra: ganó España el mundial con un gol suyo y durante la Eurocopa no anotó, pero movió al equipo como sólo los dioses saben hacerlo. Dice que pudo escuchar el silencio cuando batió a Sketelemburg en Johannesburgo. Yo no lo conozco personalmente, pero me lo creo. Lo que distingue a los grandes de los enormes es que estos aparecen cuando al resto le flaquean las piernas. Y Andrés Iniesta nos tiene acostumbrados al gol o a la genialidad cuando el tiempo apremia y la navaja acaricia la garganta. Y, a diferencia de otros, cuando el brilla lo hacen no sólo su club. También su selección. Por tanto, y desde el respeto hacia otros como Casillas o Xavi, ya es hora de que al mejor combinado de la historia de Europa se le premie en el único terreno donde no llegan los goles: el de los despachos, asesores de imagen y jefes de ventas. El del Balón de Oro.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Mis películas favoritas (III): La Palabra

Esta serie de artículos NO es un compendio de las mejores películas de la historia del cine; son, con quien las quiera compartir, una serie de reflexiones sobre el modesto gusto de este bloguero. Advierto que pueden incluir elementos de la trama; si alguien no las ha visto, que no siga leyendo

No se preocupen; yo tampoco había escuchado hablar de ella. Pero el caso es que una visión casual de "Qué grande es el cine" con el que José Luis Garci homenajeaba al séptimo arte en el centenario de su nacimiento, me sorprendió, me dió de bruces y me dejó boquiabierto ante una cinta más venerada en el mundo de las academias que entre el gran público. Si alguien dice sentirse impresionado por una película danesa de 1955, seguramente sea tildado de esnobista, de friki o de intelecualoide. De los tres epítetos, quizá tenga servidor algo del segundo. Pero el cine, como la buena música, no tiene edad ni pasaporte. Y esta obra maestra, sin ningún tipo de dudas, lo demuestra.
Ordet o La Palabra en castellano es un cántico a la vida, a la esperanza, a la resurrección. No tiene grandes diálogos ni frases memorables; yo mismo no sabría decirles el nombre de uno sólo de los actores protagonistas. Pero si el de su director. De pie, por favor, y en posición de firmes. Carl Theodor Dreyer.
                                                    
De todas las interpretaciones de Jesús de Nazaret que nos ha dejado el cine, quizá esta sea la menos conocida por el gran público. Porque el personaje central de la trama -un seminarista que de tanto estudiar los evangelios termina por creerse Cristo- es una suerte de Cristo viviendo en la campiña danesa del siglo XX las penurias padecidas por el Rey de Reyes en vida.
Incomprensión, desprecio, marginación, rechazo. Todo esto lo experimenta Johannes, protagonista dignamente secundado por su padre y hermano,  con la división dentro del cristianismo entre católicos y protestantes como telón de fondo. Es una triste historia con final feliz: si la han visto recordarán, y si no lo han hecho no se la pierdan, la escena final con el faro del coche de fondo. Analogía de la vida con algo tan insignificante en estado puro.
Probablemente, Ordet sea la gran olvidada de las listas de grandes películas de todos los tiempos. Las prestigiosas revistas que año tras año encumbran a Vértigo o Ciudadano Kane no tienen hueco en sus páginas para una lección de fotografía magistral, para el reflejo de un Cristo en el que algunos creemos: alejado de los templos donde aún siguen los mercaderes, próximos a los niños y a los que sufren. De no haber sido danesa, y llevar pasaporte británico o estadounidense, no les quepa la menor duda que alguno de esos venerados críticos la incluiría. De momento, aparte de Garci, creo -es broma- que esta película sólo la hemos visto otro "dreyerista" convencido como Leonardo Campoamor y yo. Por eso la comparto. Porque, como el cine y la buena música, la esperanza y el optimismo no tienen edad ni pasaporte. Para el cine, Belén se encuentra en Dinamarca desde 1955...

martes, 18 de septiembre de 2012

Carrillo, Fraga: España

A la hora de elaborar el resumen de 2012, los periodistas e historiadores tendremos la obligación de mencionar, en el capítulo de ausencias, las de dos hombres que han encarnado hasta el último momento las dos Españas. En este siglo han sido derechas e izquierdas, pero siempre nos ha gustado la división: carlistas y liberales, afrancesados y no, moros y cristianos. España es un país de grandes entierros, dijo Pemán. Quizá porque es una nación que lleva el cainismo en el ADN. Recuerdo la frase de un buen amigo y seguidor de este blog: "Desde Isabel la Católica, nadie ha unido tanto a este país como Andrés Iniesta".
Manuel Fraga se fue en enero, ocho meses antes que Santiago Carrillo, que además era ocho años mayor que su íntimo enemigo. Y ambos no son inocentes al juicio de la historia: Carrillo, en efecto, tuvo un papel como mínimo sospechoso en Paracuellos del Jarama. Pero no olvidemos como se llamaba el ministro de la Gobernación cuando Enrique Ruano se caía por los ventanales.
Fraga y Carrillo han representado el mismo papel. El de portavoces de bandos en una guerra fraticida, pero que, en la madurez política y personal consideraron que había que dar marcha atrás. Ambos conocían lo que era la Guerra Civil; por ello ambos sabían que era importante ceder para que, sobre todo, los que viniésemos después pudieramos respirar algo parecido a la libertad y la concordia.
Ambos sabían que agitar banderas al viento podía no sólo mover conciencias, sino también incitar a disparar armas. Pertenecieron a esa suerte de hombres criados en la cultura del odio que al final terminaron por encontrarse, mirarse a los ojos y firmar un pacto entre caballeros. Para cumplirlo, además.

 No fueron sólo ellos. Tarradellas, Tarancón o Gutiérrez Mellado, entre otros, hubieron de hacer grandes sacrificios; renunciar al todo por garantizar una parte. Ese es su legado. El pasaporte de ambos hacia la absolución. Y la lección que cabe extraer de sus palabras, de sus hechos, para los que andamos ahora inmersos en una crisis que sólo Dios sabe donde nos llevará y en una generación que trata de reescribir, absurda y peligrosamente, la historia de la que ellos fueron protagonistas.
Los que creemos en la democracia, en los valores cívicos que hacen de este el sistema menos malo de gobierno, podemos tener tantos motivos para odiar como para venerar a ambos. Yo estoy en medio, ideológicamente, de los dos. Dijo Pedro Ruiz que la izquierda arruina a los pueblos y la derecha los explota. Por tanto, la virtud está en el termino medio. En Voltaire; ("No comparto lo que usted dice, pero daría mi vida por su derecho a decirlo") y en el legado de dos hombres que dejan, si cabe, más huérfana de referentes nuestra democracia. Y dos hombres a los que quiero testimoniar mi respeto, pese a que Ceuta y los ceutíes no merecieran el mismo para ninguno de los dos en aquellos convulsos años 70. Pero esa, es otra historia. La que nos es común, la que nos legaron desde la altura de miras, se llama democracia. Gracias, por todo, y pese a todo.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Mis películas favoritas (II): Bienvenido, Mr. Marshall

Esta serie de artículos NO es un compendio de las mejores películas de la historia del cine; son, con quien las quiera compartir, una serie de reflexiones sobre el modesto gusto de este bloguero. Advierto que pueden incluir elementos de la trama; si alguien no las ha visto, que no siga leyendo.

Los censores son, definitivamente, una especie burda e ignorante. Tal es el caso que durante muchos años en España se vió alterado el guión de Casablanca porque el personaje de Rick había luchado del lado de los republicanos, pero sin embargo se les coló inexplicablemente la mejor crítica, la más ácida sátira del franquismo y sus consecuencias. Condenaron al ostrascismo al bueno de Bonet de San Pedro por interpretar que Rascayú era una alusión al del brazo incorrupto de Santa Teresa, y no supieron oler, ni de lejos, que la más magistral de las cintas jamás rodadas en España -y una de las más grandes de toda la filmografía mundial- era un alegato contra el aislacionismo, un escaparate mordaz y ridículo de un país con suficientes traumas para sonreir aún en aquellos cincuenta.
Dwight Eisenhower fue un hombre con una especial sensibilidad hacia nuestro país. Antes de que Bill Clinton bailase la Macarena, ya eligió como sintonía de campaña El Relicario, en un hábil guiño hacia un voto hispano cada vez más influyente. Mientras, en El Pardo suspiraban porque el Plan Marshall llegase a España. Los americanos, guapos y sanos, traerían el dinero que no había merced al fraticidio de finales de los 30. Y en esas, Francisco Franco ya no era el malvado dictador al que muchos norteamericanos habían combatido como brigadistas internacionales. Era un elemento clave para frenar el comunismo. Y en esas, Ike llegó a Madrid.
Cuentan que en su paseo por Madrid, al margen de carteles como "I Like Ike", el general que lideró el desembarco en Normandía fijó su atención en un cartel: "Bienvenido, Mr. Marshall". Cuentan que mostró su enfado porque aún no se había decidido que tal acción llegase a España. Y cuentan que al presidente le contaron que era cosa de unos muchachitos que hacían cine.
 
Unos muchachitos, comandados por Luis García Berlanga, que presentaron a España como una aldea de catetos, tan ignorantes como tiernos e ilusos, esperando que llegase el maná en forma de dinero. Si El Quijote es, en la literatura, el mejor retrato del carácter español, su réplica y continuación en el cine es la cinta rodada en Guadalix de la Sierra. Lugar que luego acogió el esperpento aquel de Gran Hermano. Pero esa, es otra historia.
A un insignificante pueblo perdido en cualquier lugar de la Meseta, llegan noticias de que van a venir los americanos. Y entonces, Berlanga  -en magistral colaboración con Miguel Mihura y Juan Antonio Bardem- saca a relucir la España profunda. El alcalde, el cura, la maestra, el intelectual del pueblo  cuyo tío abuelo estuvo en América y que protesta por el evento tanto como desea participar del mismo, el representante de artistas que engañaba a los aldeanos con una supuesta estrella mundial de la copla como si de cristalitos de colores en una aldea zulú se tratase... Dios Salve a Berlanga.
Para colmo, nos deja detalles como una absurda e inmortal canción. Aeroplanos conservados en frigidaire (frigoríficos). Virginia, Michigan y Texas que, no está mal. Y por supuesto, la desolación final. Los americanos pasan, pero lo hacen de largo y por espacio de unos minutos. De nada sirve que el alcalde -enorme José Isbert-  se haya tragado no se cuantas películas del oeste. De nada sirve la fuente de colores ni el patio andaluz en que se convierten las calles del pueblo. De nada sirve que la gente haya soñado con tractores para dejar las duras tareas del campo, o que las mocitas más presumías se hayan deshecho de sus mejores prendas esperando la seda yanqui. No. Los americanos pasan de largo.
No es sólo reirse, que también, de la cómica historia. Es también llorar, emocionarse, ver que, en efecto, somos así de ridículos. Berlanga, sátiro por excelencia, deja para la inmortalidad un largometraje cuya visión es más dulce y admirada conforme pasan los años. Bienvenido Mr. Marshall es nuestro Ladrón de Bicicletas, nuestro Nacimiento de una nación. Es nuestra obra maestra. Y, posiblemente, una de las grandes hazañas del cine, como dijo Pepe Sacristán en un homenaje al fallecido director al que tuve la suerte de asistir en San Lorenzo de El Escorial, de cualquier director en cualquier tiempo y lugar. Y si creen que exagero, prueben a verla y luego a compararla con el revuelo generado, casi sesenta años después,  por la  reciente visita de Angela Merkel.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Mis peliculas favoritas (I). Candilejas

Esta serie de artículos NO es un compendio de las mejores películas de la historia del cine; son, con quien las quiera compartir, una serie de reflexiones sobre el modesto gusto de este bloguero. Advierto que pueden incluir elementos de la trama; si alguien no las ha visto, que no siga leyendo.

Dijo alguien que las mejores películas de amor son aquellas que no tienen un final feliz. Candilejas ( Charles Chaplin, 1952), ratifica desde luego tal teoría: la más formidable historia de amor del séptimo arte no es, en si, una narración en la que el chico y la chica acaban dándose el si quiero en una iglesia. Antes al contrario, es un canto a la vida: a la esperanza, a la desazón, al relevo generacional, a la muerte.
Charles Chaplin incluyó, a buen seguro, tintes autobiográficos en esta cinta. De entrada, se ambienta en el Londres de su infancia, en la capital que asistía al nacimiento de un siglo en el que el Reino Unido cedería definitivamente su liderazgo mundial con respecto a la URSS y EE.UU. No sólo eso: el payaso en el que se inspira la película fue real. Marcelino Orbés, aragonés de nacimiento, pasó por ser una de las principales estrellas de Broadway hasta que los nuevos gustos de cada generación le hicieron parecer soso, anticuado y acabar sin trabajo. Una mañana, en la modesta habitación donde malvivía, terminó con su vida.
El autor también nota como ha perdido parte de gracia. Ya no es el niño irreverente que ha puesto de los nervios al judaísmo más ortodoxo -pese a ser hebreo- ni aquel payaso inspirado, precisamente, en Orbés que fuera estrella de los primeros años de Holywood, que permitiese a su autor firmar contratos multimillonarios o fundar United Artist. La voz ha llegado al cine, y Charlot pertenece al baúl de los recuerdos. Todo en Candilejas, pues, es melancolía.

                                         Chaplin y Claire Bloom

Chaplin se desnuda y aparece como un hombre maduro, cuyo reloj biológico le lleva a la conclusión de que sus mejores tiempos ya pasaron. Y en base a eso, a la nostalgia, al recuerdo del aplauso, el beso o el champán pagado por ajenos, gira la película.
Obtiene su perfecta réplica el personaje de Calvero en una desvalida y derrotada Claire Bloom, que trata de acabar con su vida cuando esta, apenas, ha principiado. Y del encuentro casual entre el payaso olvidado y la bailarina que exhibe bandera blanca  nace la historia de amor.
Calvero tiene, efectivamente, mejor final que Marcelino. Es en un teatro, en una desgarradora escena final donde exige que sus últimos minutos de vida sean para ver bailar a la joven que ha supuesto un soplo de aire fresco, un empujón hacia delante en el momento menos esperado. Calvero, en el momento de la muerte, halla también su triunfo: sabe que al final el público tendrá siempre sus favoritos, generación tras generación, porque la vida tanto del hombre como del artista es, a fin de cuentas, como una candileja que se enciende y apaga cada vez.
Secundado (magistralmente) por Buster Keaton o su propio hermano Sidney, Chaplin deja además una gran banda sonora, que recibió el Oscar veinte años después de su estreno. El motivo era el destierro que en plena caza de brujas sufrió el actor británico de Estados Unidos, lo que impidió que su largometraje se exhibiese en las salas de cine norteamericanas hasta dos décadas después. Y frases tremendas.
"El tiempo es el mejor autor; siempre encuentra el final perfecto", asegura el personaje en un momento de la cinta. Y no falta razón al eterno derrotado, que siempre fracasa en el intento pero que vuelve a la carga al día siguiente. Chaplin o Calvero -tanto monta, monta tanto- sabe que, efectivamente, el mundo va  a seguir girando después de nosotros como lo hacía antes de nuestro nacimiento. Aporta dosis de extremo realismo: su romance es imposible, por la diferencia de edad, de parececeres y de aspecto físico, y trata de pasar de modo discreto a un segundo plano. Por primera vez en su vida, Calvero quiere pasar desapercibido. Pero hasta en esto, fracasa. A fin de cuentas, como dice el propio personaje, es corazón contra razón...

martes, 4 de septiembre de 2012

De rodillas por Concha Espina

Cristiano Ronaldo está triste y en su club saben por qué. Es la frase que atormenta, apasiona y tiene en vilo a la inmensa mayoría de periodistas deportivos de este país. Y aficionados al fútbol ¿qué le puede pasar a alguien que es, como el mismo dijo, magistralmente bueno, guapo, rico y famoso, para no celebrar sus goles?.
El hecho de estar bendecido por todas las suertes posibles no exime a una persona de tener momentos de bajón. Por tanto, de la condición de persona. Al astro portugués, es cierto, que se le ha buscado una salida de tono desde que llegó al Madrid. Aún recordamos como se rasgaban las vestiduras algunos cuando se gastó en una noche lo que yo ganó en un año en botellas de vino en compañía de Paris Hilton, esa intelectual. Nada que objetar: estaba en su tiempo libre y se estaba gastando su dinero como más le parecía.
El problema del ciclón de Madeira, acaso uno de los delanteros con más prestaciones de la historia del fútbol, es que el Real Madrid se le ha venido encima. Llegó a un Bernabéu ávido de títulos, de héroes a los que encomendarse tras una serie de contínuas humillaciones vestidas de azul y grana. Guapo, rico, famoso y cincuenta goles por temporada. Demasiado bueno como para controlarlo.
Y el problema de Cristiano es que nadie se ha parado, en serio, a explicarle lo que significa esa camiseta. Nadie le ha hablado de quien era Santiago Bernabéu: capaz de rescindir el contrato de un jugador porque se mofó de la tortilla de patatas que un humilde cocinero belga había perpetrado como homenaje al club blanco. O que prohibió a los jugadores llevar grandes coches a los entrenamientos: la gente que pagaba por ver a sus estrellas ejercitarse no vestían de Armani, sino que eran obreros que salían de la fábrica y se paseaban por la vieja ciudad deportiva. O sea: nada de ostentaciones con el sagrado jugador número 12.
Cuando los clubes pierden su identidad, ganan títulos, pero algo se queda por el camino. El Barça de Joan Laporta fue, en efecto, imperial. Pero el respeto que merecían su historia y el asombro que despertaba su fútbol se diluían por la alcantarilla a cada numerito independentista del ex presidente. El equipo que, en efecto, es más que un club es demasiado grande, demasiado respetable, como para hacer proselitismo del signo que sea desde la zona noble del Nou Camp. Joan Gaspart era, en lo deportivo, el presidente que todos los merengues queríamos para el Barça. Pero merece respeto que desechara hacer carrera política en el Partido Popular por no mezclar al club blaugrana en cuestiones de urnas y votos. El Barcelona estaba por encima de eso.
Al Madrid le pasa lo mismo. La cantera blanca no sólo emigra sino que se prefiere traspasar a la gente de Valdebebas a saldo de ganga para traer a medianías llegadas de equipitos de la Premier sólo por el hecho de que tengan apellido exótico y hayan jugado dos partidos en una Eurocopa que ganó España en parte gracias a ex canteranos del Real Madrid. La prensa "afín al movimiento" prefiere votar en un premio por un portugués que por el mejor jugador del mundo, que es español y se llama Andrés Iniesta. Para vergüenza de quienes admiramos la majestuosidad del club blanco. Su presidente habla en privado de la evangelización blanca de los cinco continentes y las pretemporadas se realizan a miles de kilómetros de España, con millonarios pagando auténticas fortunas por retratarse junto a los jugadores en un increíble campo de golf.
Ese es el problema de Cristiano Ronaldo. Qué el Madrid es, títulos aparte, un equipo desnaturalizado, apartado de sus valores y orígenes, que le hicieron eterno e inmortal. Por tanto, concluyo que el astro portugués no debe ser el único culpable: también quienes le han dorado la píldora para hacernos creer que no sólo estamos ante un futbolista excepcional, sino ante el último ser vivo del planeta Krypton cuya nave espacial pegó el carajazo en Madeira y no en Smalville. Si Cristiano visita a un compañero en el hospital, tiene cincuenta cámaras alrededor. Que Cristiano se hace una foto con un grupo de crios, se nos vende a la ternura hecha futbolista.  Que gana en unos largos nadando a cualquiera de sus compañeros, no hay problema: el fotomontaje CR9 vs Michael Pheps está servido.
Real Madrid y Barcelona serán más grandes como clubes cuanto más normales sean los tipos que integran sus plantillas. Me comentaba hace poco Javier Imbroda que era difícil dar con alguien como Pau Gasol: al mejor jugador europeo de la historia le adornan una serie de virtudes al margen de las baloncestísticas que hacen de el una rara avis. Empezando, según la cualificada opinión de mi paisano de Melilla, por la sencillez y la humildad.
Cristiano Ronaldo se irá. Pero no será una tragedia. La leyenda del Real Madrid está grabada a fuego sobre remontadas imposibles, luchas en el barro. El Madrid fue grande con Di Stéfano, pero también con Breitner, Hugo Sánchez, Butragueño, Raúl, Zidane o Roberto Carlos. Ellos aumentaron el palmarés del Madrid, pero fue llevar la camiseta y el escudo del Madrid lo que les hizo grandes a ellos. Y cuando este Madrid de reyes desnudos y aduladores vuelva a mirarse al espejo y hacer bandera de si mismo, seguirá siendo grande. Como dice un buen amigo y seguidor de este blog -culé, por cierto-, si se es jugador  a Concha Espina hay que entrar de rodillas.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Y sin embargo, se mueve....

Editorial del  pasado 31 de agosto del programa "Ceuta en la Onda", que presento y dirijo de lunes a viernes de 12.30 a 13.45 en Onda Cero. 101.4 de la FM y www.ondacero.es/directo/ceuta

Hay varias maneras de ver una ciudad. Desde el punto de vista de la mera contemplación, si no lo han hecho les recomiendo encarecidamente que se suban a bordo del Desnarigado, esa entrañable barcaza reconvertida en un coqueto guía de Ceuta, su historia y sus lugares perdidos hasta tal punto que sólo es posible admirarlos desde el mar. La batería del pintor, el viejo molino portugués, la escalera imposible que une El Sarchal con su playa o los isleros de Santa Catalina donde tantas historias de agua y tragedia se han escrito se abren a la curiosidad tanto del visitante como del ceutí de una manera que, insisto, resultaría complicada desde tierra.

La otra visión que puede ofrecer Ceuta es pisándola: palpándola, viviéndola. Tardando media hora en recorrer el Revellín; te paras con uno, hablas con el otro, te encuentras con aquel de allí que te cuenta algo, ya sea un chascarrillo o un rumor. A veces, les prometo que ser periodista en Ceuta no exige más que estar en la calle y tener los oídos abiertos.

Pasado mañana se conmemora el Día de la Autonomía, sin presidente ni consejero de Presidencia de comunidad alguna que nos acompañe este año. Se premiará a dos instituciones que, con sus fallos como toda obra humana, representan valores tan elevados como el saber, en el caso del Instituto de Estudios Ceutíes, o el ayudar, en el de Nazareth.

Y llegados al momento del 2 de septiembre, toca por tanto turno para el balance y el análisis. Ceuta, decididamente, está mal, en una encrucijada, en una situación de indefinición política, social y empresarial que sólo Dios sabe como terminará. En efecto, el futuro ya no es lo que era.

El largo plazo es medio y el medio es pasado mañana. Así somos, así nos va. Tenemos más parados que losetas y un tejido social roto en mil pedazos, friccionado a base de guerrillas de taifas que nos han dejado una ciudad en la que encontrar nexos de unión entre todos sus habitantes es, ciertamente, misión imposible.

Como les digo, desde el ámbito del paisaje Ceuta es una ciudad única. Subir a San Antonio y contemplar los mejores atardeceres del mundo sirve para reflexionar, con el sol muriendo en la Mujer Muerta, y preguntarnos que somos y, sobre todo, hacia donde puñetas vamos. No hay, objetivamente, muchos datos para el optimismo, salvo la tendencia del ser humano a repetir su propia historia.

Y es que desde que el primer Neardenthal llegara a la Cabililla, siguiendo por meriníes, romanos o portugueses, siempre hemos sido así. Improvisando, ideando a cada momento, decidiendo sobre la marcha. No es bueno, pero es nuestra manera de ser. Llevamos años diciendo que "el día en que pase algo", pero nunca ocurre ni ocurrirá.

