martes, 4 de septiembre de 2012

De rodillas por Concha Espina

Cristiano Ronaldo está triste y en su club saben por qué. Es la frase que atormenta, apasiona y tiene en vilo a la inmensa mayoría de periodistas deportivos de este país. Y aficionados al fútbol ¿qué le puede pasar a alguien que es, como el mismo dijo, magistralmente bueno, guapo, rico y famoso, para no celebrar sus goles?.
El hecho de estar bendecido por todas las suertes posibles no exime a una persona de tener momentos de bajón. Por tanto, de la condición de persona. Al astro portugués, es cierto, que se le ha buscado una salida de tono desde que llegó al Madrid. Aún recordamos como se rasgaban las vestiduras algunos cuando se gastó en una noche lo que yo ganó en un año en botellas de vino en compañía de Paris Hilton, esa intelectual. Nada que objetar: estaba en su tiempo libre y se estaba gastando su dinero como más le parecía.
El problema del ciclón de Madeira, acaso uno de los delanteros con más prestaciones de la historia del fútbol, es que el Real Madrid se le ha venido encima. Llegó a un Bernabéu ávido de títulos, de héroes a los que encomendarse tras una serie de contínuas humillaciones vestidas de azul y grana. Guapo, rico, famoso y cincuenta goles por temporada. Demasiado bueno como para controlarlo.
Y el problema de Cristiano es que nadie se ha parado, en serio, a explicarle lo que significa esa camiseta. Nadie le ha hablado de quien era Santiago Bernabéu: capaz de rescindir el contrato de un jugador porque se mofó de la tortilla de patatas que un humilde cocinero belga había perpetrado como homenaje al club blanco. O que prohibió a los jugadores llevar grandes coches a los entrenamientos: la gente que pagaba por ver a sus estrellas ejercitarse no vestían de Armani, sino que eran obreros que salían de la fábrica y se paseaban por la vieja ciudad deportiva. O sea: nada de ostentaciones con el sagrado jugador número 12.
Cuando los clubes pierden su identidad, ganan títulos, pero algo se queda por el camino. El Barça de Joan Laporta fue, en efecto, imperial. Pero el respeto que merecían su historia y el asombro que despertaba su fútbol se diluían por la alcantarilla a cada numerito independentista del ex presidente. El equipo que, en efecto, es más que un club es demasiado grande, demasiado respetable, como para hacer proselitismo del signo que sea desde la zona noble del Nou Camp. Joan Gaspart era, en lo deportivo, el presidente que todos los merengues queríamos para el Barça. Pero merece respeto que desechara hacer carrera política en el Partido Popular por no mezclar al club blaugrana en cuestiones de urnas y votos. El Barcelona estaba por encima de eso.
Al Madrid le pasa lo mismo. La cantera blanca no sólo emigra sino que se prefiere traspasar a la gente de Valdebebas a saldo de ganga para traer a medianías llegadas de equipitos de la Premier sólo por el hecho de que tengan apellido exótico y hayan jugado dos partidos en una Eurocopa que ganó España en parte gracias a ex canteranos del Real Madrid. La prensa "afín al movimiento" prefiere votar en un premio por un portugués que por el mejor jugador del mundo, que es español y se llama Andrés Iniesta. Para vergüenza de quienes admiramos la majestuosidad del club blanco. Su presidente habla en privado de la evangelización blanca de los cinco continentes y las pretemporadas se realizan a miles de kilómetros de España, con millonarios pagando auténticas fortunas por retratarse junto a los jugadores en un increíble campo de golf.
Ese es el problema de Cristiano Ronaldo. Qué el Madrid es, títulos aparte, un equipo desnaturalizado, apartado de sus valores y orígenes, que le hicieron eterno e inmortal. Por tanto, concluyo que el astro portugués no debe ser el único culpable: también quienes le han dorado la píldora para hacernos creer que no sólo estamos ante un futbolista excepcional, sino ante el último ser vivo del planeta Krypton cuya nave espacial pegó el carajazo en Madeira y no en Smalville. Si Cristiano visita a un compañero en el hospital, tiene cincuenta cámaras alrededor. Que Cristiano se hace una foto con un grupo de crios, se nos vende a la ternura hecha futbolista.  Que gana en unos largos nadando a cualquiera de sus compañeros, no hay problema: el fotomontaje CR9 vs Michael Pheps está servido.
Real Madrid y Barcelona serán más grandes como clubes cuanto más normales sean los tipos que integran sus plantillas. Me comentaba hace poco Javier Imbroda que era difícil dar con alguien como Pau Gasol: al mejor jugador europeo de la historia le adornan una serie de virtudes al margen de las baloncestísticas que hacen de el una rara avis. Empezando, según la cualificada opinión de mi paisano de Melilla, por la sencillez y la humildad.
Cristiano Ronaldo se irá. Pero no será una tragedia. La leyenda del Real Madrid está grabada a fuego sobre remontadas imposibles, luchas en el barro. El Madrid fue grande con Di Stéfano, pero también con Breitner, Hugo Sánchez, Butragueño, Raúl, Zidane o Roberto Carlos. Ellos aumentaron el palmarés del Madrid, pero fue llevar la camiseta y el escudo del Madrid lo que les hizo grandes a ellos. Y cuando este Madrid de reyes desnudos y aduladores vuelva a mirarse al espejo y hacer bandera de si mismo, seguirá siendo grande. Como dice un buen amigo y seguidor de este blog -culé, por cierto-, si se es jugador  a Concha Espina hay que entrar de rodillas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario