Historias Olímpicas, con voz de Patricia Bermejo y textos de Juanjo Coronado, se emite todos los días en Onda Deportiva Ceuta, de 15.00 a 16.00, en el 101.4 de la FM y www.ondacero.es/directo/ceuta.
Era un personaje acomplejado, hasta el punto de que quiso crear una raza aria, de rubios, altos y con ojos azules, cuando el mismo era moreno y bajito. Adolf Hitler, probablemente el personaje más lamentable y terrorífico de la historia, no dejó escapar la ocasión del excelente escaparate que, ya en los años treinta, eran los Juegos Olímpicos para la Alemania nazi.
Unos juegos enfocados a mostrar al mundo la superioridad del hombre blanco. Pero no contó con un detalle nacido a miles de kilómetros de distancia. En Oakville, Alabama –uno de los estados con más problemas raciales del sur de los Estados Unidos- nació en 1913 un joven negro, hijo de un granjero y nieto de un esclavo. Pese a nacer negro hace un siglo en Estados Unidos, Jesse Owens pudo derribar algunas barreras gracias al don que le permitiría entrar en la historia de los Juegos Olímpicos: su velocidad. Fue tras garantizarle la Universidad de Ohio trabajo a el y a su padre cuando se decantó por esa opción, en cuya representación consiguió varias medallas de oro.
Sin embargo, su momento para la gloria llegó en Berlín, en 1936. El nazismo, el III Reich, esperaba con ansiedad el momento en que alemanes rubios y ojos azules correrían más alto, más fuerte y llegarían más lejos que nadie. Pero no: con la presencia del mismísimo Hitler en la grada, Owens destrozó el record mundial de los 100 y metros, relevos 4 x 100 masculinos y salto de longitud. Cuentan que Hitler se fue avergonzado, humillado: un negro tirando por tierra, dejando a la altura del betún, sus absurdos sueños de superioridad aria. Y un detalle del espíritu deportivo: Owens ganó la prueba de longitud gracias, entre otras cosas, a algunos consejos de su más directo competidor, el alemán Lutz Long. De el dijo el estadounidense que ninguna medalla valdría tanto como la amistad de 24 quilates que hizo con aquel hombre que moriría combatiendo contra los aliados en el Desembarco de Sicilia siete años después.
Long y Owens
Jesse Owens es recordado como un héroe internacional de la lucha contra el racismo. Precisamente la guerra que estallaría tres años después impediría que agrandase su leyenda deportiva. Pero aquello por lo que fue célebre más allá de los estadios, la superación de las barreras por motivo del color de la piel, le persiguió irónicamente en su propio país. En su estado natal, Alabama y durante las décadas siguientes, el terrible Ku Kux Klang hizo estragos. Hasta el final de sus días, fue testigo de la lucha por la igualdad que se ganó gracias a la constancia, a la altura de miras y a mitos como Luther King. O como el mismo: el hombre más rápido del mundo, el que avisó a Hitler de que, al final, su destino sería la humillación y la derrota. Murió en su Alabama natal, con el reconocimiento de todo un país, 44 años después de cambiar el curso de la historia olímpica y tras ganarse la vida en mil y un oficios. Cuatro años después de su muerte, en Los Angeles, un negro conocido como Carl Lewis y al que llamaban el hijo del viento superó su record de cuatro medallas de oro en Atletismo, vigente desde aquel verano berlinés. Pero esa, es otra historia…
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