Ceuta se tambalea. Mentira. Nunca estuvo firme. Siempre de un lado a otro, variando tanto como el viento que la despierta cada mañana. Siempre envuelta en convulsiones, mirando hacia sus adentros. Siempre con esa personalidad por matizar: a veces creemos que somos el ombligo del mundo y a los diez minutos nos comportamos como cualquiera de un pueblo profundo. Pese a todo, tiene encanto. Y, por tanto, hay que confiar en ella. ¿Por qué?. Porque como diría Galileo, y sin embargo, se mueve.

viernes, 31 de agosto de 2012

Marbella y el fuego

Tengo familia marbellera. Lo de marbellíes fue un invento chic, de mediados de los 70, buscando un gentilicio más moderno y menos de pueblo. Lo de marbellíes fue, a fin de cuentas, para ir denominando a todos aquellos que iban llegando, poco a poco, a la localidad costasoleña y que se sentían poco identificados con los nativos del pueblo: pescadores, albañiles, gentes de mil oficios.
Me hablaba mi madre, en una ocasión, de la Marbella que fue. La de los sesenta. La de las tasquitas en la Plaza de los Naranjos. El pequeño pueblecito al que se iban acercando, ya por entonces, algunas celebridades buscando aislarse del mundo. De ahí que me venga a la cabeza una frase de Lolita Flores: "No voy a Marbella porque no es la que conocí".
La Marbella que todo el mundo conoce es la de los yates en el puerto, la de los petrodólares -con un tal Osama Bin Laden viviendo noches locas a la orilla del Mediterráneo-, el famoseo más pedante y petardo y Jesús Gil. Bastó que este último y sus adláteres  prometiesen que Ceuta sufriría un cambio como el de Marbella para que, en frío, decidiera que aquello no iba conmigo. Porque aunque ahora nadie parezca haberles votado -serían los avatares, en una  peculiar versión primigenia de la peli de James Cameron-, en Ceuta goberno el G.I.L. Y, se quiera o no, Antonio Sampietro fue alcalde de mi pueblo.
La Marbella de los marbelleros, en la que se crió y fue preso -cosas de la guerra-  mi abuelo, fue bastante más sencilla. Gente que tiene poco, pero sudado; hombres que sellaban tratos con un apretón de manos y que en su fuero interno considerarían de mal gusto aquello del notario.
Nunca me gustó esa Marbella de impresionantes chalets, descapotables y casas de restauración rápidas. Nunca me gustó esa Marbella de modelos, famosos de medio pelo y excentricidades. Porque me hablaron, y yo conocí sus restos, de una Marbella humilde, obrera, familiar.
Marbella ardió en el fuego una y mil veces: el fuego de la corrupción -que ahora se extiende por toda España-, el fuego de haberse convertido en una pequeña Sodoma, el del cobijo de personajes a los que ninguno querríamos por yerno. El fuego del dinero fácil, de la especulación y el desarrollo mal entendido.
Hoy, arden Marbella y sus alrededores. Fisicamente. Municipios como Coín, Ojen o Alhaurín, el hermoso Alhaurín, vuelven a ser portada pero no por las corruptelas o las tetas de tal petarda, sino porque el hombre sigue siendo el ánimal más imbécil del mundo. El único que trabaja para comer, oculta su desnudez o  es capaz de matar a sus hijos y quemar sus montes por una venganza.
Me duele la Costa del Sol, como me han dolido León, el Ampurdá o Valencia este verano. Me duele pensar que, en el fondo, seguimos siendo la España negra: ya no matamos al clan rival en Puerto Hurraco, pero porque nos da la gana o por putear al alcalde quemamos siglos de vegetación.
Dicen que el fuego purifica y que de las cenizas hacia arriba sólo se puede construir. Estoy convencido de que así será. Marbella, la de los marbelleros -madrugón, ducha rápida, cafelito y a currar- lleva décadas demostrándolo.

jueves, 30 de agosto de 2012

De quijotes y periodistas extanjeros

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiso acordarse el manco inmortal, ha mucho tiempo que vivió un hidalgo de los de lanza en astillero. Cuyas andanzas por la febril imaginación de Miguel de Cervantes fueron, y siguen siendo, el mejor de los retratos de esta cosa llamada España, que cultiva la veneración por los perdedores y que encuentra cierto punto romántico en la derrota y la melancolía.
El quijote era un ser, en efecto, ridículo. Poseídas sus entendederas por las lecturas de novelas de caballería, creyó necesario llevar a la práctica las historias de nobleza, lucha por el desfavorecido y entrega hasta el final en virtud de hacer resplandecer unos valores.
Don Quijote, personaje ficticio pero más real de lo que creemos, no dudó en embutirse su ridícula figura entre latas y yelmos, para hacer justicia allá donde fuera preciso. El manchego más universal –si, más que Almodóvar y Andrés Iniesta- no dudaba en socorrer a una dama en apuros, a un trabajador oprimido o en luchar contra los molinos que se tornaban gigantes a la vista de su mente trastocada. O intentarlo.
El quijotismo nació con las páginas de Cervantes. Podríamos definirlo, sin andarnos mucho por las ramas, como el intentarlo aunque no demos ni una, como el ir a arreglar algo y hacer mayor el estropicio. En definitiva: en tener buenas intenciones pero, como dice el chiste del peor futbolista del mundo, meter un gol y fallarlo en la repetición.
En un lugar de Andalucía, llamado Marinaleda, hace sesenta años que nació otro hidalgo que creyó ser Quijote. Y quijotes son quienes crean ver en el a una reencarnación del caballero de la triste figura. Se llama Juan Manuel Sánchez Gordillo.
Afirma ser un defensor de los derechos de los oprimidos contra el más salvaje de los capitalismos. Sería hermoso creerlo, de no ser por sus patéticas invasiones de supermercados o fincas que son propiedad privada. Y la propiedad privada, se quiera o no, es una de las condiciones que diferencian a los países civilizados de la jungla.
En un lugar de Andalucía, llamado Marinaleda, un carnicero tuvo un día la necesidad de cambiar las cosas en su pueblo presentándose por un partido que no fuera el de Sánchez Gordillo. Aquel hombre recibió amenazas e insultos que le llevaron a desistir de su empeño.
Al Quijote manchego se le veía con ternura y piedad por parte de sus semejantes; al paso del de Marinaleda cierran los comercios y aplauden los amigos de ETA. El Quijote que luchaba contra los gigantes o cortejaba a Dulcinea del Toboso pasaba mil penurias por atender a un necesitado; el que predica pan, tierra y trabajo pierde un iphone de unos cuantos euros, y cobra casi seis mil a final de mes. El primero es un ejemplo ficticio, pero cercano y entrañable, de lo que podríamos entender como nobleza de espíritu. Al segundo, en la prensa internacional, lo comparan con el primero. No tienen ni idea. Cervantes se mofó de España con un personaje inventado, que merece por ser parte de nuestra carta de presentación ante el mundo, admiración y respeto. El mismo al que se le falta cuando se le compara con el cuatrero de la Estepa. Y por cierto, que hay para todos: no son gigantes y si aspas del mismo molino. Son banqueros, fondos de inversión y concejalitos de pueblo ávidos de fama y portadas.

martes, 28 de agosto de 2012

Crónica de un escalofrío

Hay veces en las que, conforme se enciende una vela o se reza un padrenuestro, se tiene la sensación de estar haciendo lo único que se puede para evitar algo que se antoja infranqueable. Es lo que ha pasado con los niños Ruth y José, a los que todo el mundo soñaba con ver liberados de su cautiverio pero con la sospecha, triste y al fin cierta, de que hacía meses que ya no estaban entre nosotros.
La crónica del triste final de estos niños es, finalmente, la crónica de un escalofrío. De esos que recorren el cuerpo desde la ceja hasta el tobillo en cuestión de segundos y provocan dolor. La crónica de la impotencia, de pensar en qué tipo de sociedad estamos construyendo y que tipo de animales somos.
José Bretón no es, además, un (presunto) criminal al uso. No. Quiere a la cámara, suscita su atención, le gusta verse y oírse. Esta suerte de Norman Bates o Hannibal Lecter andaluz es, además, maniático de la limpieza -siempre me dieron yuyu estos tipos- y muy, muy inteligente.
La pesadumbre por el hecho de que el final sea el que ninguno queríamos y todos esperábamos no debe evitar, sin embargo, una profunda reflexión. Sobre el papel de los medios de comunicación: sostiene Juan Antonio Carreras "Carris" - http://carris.wordpress.com/ - que la cercanía en el tiempo y el espacio entre los casos de Marta del Castillo y los niños de Las Quemadillas no es casual. Por tanto, habría un efecto llamada propiciado, en parte, por la actuación de los medios de comunicación. ¿En qué momento se rebasa la delgada línea que separa la información del morbo, el servicio al público de la verbena más cutre?. Una duda que, sinceramente, debe atormentarnos y hacer meditar a los que nos dedicamos a esto.
Luego, la actuación policial. ¿Tan pocos preparados están nuestros agentes?. ¿O tan pocos medios tienen?. Pensemos en los hechos: unos agentes policiales no son capaces de acertar con el eureka que, sin embargo, si da un reputado antropólogo pagado por la familia. ¿Estamos asistiendo, de soslayo, a una especie de privatización de la justicia y la seguridad?. De haber recorte de medios: ¿es en las Academias o es sobre el terreno?. Conste que nada hay censurable en la actitud de la familia materna: yo también hubiera llamado a Francisco Etxeberría  o, si fuere preciso, a Benedicto XVI. Pero ¿qué verdad hubiese tenido que soportar una familia con menos recursos económicos?.
Son preguntas, y muchas más, que caben hacerse. El día después del macabro hallazgo es triste, muy triste. Sobre todo, por qué la más importante queda aún por responder: ¿que lleva a un hombre a acabar con lo más puro que existe en este mundo, como es la sonrisa de un niño?. ¿A matar a sus propios hijos?. Como cantaban Los Cucas, el ser humano es raro. A veces, demasiado.

