martes, 24 de enero de 2017

Lecciones de vida

Hollywood ha dado hoy a conocer cuales serán las películas que opten por los Oscars. No, aún no he visto ninguna, pero si voy a compartir con quien quiera una serie de películas con las que me iría a una isla desierta, a las que vuelvo de vez en cuando como el peregrino en busca de respuestas. Mi gusto cinematográfico no es el más elevado del mundo -tal vez si, ¿quien sabe?- pero por ser cuestión de gustos no entraré en discusiones. Las películas que hay que ver antes de morirse son:

1) El mejor discurso de la historia (El gran dictador, 1939)
Cuando aún no habían entrado los tanques nazis por Polonia ante la incredulidad del mundo y la estupidez de Chamberlain, el mayor genio de la historia del cine ya había sido capaz de adivinar los años posteriores y predecir el amargo final del Führer. Les confieso una cosa: el discurso final me parece, probablemente, el mejor de todos los tiempos desde las Bienaventuranzas o el del general Marco Antonio en los funerales de César.

2) Una lección de Economía (Trilogía de El Padrino, 1970-90)

Un emigrante que huye, la ley al margen de la ley en los barrios bajos, el negocio de la exportación e importación, la especulación inmobiliaria, la globalización, las tácticas -cívicas o no- de negociación, el reparto de la herencia, las conexiones con el poder, la conversión de una pequeña empresa familiar en una multinacional, la huída de aquellos lugares  donde el capital no está seguro... Únanle dosis de amor/desamor y una magistral ambientación tanto estética como histórica. No lo duden. Si quieren entender el mundo, en apenas seis horas es posible.
3) ¿Y si Dios existe? (Ordet / La palabra, 1953)
 La existencia de Dios es algo que ha atormentado a los hombres desde siempre. Y en caso de asumir que exista un ser superior, habría que plantearse si es caritativo o justiciero. ¿Y si, de verdad, renaciéramos de nuestras cenizas?. ¿Y si fuera cierto que es posible volver de la muerte, evitarla cuando parece inevitable?. Empíricamente, no puedo demostrar la existencia o no de un Dios. Carl Theodor Dreyer tampoco. Pero el dejó uno de los largometrajes existenciales más grandes jamás rodados y una fotografía cuidada como pocas veces en la historia del 7º Arte. En su caso, con mayúsculas. 
4) Confieso que he llorado (Bienvenido Mr. Marshall, 1953)
No falta nadie en esta foto. Ni la maestra, ni el embaucador, ni el alcalde, ni la artista que quiere ir a América y no pasará jamás de su pueblo, ni el cuñado que todo lo sabe. Al final de la escena, un cojo y un par de niños intentan seguir el camino de los demás, entregados a agradar al supuesto visitante del extranjero y que se olvidan de los más débiles. Y entre medio, España en estado puro: soñadores, apátridas,  exagerados; tiernos y entrañables en el fondo. Me emociona esta película; confieso que lloré cuando alcancé a comprender la magnitud de la metáfora. Esa España siempre expectante a que vengan de fuera a arreglarnos nuestros problemas; esa España que entregó algunos de sus hijos a librar Europa del fascismo y luego quedó abandonada a su suerte. Somos así. Y esta la mejor descripción de nuestro país desde El Quijote
5) De peligrosa actualidad (La Naranja mecánica, 1971)
Un joven aislado en su intimidad, incomunicado con su entorno más cercano y con problemas de adaptación al medio que solo encuentra su lugar en el mundo a base de gamberradas. Un sistema excesivamente paternalista. Una sociedad demasiado frívola y carente de valores. Unas ciudades en los que la excentricidad y el morbo por el "malote" de la clase se imponen al sentido común. Unos políticos mediocres, ávidos de cualquier foto que pueda asegurar unos pocos votos. ¿Hoy en día?. Tal vez: lo grande es que la mejor obra de Kubrick  (ya es decir) cumple 46 añazos en este recién estrenado 2017.


Y tantas, y tantas mas...