jueves, 20 de septiembre de 2012

Mis películas favoritas (III): La Palabra

Esta serie de artículos NO es un compendio de las mejores películas de la historia del cine; son, con quien las quiera compartir, una serie de reflexiones sobre el modesto gusto de este bloguero. Advierto que pueden incluir elementos de la trama; si alguien no las ha visto, que no siga leyendo

No se preocupen; yo tampoco había escuchado hablar de ella. Pero el caso es que una visión casual de "Qué grande es el cine" con el que José Luis Garci homenajeaba al séptimo arte en el centenario de su nacimiento, me sorprendió, me dió de bruces y me dejó boquiabierto ante una cinta más venerada en el mundo de las academias que entre el gran público. Si alguien dice sentirse impresionado por una película danesa de 1955, seguramente sea tildado de esnobista, de friki o de intelecualoide. De los tres epítetos, quizá tenga servidor algo del segundo. Pero el cine, como la buena música, no tiene edad ni pasaporte. Y esta obra maestra, sin ningún tipo de dudas, lo demuestra.
Ordet o La Palabra en castellano es un cántico a la vida, a la esperanza, a la resurrección. No tiene grandes diálogos ni frases memorables; yo mismo no sabría decirles el nombre de uno sólo de los actores protagonistas. Pero si el de su director. De pie, por favor, y en posición de firmes. Carl Theodor Dreyer.
                                                    
De todas las interpretaciones de Jesús de Nazaret que nos ha dejado el cine, quizá esta sea la menos conocida por el gran público. Porque el personaje central de la trama -un seminarista que de tanto estudiar los evangelios termina por creerse Cristo- es una suerte de Cristo viviendo en la campiña danesa del siglo XX las penurias padecidas por el Rey de Reyes en vida.
Incomprensión, desprecio, marginación, rechazo. Todo esto lo experimenta Johannes, protagonista dignamente secundado por su padre y hermano,  con la división dentro del cristianismo entre católicos y protestantes como telón de fondo. Es una triste historia con final feliz: si la han visto recordarán, y si no lo han hecho no se la pierdan, la escena final con el faro del coche de fondo. Analogía de la vida con algo tan insignificante en estado puro.
Probablemente, Ordet sea la gran olvidada de las listas de grandes películas de todos los tiempos. Las prestigiosas revistas que año tras año encumbran a Vértigo o Ciudadano Kane no tienen hueco en sus páginas para una lección de fotografía magistral, para el reflejo de un Cristo en el que algunos creemos: alejado de los templos donde aún siguen los mercaderes, próximos a los niños y a los que sufren. De no haber sido danesa, y llevar pasaporte británico o estadounidense, no les quepa la menor duda que alguno de esos venerados críticos la incluiría. De momento, aparte de Garci, creo -es broma- que esta película sólo la hemos visto otro "dreyerista" convencido como Leonardo Campoamor y yo. Por eso la comparto. Porque, como el cine y la buena música, la esperanza y el optimismo no tienen edad ni pasaporte. Para el cine, Belén se encuentra en Dinamarca desde 1955...

No hay comentarios:

Publicar un comentario