viernes, 24 de agosto de 2012

El Tour de la vida

Nunca tuvo el carisma de Pedro Delgado, Laurent Fignon o Claudio Chiapucci. Nunca transmitió la ternura y cercanía de Fernando Escartín buscando aire de donde no lo había, rezumando coraje mientras languidecía a cada pedalada. No tuvo entre sus compañeros el respeto unánime de un Miguel Induráin que ganaba y dejaba ganar. No. Lance Armstrong era completamente distinto.
No era la elegancia en el pedealeo de los Gianni Bugno, Erik Breukink o Cadel Evans.  Norteamericano, tejano, poco dado a ceremonias, sólo tenía una cosa entre ceja y ceja: ganar, arrasar, avasallar, superarse a si mismo y a la historia cada año. Durante su dictadura (1999-2005), apenas dió síntomas de debilidad. Sólo Ulrrich y Vinokourov  en el Tour de 2003, el mismo en que Joseba Beloki acabó en el suelo cuando se dio cuenta de que para ganar al menos había que intentarlo, le hicieron parecer humano, batible. Pero sólo eso: parecer. Ganó aquel Tour y otros dos más, y certificó sus últimas apariciones con un dignísimo tercer puesto a la sombra de Alberto Contador.
Serio y altivo, tan conocido por su trayectoria en la carretera como por sus amistades/romances con el famoseo hollywodiense -romances con Sherryl Crow, amistad con Matthew McConaghey o Robin Williams-, su historia era demasiado hermosa, demasiado americana como para que Francia se la creyese, llegó a afirmar. Y razón no le faltaba.
Esta madrugada ha tirado la toalla. Afirma que no se defenderá de las acusaciones de dopaje contra el, y que, por tanto, le da igual que le desposean de sus siete Tours. Curiosa historia esta de la normativa ciclista: lo que está prohibido en Italia no lo está en España o Francia, mientras que la UCI ni está ni se le espera. Curiosa historia la de este deporte en que sus practicantes, lejos de tener el amparo de sus dirigentes federativos, tienen que sacarse una muela infectada sin anestesia no sea que de positivo.
Curiosa cara dura la de los dirigentes que claman por un ciclismo limpio, pero no se resisten a hacer etapas kilométricas porque el alcalde de tal pueblo de mala muerte ha pagado una millonada para que se vea la iglesia y su cigüeñal. Curiosas algunas actuaciones judiciales: arruinando la vida al ciclista que, a veces, no sabe que lleva el vinagre con el que se ha rociado su ensalada, mientras los "mengueles" con batas blancas siguen disfrutando de sus ganancias en libertad.
Por supuesto que hay tramposos en el ciclismo, como en toda actividad humana. Faltaría más. Y por supuesto que ha habido ciclistas que sabían lo que hacían en cada momento. Pero el caso de Armstrong es distinto.
Lo es por una duda: si se tenía la certeza de que su tratamiento contra el cáncer le ponía en ventaja con respecto al resto ¿por qué se le dejó competir?. ¿Puede tener algo que ver que Le Gabaché lleva casi tres décadas, y lo que te rondaré morena, sin oler un Tour?.
Da igual que en el suplemento especial de cualquier periódico el día de mañana figure como descalificado. El ha ganado el tour más importante: el de la vida. Un día, en las plantas de oncología de todo el mundo se escucharon aplausos para el hombre que volvió de la muerte. La esperanza, para millones de enfermos, no vestía de verde, sino de amarillo en los Campos Elíseos. Una vez escribí que me subí a su bicicleta en ese momento. Y sigo sin bajarme de ella.
Thank you, champion.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Un plató de 19 km2

A principios de septiembre habrá un tiroteo, a hora punta, en la Plaza de Africa en la que se verán implicados ciudadanos franceses y marroquíes. No se asusten: es lo que trasciende del rodaje de la película franco-hispano-marroquí "Jaque Mate", que convertirá algunos parajes de Ceuta en un plató de rodaje durante unos días.
La trama, por lo que me cuenta su productor Abdelatif Abdeselam "Hwidar", es la de dos amigos cuya amistad comienza en Ceuta y que se reencuentran cuarenta años después en la Ciudad Autónoma. Se que al margen de la Plaza contigua al Ayuntamiento, el restaurante Cala Carlota servirá de decorado de  un par de escenas debido a sus privilegiadas vistas sobre el Puerto de Ceuta y que el Desnarigado también tendrá su "cuota de pantalla".
Ya es hora, pienso, de que Ceuta y el cine se vayan descubriendo. La generosidad de los paisajes, rincones como el faro de la Almina, el Desnarigado, el Parque Marítimo y las Murallas -Reales o Meriníes-  sus atardeceres desde San Antonio con la Mujer Muerta de fondo o la cercanía con Marruecos, se prestan . Nos quiere la cámara, cómo se dice en el argot.
No anda la cosa muy boyante, ni en Ceuta pero en ningún lado. Pero me da que ofrecer la ciudad como un enorme plató, de 19 kilómetros cuadrados, y trabajar en esa dirección puede ser un buen yacimiento tanto de dinero como, por supuesto, de producción. Y no, nos preocupemos por el argumento, por si salimos bien o mal. Apuesto lo que quieran a que, pese a ser la cuna de Michael Phelps o Cass Elliot, jamás el puerto de Baltimore tuvo tantos visitantes como después de que la mejor serie de la historia de la televisión sacara a relucir sus mierdas, vicios y corruptelas.

martes, 21 de agosto de 2012

Verano en Baltimore

Jimmy McNulty es el yerno que ninguno querríamos: borracho, mujeriego, tramposo y conflictivo. Omar Little es todo lo contrario de un gángster despiadado: su cuidada estética con un pañuelo negro, su cicatriz, sus exquisitos modales, su escopeta y su homosexualidad hacen de el uno de los personajes con más encanto de la historia de la televisión. Lester Freamon es el amigo al que todos quisiéramos tener, un cerebro privilegiado, uno de esos hombres que entienden que si cuando tenemos un problema nos ponemos nerviosos, entonces tenemos dos.
Omar Little
                                                       

Mi verano este año no ha tenido hueco para libros. No. Me he recreado disfrutando, asombrándome, saboreando cada matiz, cada escena, cada giro argumental, cada fotograma  de The Wire. Una especie de patio de monipodio en la Estados Unidos profunda y moderna: traficantes, matones, periodistas sin escrúpulos, alcaldes sin más discurso que lo que les devuelve el espejo, niños de la calle y droga, mucha droga. Una serie  de tipos capaces de dispararse al pie porque les gusta el brillo de las chispas, que nos dibuja a policías sin principios y a matones incapaces de disparar  a un ciudadano, de crear una ley para la selva cuyas normas son más sagradas que las de cualquier Constitución.
The Wire es la crónica de un fracaso. De cómo el narcotráfico y sus tentáculos entran por todos lados de nuestras casas. De cómo en ciertos barrios de Occidente hay niños que aprenden a disparar antes que a leer. De cómo en esos mismos barrios la ley no entra, sino que negocia. Y cuando dos negocian, dos ceden. De cómo el cuerpo de un mendigo apenas suscita atención para los medios de comunicación. De cómo estos dan crédito, en muchas ocasiones, a lo primero que se nos ocurre. De como la línea que separa el bien del mal es cada vez más delgada, hasta el punto de que ambos se mezclan hasta confundirse y desaparecer. De cómo los asesinos puden tener cierto sentido de la justicia.
Si no la han visto, la recomiendo encarecidamente. Esta historia de los bajos fondos de Baltimore no se hace pesada, al contrario. Deja perlas como una conversación entre periodistas en la que uno pregunta"¿has entrevistado alguna vez a un asesino en serie?" y el otro responde "Si. Conozco a Dick Cheney".
Si les gusta la intriga, el ritmo trepidante, las historias que crecen o se deshacen por el mínimo detalle, veanla. Y si después de procesar sus cinco temporadas, sus 57 capítulos, les sabe a poco y tienen la sensación de que la historia les es muy conocida, local y cercana, efectivamente. Estamos peor de lo que queremos soportar.

