Historias Olímpicas es una sección inaguurada el 16-05-12 en 'Onda Deportiva', de Onda Cero Ceuta, con textos de servidor y voz de Patricia Bermejo. Todos los días, de lunes a viernes, entre las 15.05 y las 16.00, en el 101.4 de la FM y www.ondacero.es/directo/ceuta Este es el segundo relato de lo que se pretende sea un modesto homenaje al movimiento olímpico.
En España, en Europa, Badalona es para los aficionados al baloncesto un topónimo, una localidad cercana y familiar. Defendiendo la camiseta verde y negra del Joventut, muchos jugadores hicieron leyenda en el deporte de la canasta tanto en España como en el Viejo Continente. Es el actual presidente del equipo, Jordi Villacampa, pero también fueron técnicos como Aito García-Reneses, Lolo Sáinz o el "Sheriff", Manel Comas o jugadores como los hermanos Jofresa, Ferrán Martínez o Andrés Jiménez.
Sin embargo, no es la Penya, la eterna y respetable Penya, lo que nos va a ocupar en los próximos minutos, sino su pabellón. Porque para los aficionados a la canasta de uno y otro lado del charco, Badalona, aparte de ser la sede del Joventut siempre será la ciudad donde el mejor equipo de la historia apareció como una señal del cielo para convertirse en leyenda y religión.
Todo comenzó, probablemente, veinte años antes, en Münich. Una canasta de Belov sobre la bocina infringía la primera derrota estadounidense en la única competición que realmente se toman en serio: los Juegos Olímpicos. El mundial que España ganó en 2006 y que paralizó al país es considerado, allí, como la Copa de Naciones, poco menos que un torneo de Serie B sin nada que ofrecer de atractivo junto a la acrobática y espectacular NBA. Sin embargo, la derrota, ante la Unión Soviética y en la Alemania capitalista, dolió y mucho. Sobre todo porque Estados Unidos ya era batible.
Los americanos ganaron en Montreal pero no fueron a Moscú ni los soviéticos a Los Angeles. Sin embargo, en Seul 88, la humillación fue aún mayor. Por primera vez en la historia, en el torneo que les interesaba, en "su" torneo, Estados Unidos no estaba ni en la final. Hubo de disputarse el bronce, la "miseria" del bronce, frente a Australia, mientras Yugoslavia alcanzaba el oro ante la Unión Soviética.
Así que, viendo amenazada la supremacía mundial, alguien decidió que si los europeos eran profesionales, ellos también. Y que a Barcelona 92 llegarían los americanos, pero reuniendo al mayor ejército de la historia de la canasta.
Y un verano en Badalona, se unieron. Convocados por el bicampeón Chuck Daly, aparecieron en la ciudad catalana. No faltaba nadie: allí estaba Michael Jordan, el más grande de todos los tiempos, el hombre que desafiaba las leyes de la física en cada salto. Larry Bird, el alero de cabellos dorados y mirada impenetrable. No faltaba a la cita David Robinson, dispuesto a desquitarse del maldito bronce. E incluso Magic Johnson, quien convertido en un icono de los enfermos de SIDA acudió a la cita olímpica para entrar en la leyenda y mandar un hermoso canto a la normalidad. Y al que se le debe, en parte, el invento: un año antes había dicho que sólo le quedaba una cosa por ganar, en referencia a la medalla olímpica, y fue el quien tuvo que convencer a Bird, su eterno rival e íntimo amigo. Ni Barkley, ni Ewing, ni Pippen, ni Malone. Nadie quería perderse aquella batalla.
Hubo comentarios. Que si no estaban conjuntados, que si era un conjunto de figurines, que si las normas FIBA y NBA. Pero todo quedó destrozado, líquido, ridículo. No pudo frenarles nadie. Ni el Brasil donde jugaba Oscar Schmidt, el máximo anotador de la historia, que unos años antes había liderado la primera derrota estadounidense en su país. Ni la Croacia que, pese al trauma de la guerra civil, lograba formar un muy decente equipo encabezado por Drazen Petrovic. Ni la Lituania de Árvidas Sabonis. Ni la anfitriona, una decadente España en la que Epi, Herreros o Villacampa fueron incapaces de pasar a la siguiente fase.
Rival tras rival, estrella FIBA tras estrella FIBA, todos doblaron la rodilla. Croacia, Brasil, Alemania, Angola y España en la primera fase fueron el anticipo. Luego Puerto Rico, Lituania y nuevamente los croatas se rindieron ante un equipo que marcó leyenda. No bajó nunca de los 103 puntos de tanteo, en su peor partido: "sólo" treinta y tres puntos de ventaja frente al Brasil de Oscar o Israel Machado.
Y eso que en la familia olímpica todo el mundo no les recibió bien. No gustó que Magic y Jordan, entre otros, se hospedaran en un lujoso hotel donde reservaron dos plantas sólo para ellos, incluyendo una exclusiva sala de video juegos. Era imposible creer que un hombre como Stoctkton era capaz de pasar completamente desapercibido sólo con vaqueros, gorra y gafas de sol. Era increíble, como dijo su entrenador "hemos hecho algo parecido a juntar a los Beatles y Elvis". Hasta el punto de que algunos jugadores que tuvieron la suerte de cruzarse en su camino acudían, en pleno partido, a fotografiarse con sus ídolos al banquillo norteamericano.
Algunos regresaron en Atlanta, pero como en los amores, el primer Dream Team, el primer equipo de los sueños, fue el bueno. Y Estados Unidos coleccionó oros durante las siguientes olimpiadas. Sin embargo, en Atenas una espectacular Argentina les apartó de la final y en Pekín sólo un descarado arbitraje impidió a España vencerles en el último encuentro.
No sabemos que pasará en Londres. España, Brasil, Argentina, Francia y alguna emergente del preolímpico aún por disputar –como Rusia, Grecia o Puerto Rico- podrían plantar cara a la selección estadounidense. Pero como dice el tango veinte años no es nada. Para los que vivieron en pleno uso de razón aquel verano del 92, siempre habrá una cancha, el Olímpic de Badalona, y una formación. El inimitable. El auténtico. El único equipo de los sueños…
No hay comentarios:
Publicar un comentario