lunes, 20 de agosto de 2012

Benzú

Benzú duerme sobre el mar como un niño recostado sobre su madre. Es, sin duda alguna, uno de los parajes más hermosos de Ceuta, a medio camino entre el Atlántico que golpea las ventanas de las casas y que da la sensación de estar en un crucero cuando uno disfruta de un te en el cafetín con el Peñón vigilante al frente y la montaña, a los pies de García Aldave. Es, además, una barriada de pequeñas y cotidianas historias. Se de niñas musulmanas que pidieron tener un alumbrado extraordinario de Navidad  -en un lugar donde la población cristiana es prácticamente testimonial- o de historias de keftas mezclados con villancicos, de niñas que jugaron sin importarles que, el día de mañana, una se casara por la Iglesia o la otra por el rito coránico. Más allá de estériles, repetitivos y cansinos mensajes de convivencia, estos pequeños detalles humanos demuestran que la mejor manera de fomentar la convivencia consiste, simple y llanamente, en convivir.
Benzú no es el paraíso terrenal. Ha tenido, y tiene,  mil problemas de drogas, exclusión social, tensiones fronterizas o de aislamiento del resto de la ciudad hasta el punto de que ver la televisión autonómica o escuchar algunas emisoras de radio se convierte en un verdadero acto de heroísmo. No es un barrio integrado -físicamente- en la Ciudad Autónoma: le separan los suficientes kilómetros del casco urbano como para tener un alcalde pedáneo, pero tampoco tiene carta municipal. Y, viendo como anda la cosa de los dineros públicos, mejor.
Benzú, sin embargo, alberga en sus entrañas un tesoro de esos con los que la historia bendice a determinados lugares. Gibraltar enfrente, a la izquierda la Mujer Muerta, y en pleno corazón de la barriada, la Cabililla. Donde un concienzudo grupo de estudiosos, comandados por Darío Bernal o José Ramos, se ha empeñado en demostrar que la población de Europa no se hizo por el corredor sirio-palestino, sino por el Estrecho. Por tanto, Benzú no habría visto sólo ahogarse a los hijos de África en sus propias aguas. También buscar, quizá lo mismo pero 300.000 años antes, a los Neardenthales.
El Gobierno de la Ciudad busca reagrupar extensiones universitarios en el extremo opuesto de Ceuta, en el Acuartelamiento del Teniente Ruiz. Porque, al fin y a la postre, el Campus consiste en agrupar edificios diseminados por aquí y por allá. No habría mucho que objetar, pero si alguna cosita. Fuera UNED, fuera Magisterio, fuera la Guardia Civil y ya veremos que ocurre con el Murube en un futuro, Hadú -verdadero medidor de como van las cosas en Ceuta- se va quedando más desnuda cada día.
Benzú podría, por tanto, albergar una Facultad de Arqueología sobre los restos de su devastada cantera que permitiese a los estudiantes cursar la teoría y practicar sobre un Bien de Interés Cultural en cien metros de diferencia. Y si, se que meter a cincuenta o sesenta "indianas" en Benzú de golpe, sería como meter un elefante en una cacharrería. Pero la historia reserva lugar destacado para la audacia. Y las grandes ideas se tienen en un momento, pero a veces tardan años en cuajar.
A la barriada no le vendría mal ambiente universitario, ni en la cartera ni en el espíritu. La Universidad podría ofrecer una facultad sobre un entorno paisajístico y arqueológico de auténtica impresión. Y el que esto escribe lo hace con la amargura de habérselo comentado a miembros de los tres grupos representados en la Asamblea -PP, Caballas y PSOE- y haber tenido la sensación de gritar sobre un desfiladero. Con el eco propio como única respuesta. Con la sensación de que sólo el  temporal Plan de Empleo -¿qué tendrá, Dios mio, qué tendrá?- genera interés en determinados dirigentes políticos.
No soy un experto en nada, y menos en extensión universitaria. Pero me da que no sería mala idea. Mientras, seguiré de vez en cuando, yendo al Cafe Musical para, con un te y junto a sus ventanas construidas sobre un acantilado, quedarme absorto en mis pensamientos. Como la canción de Jorge Sepúlveda, como la Mujer Muerta, como Benzú, mirando al mar...

sábado, 18 de agosto de 2012

El míster, el catalán y la noche más larga

El 6 de junio de 1944, la mayor tropa jamás reunida desde la fallida conquista británica de Cartagena de Indias desembarcaba en las Playas de Normandía. El mundo no había conocido jamás tan formidable coalición: miles de hombres comandados por el general Dwight Eisenhower aprovecharon el despiste de los alemanespara asestar a los nazis el golpe definitivo. Hay muy pocos testimonios gráficos de aquel desembarco: algunas fotografías del inigualable Robert Kapa, la mitad de cuyo trabajo quedó velado ante la torpeza de un ayudante de laboratorio o las de Joao Saldanha. Curioso personaje este último: de fotógrafo comunista pasó, veinticuatro años después, a ser seleccionador de Brasil.  Fue a una rueda de prensa como periodista y salió como seleccionador anunciando, dos años antes, los componentes del mítico Brasil de Méjico 70; quienes serían titulares y quienes suplentes. Saldanha fue cesado meses antes del mundial; le sustituyó Mario "Lobo" Zagallo, cuyo activismo político era, desde luego, menos peligroso  para la dictadura brasileira que el viejo comunista.  Pero casi un cuarto de siglo antes, Saldanha fue testigo directo, trabajando para una publicación comunista, de la muerte de 250.000 hombres.
Joao Saldanha

Mi alma friki hace que Saldanha y Kapa completen mi imaginario podio de personajes favoritos de aquella fecha. Pero siempre por detrás del verdadero artífice: Juan Puyol García, un catalán que había desertado de la República al franquismo en plena guerra civil para arrepentirse después. Garbo, como se le apodó por sus dotes artísticas, luchó en dos guerras en dos bandos sin pegar un tiro. Arrepentido, convenció a los británicos para hacerse pasar por doble agente y, gracias a su febril imaginación, diseñó toda una suerte de espías, contactos y residencias con las que sometió a los alemanes al mayor engaño de la historia. En conclusión: convenció a los alemanes que el desembarco se produciría más al norte y más tarde de lo que finalmente fue. Pero tal fue su engaño que, cuando los soldados de la coalición desembarcaban tierra adentro, el III Reich le otorgaba su máxima distinción en tiempos de guerra. Lo que sumado al posterior reconocimiento del Imperio Británico convierte a nuestro compatriota -que hubiera cumplido 100 años el pasado 14 de febrero- en el único caso conocido de  condecorado por dos bandos enfrentado en tiempos de guerra. E, insisto, sin dar un sólo tiro.
Juan Puyol "Garbo"

Desde aquella noche de muerte, sangre y dolor en Normandía, los gobiernos del mundo celebran cada 6 de junio el triunfo de la civilización frente a la barbarie. Incluyendo el gobierno del país derrotado, Alemania, que ha sabido librar una ejemplar batalla contra lo peor de si mismos desde aquellos momentos.
Kapa, Saldanha, Eisenhower,  Garbo  y tantos protagonistas de la noche más larga de todos los tiempos murieron. Otros son aún transmisores de aquel principio de junio: de las penalidades y miedos, angustias o fobias. Pero todo el mundo tiene claro que aquello fue historia, que hay que recordar y que, objetivamente, las cosas acabaron de la mejor manera posible.
 La historia y sus analisis han de quedarse  para los estudiosos, aficionados y profesores, divugarse y darse a conocer. Otra cosa sería agitar la historia en función de no se que intereses políticos. Vamos, como si nosotros ahora declaramos la guerra a Italia por el suplicio de Viriato. El resultado, en tal supuesto, oscilaría entre el esperpento, la mezquindad y la falta de rigor e imaginación.  Sobre todo porque, cuanto más lejos estamos de ciertos pasajes de la historia, menos sentido tiene tratar de reescribirlo buscando un (desesperado) motivo de notoriedad política....

viernes, 17 de agosto de 2012

Carmen no bajó la persiana

El principal problema de vivir en una ciudad tan limitada geográficamente es que nos aislemos en nosotros mismos y pensemos que no hay mundo más allá de la bocana. Es un error en el que hemos caído todos: medios de comunicación, políticos, empresarios y sindicatos, arrastrando con ello al resto de la sociedad en una nociva ceremonia de la autocomplacencia. Y cuidado, que no desprecio lo que tenemos aquí: me consta, y últimamente más que nunca, que el nivel de vida en Ceuta es envidiado por muchos ciudadanos peninsulares. Estar en casa muerto de calor, ponerte un bañador y tardar no más de cinco minutos en llegar a la playa es, por ejemplo, un pequeño detalle de lo que esta ciudad puede ofrecer de si misma.
Pese a todo, los escasos capítulos de competitividad y economía de mercado se antojan rentables. No dispongo de cifras, pero si de imágenes y recuerdos. Algunos de ellos, por ejemplo, me llevan a la segunda mitad de los noventa, cuando la empresa Continente quiso desembarcar en Ceuta. Una plataforma síndico-social se alzó casi en armas por lo que consideraron un ataque a la economía de la ciudad y una sentencia de muerte para el pequeño comercio local.
Sin embargo, y pese a lograr su objetivo de impedir el desembarco de Continente, no se apreció por las causas que fueren el mismo fragor en otros casos acontecidos pocos años más tarde. No vino Continente, pero llegó Supersol. Y Eroski, antes que Lidl, Día o Covirán. Conclusión: el beneficiario ha sido el ceutí que ahora puede elegir los yogures de un lado, las cervezas de otro y el pan de molde de aquel de allí. Y por supuesto la gente que encontró trabajo gracias a estas firmas comerciales y al verdadero cliente potencial de Ceuta. El paraguayo del siglo XXI ya no viene desde Extremadura o Málaga. Viene desde Casablanca, Tánger o Rabat.
Otro ejemplo: las firmas de moda. Zara, Springfield o Blueberry son algunas casas, por mencionar otras, que han desembarcado en Ceuta en la última década. Nada incompatible con las tiendas pequeñas: Almacenes Madrid, Cutillas, Fariñas o Nueva Galería siguen subsistiendo. No es fácil: nunca lo fue. Pero pese a lo que auguraban los comentarios de barra de bar, siempre más interesantes que el CIS, Carmen Marañés nunca bajó la persiana. Porque la fortaleza de estas empresas estriba en ser las de "toda la vida", en la cercanía al cliente, en las "cuentas abiertas" y en la especialización en determinadas prendas y mercancías.
Ceuta tiene que abrirse, que aprender de estos casos generados por inercia (otro ejemplo: McDonald's compite/convive con otras firmas de comida rápida en Ceuta y a escasos metros de distancia) y olvidarnos del tópico "es de Ceuta, de siempre". Al empresario y pequeño comerciante ceutí, al que lleva generaciones invirtiendo y doblando el lomo para generar empleo y riqueza, hay que cuidarlo y ayudarle. Pero nunca caer en el miedo al progreso y al frescor de los nuevos aires. Lo contrario es anestesiar a una ciudad. Lo contrario es que las cartas de juego las tengan siempre los mismos. Lo contrario es la cultura del monopolio, como vergonzosamente se propone ahora para las navieras desde la cincuagésimo sexta mesa por la economía creada en las últimas décadas. Lo contrario es despojarnos de cualquier hálito de imaginación, innovación y talento. Es decir: avanzar hasta el descubrimiento de la rueda redonda.

lunes, 23 de julio de 2012

Propuestas sin coche oficial

De las pocas noticias que he leído en mis casi extinguidas vacaciones, una me ha llamado sobremanera la atención. Que el pleno de la Asamblea debatirá la próxima normativa sobre transporte público urbano  en el próximo mes de septiembre.
Y aún siendo consciente de que mis propuestas -o propuestos- serán desoídas, creo que al no disponer de coche oficial ni vivir en el centro de la Ciudad, estoy en condiciones de hacer una serie de sugerencias para que caigan en saco roto, nuevamente, pero de las que al menos quede constancia.
1) Conexión de autobuses con la Estación Marítima y el Helipuerto. Resulta verdaderamente bochornoso que las vías de enlace de Ceuta con la Península estén incomunicadas salvo que se vaya en taxi o vehículo particular. Cualquier aeropuerto o estación ferroviaria de medio pelo ofrece al recien llegado dos opciones de transporte público.
2)Habilitación de una línea Puerto-Frontera. Es aún más deprimente ver en la parada de las Puertas del Campo la imagen del "guiri" cargado con las mochilas y esterillas y el chofer señalándole la señal de Supersol mientras le dice "llega ahí. Luego cruza la acera" para coger el barco.,
3) Locución de las paradas.  No soy sospechoso de estar en contra de que se escuchen las emisoras de radio. Al contrario. Pero creo que tampoco estaría de más que una voz en off fuese anunciando las paradas a las que se va a llegar (Ej: próxima parada Manzanera) .
4) Denominación de las paradas. Cuando tu transporte habitual es el autobús, aprendes de memoria en que loseta para el de Los Rosales y en cual el de la Frontera. Pero para aquellas personas que no lo sean, no sería mala idea que supieran donde esperar en vez de jugar al "adivina, adivinanza ¿el de Benzú por donde pasa?". Como no creo que fuera un esfuerzo de titanes especificar, en un mapa, que combinaciones hemos de coger para llegar a tal o cual punto. Invito a quien no lo crea a que vea un mapa de transporte público de Madrid o Barcelona.
5) Venta de abonos en el mismo autobus. O en más sitios que no sean la propia sede de la Empresa de Autobuses.
Se me quedan algunas propuestas. Aumento de los horarios los fines de semana, construcción de una parada central como aquella que tuvimos durante siete años y tiramos abajo para levantar la Estatua a la Constitución, etc. Pero se que estas propuestas caerán en saco roto.Aclarar que estas son propuestas para mejorar, desde mi punto de vista: nada en contra de los empleados de la empresa que, con las lógicas excepciones, son grandes profesionales. No dispongo de coche oficial. Y lo que mola es conectar Ceuta con Tánger -que mola, de verdad-, aunque sea sin pensar en como podemos solucionar los muchos problemas del transporte en Ceuta....

sábado, 21 de julio de 2012

Matanzas, foros y estigmas

No soy licenciado en Periodismo. Y no voy a abrir el debate sobre si eso es mejor o peor; he conocido grandes periodistas y auténticos fraudes con y sin título. Pero si alguna vez -improbable- diera clase, no aburriría a mis alumnos con el Martínez Albertos o la pirámide invertida. Quizá sería más productivo para ellos y, sobre todo, para la sociedad, hacerles partícipes de una serie de frases, de mantras, de conceptos que deben tener claros.
Uno de ellos sería la información sobre la enfermedad mental y la estigmatización sobre los lugares en los que ocurren tragedias.  A veces, y el caso del cabrón de Oslo es un ejemplo, se tiende a preguntar si cuando alguien perpetra una masacre tenía algún tipo de trastorno. No.  A veces el mal es así porque se viene con el de serie. Conozco a unos cuantos esquizofrénicos y bipolares: garantizo que son gente encantadora. Y cuando hay un enfermo mental de por medio, es cuando tenemos que replantearnos muchas cosas.  Quizá venderíamos cincuenta periódicos menos al día siguiente, pero sería más correcto si en los titulares especificaramos si el trastornado en cuestión sabía que lo estaba, si tomaba el tratamiento, si lo sabían sus familiares y, esto es tan desgarrador como común, si sus familiares disfrazaban de depresión la vergüenza de tener un "niño tonto".
Estigmatización de colectivos, pero también de lugares. Ayer, en Colorado (Estados Unidos) un grupo de gente se disponía a hacer lo mismo que yo hice a medio mundo de distancia: quedar para ver la tercera entrega del Batman de Nolan. En Colorado, en Ceuta,  en Bratislava, en Londres: miles de personas pagando una entrada de cine para  evadirse un par de horas y disfrutar de una, por cierto, magistral película. Ocurrió en Colorado, en una peli de superhéroes, pero podría haber ocurrido en El Escorial, Florencia o Le Havre viendo Blancanieves: alguien entra con un rifle y mata a doce personas.
Y en los foros, donde no hace falta más máscara que la del anonimato, no han faltado ya los ataques a Estados Unidos. Que si la sociedad violenta, que si están todos locos, que si los rifles. Cabría preguntarse que pasaría en España si todo el mundo tuviese acceso a un arma.
A los norteamericanos no les perdonamos nada. Les echamos la culpa de todo. Sin embargo, que bueno están el Marlboro, la Coca Cola y el Jack Daniels. O los Donuts con chocolate y el McDonalds. Nos están invadiendo, son el imperio del mal, pero nos falta tiempo para ver la NBA porque nos llena de orgullo ver a españolitos jugando allí. Y el cine francés no llena salas en España, por ejemplo.
Sinceramente, se que han hecho cosas reprobables. Como todos los países: ellos con la Escuela de las Américas, pero  Francia siempre tendrá la conciencia sucia por haber provocado en Ruanda el mayor genocidio desde la II Guerra Mundial. Una Guerra que Europa ganó, se quiera o no, gracias al concurso de los norteamericanos y a la determinación de hombres como Eisenhower o Patton. Si, tienen muchos defectos, pero también nos llegan algunas de las más evocadoras historias de cambios sociales desde el otro lado del Atlántico. Y si, el paleto norteamericano existe. Son gente normal y corriente, como usted y yo, que van al trabajo, pagan la hipoteca y les gusta divertirse. Merecen más respeto que el de unos cuantos chistes bordes escondidos bajo la cobardía de un nick en muchos foros.
 PD: Se como se llama el asesino de Noruega. Pero permítanme que no contribuya a su leyenda mencionando su nombre.

lunes, 9 de julio de 2012

Del perdón y el olvido

Barcelona se despierta luminosa. Es una mañana cálida, más no el bochorno que a media tarde suele azotar a la Ciudad Condal: corre un cierto airecito que alegra y amortigua los rigores del verano. La metrópoli catalana se ofrece, a media mañana, al paseo sin prisas, a la lectura reposada, al trinar de los pájaros en cierto barrio cuya tranquilidad es tan absoluta que parecería mentira se trate de parte de una ciudad bulliciosa, infernal y frenética en sus más céntricas calles.
La lectura reposada, acompañada de un refresco y mirando el reloj por pura curiosidad se ha convertido, cosas de la vida, en uno de mis grandes placeres, de mis pequeños síntomas de libertad. Y la portada y edición del diario El Mundo de hoy invitan a leer con detalles, sin prisas, la entrevista con la que el periódico recuerda la fatídica fecha. Ya han pasado quince años.
La entrevista es con Miguel y Chelo. Un matrimonio que debiera estar ya disfrutando de su jubilación, viajando a Benidorm, jugando a la petanca o cuidando de los nietos, pero al que la vida se le paró justo hace tres lustros. En 1997. En el año en que su hijo, Miguel Ángel, pagó con su vida ser de un partido político y trabajar por sus ideales.
¡Coño, década y media!, pienso. Pero para ellos no. Ellos, reconocen a Fernando Lázaro, viven atrapados en aquel mes de julio. Reviviéndolo cada día. Recordando aquel maldito momento en el que un periodista preguntaba al patriarca de los Blanco Garrido si sabía que su hijo había sido secuestrado por ETA. Y el infierno que vino a continuación. Y el espíritu de Ermua. Y los lazos azules y las manos blancas. Y el pellizco en el alma, preludio de alguno aún mayor en forma de trenes desilachados siete años después.
Los padres del concejal afirman que nunca habrá perdón en su casa. Ni, por supuesto, olvido. Y es que ambas son cuestiones tan etéreas, acepciones tan empleadas, que a veces no nos paramos a pensar en lo que significan. Creo que vienen bien periodistas con agendas marcadas en rojo para recordar ciertos aniversarios. El olvido significaría la derrota definitiva de los que aún tenemos conciencia. Y de ahí a la relativización sólo hay un paso.
Y que nadie hable de perdón, de gestos generosos ni de gaitas. No. El Estado puede ser clemente. El perdón va mas allá; supone dar por finiquitado el daño recibido. Corresponde a las familias; a los que recibieron una llamada a altas horas de la madrugada o la inesperada visita de unos agentes para comunicar una mala nueva. A los que desde  cualquier maldita fecha, en el País Vasco o donde fuera, se les paró el reloj.
No habrá perdón para Txapote, maldito verdugo de alma en piedra. "¿Qué pasa, que por que ETA ya no mate es buena?. Cuando no consigan lo que quieran, volverán a hacerlo", espeta el padre de Miguel Angel en relación a la banda. Quien pueda perdonar, que perdone. Y quien no quiera, que no lo haga. Pero solo pueden hacerlo las víctimas.
El resto, solo podemos hacer una cosa. No olvidar.  Y es difïcil escribir la historia cuando el alma aún está en carne viva. Me lo recuerda aquella maldita sensación de vértigo, de escalofrío, que recorrió como a millones de españoles cada poro de mi piel en esos tres malditos días de julio. . Y me lo recuerda una silueta lejana, aquí en Barcelona. La del supermercado Hipercor, que se alza a escasos metros de mi parada matutina. La vida es puta de lujo  y, como tal, caprichosa y retorcida. ¿Que otro lugar más apropiado para que el recuerdo de un julio del 97 me sorprendiera en forma de periódico?.

jueves, 28 de junio de 2012

Ni pan ni circo (II)

Editorial del programa Ceuta en la Onda del jueves 28-06-12.
Se ha extendido en las últimas semanas una corriente de opinión tendente a señalar que cuanto mejor le vaya a la selección nacional, peor para el país. Los intelectuales "guays" -que a la hora de la verdad tienen de intelectuales lo que Obama de rubio, pero se tienen que hacer notar- señalan que es pan y circo y que la gente debiera estar más preocupada del latrocinio, perdón, rescate bancario que de la evolución del partido. Primero: estoy convencido que estos intelectuales se sentaron anoche a ver el partido; no me imgaino a más de uno oyendo una selección de las mejore sarias de la zarzuela decimonónica minetras leen el Ulyses de Joyce o las memorias de Cicerón. No. Y segundo: la intevención de Bankia se hubiera producido con o sin selección nacional.
Se que el atraco a mano armada que nos espera por parte de los que mandan y los terroristas del protátil y la especulación, nos es más importante que el hecho de que la pelotita entre o no. Y  se que los integrantes de la mejor selección de la historia de Europa -la Holanda de Cruyff jugaría muy bien, pero no ganaba ni al parchís- son millonarios y su día a día es incomparable con el de millones de mil y poco euristas en el mejor de los casos.
Pero también pienso que la ilusión es un elemento tan necesario en una sociedad como la energía eléctrica. Anoche pensaba, tras la euforia del partido, en la cantidad de niños que lo habrían visto en los hospitales y que se se olvidaron de su gotero mientras Iniesta hacía diabluras o Sergio Ramos cortaba como una tijera. Me acordé del parado ahogado por los meses de inactividad, que durante dos horas dejó de sentirse como un bulto inútil para disfrutar de ese puñal llamado Pedro Rodríguez Ledesma. Pensé en la cantidad de familias que apenas se reúnen, pero que anoche se pertrecharon en un sofá para seguir las evoluciones de Jordi Alba por la banda y se abrazaron, dejando atrás resquemores, cuando Fábregas finiquitó a los portugueses. Imaginé sonreir a quienes hayan perdido a algún ser querido recientemente cuando Casillas obraba su milagro del día. Veía la satisfacción contenida de Vicente Del Bosque y me imaginaba el subidón que debio suponer para quienes son padres de hijos de un dios menor el ejemplo de naturalidad de hace un par de años con Alvaro y la Copa del Mundo. Creía que los que hayan sufrido un mal de amores o estén preses de miedo por la enésima bronca en el trabajo tenían motivos para mofarse de Cristiano Ronaldo, que se reservó para un penalti que ni siquiera llegó a tirar.
España ganará o perderá esta Eurocopa. Es lo de menos, pero como mínimo será subcampeona. El lunes volveremos a hablar de primas de riesgo, intervencones y recortes. Pero, de vez en cuando, es necesario para un país que algo lo cohesione y lo una. Aunque sean unos locos bajitos jugando a la pelota. Simplemente, por todo lo anterior y muchos más, gracias. Merece la pena pararse dos horas a disfrutar de la mejor selección de la historia. Del equipo de nuestras vidas