Dentro de poco, la FIFA anunciará los candidatos al Balón de Oro 2012. Ya saben: aquel certámen del que la leyenda dice que una vez premiaba a los mejores jugadores del año en curso y que actualmente premia a los que más camisetas venden. Con estos premios, me ocurre lo mismo que con los Oscars: nadie duda que Katherin Bigalow tuviese calidad suficiente como para llevarse la estatuilla dorada. Lo que llama a la desafección al premio es que tenga el Oscar que no lograron Hitchcock, Welles o Chaplin.
Nadie duda, por tanto, que Lionel Messi o Cristiano Ronaldo serían magníficos balones de oro. Pero que nadie discuta que hay más jugadores que, al margen de ambos dos, merecen tal premio. Sobre todo -y aquí entramos en el terreno exclusivo de mi opinión personal- ninguno de los dos es el mejor jugador del mundo y ninguno de los dos ha sido el mejor jugador de 2012.
Si de mi dependiera, el Balón de Oro 2012 quedaría del siguiente modo:
-Balón de Bronce para Didier Drogba. El fútbol también debe premiar la épica. Y algún día hablaremos de la legendaria actuación del marfileño en la pasada Champions. Cierto es que el Chelsea es el campeón europeo más gris y aburrido que se recuerda desde el PSV de Hiddink o el Milan de 2003; la escasa calidad que atesora en sus filas se ve sepultada ante el peso de la pizarra y el resultadismo más extremo, quizá fruto de las urgencias históricas de su propietario y la mala trayectoria liguera del pasado año. Pero Drogba se alzó como el gran referente, la gran pesadilla para sus rivales, e hizo del arreón final un instrumento para que la "orejona" resida por primera vez en Londres. Justo el año que menos se esperaba. Sería, de paso, un reconocimiento para uno de los grandes clubes de lo que llevamos de centuria.
-Balón de Plata para Andrea Pirlo. A la hora de hablar de Diego Armando Maradona, siempre se dice que ganó el sólo el mundial de Méjico 86. Pirlo no es como El Pelusa, pero igual mérito le corresponde: sin sus pases medidas, sin su manera de ver el centro antes siquiera de que el balón le caiga, sin sus escasas pero certeras apariciones en el área contraria, hubiera sido imposible ver a Italia ganando el campeonato de 2006. Ni pujando por la Euro de este año, donde sólo la mejor España que se recuerda impidió al mediocentro italiano coronar con éxito la lección de fútbol y de dirección que dio en cada partido del máximo torneo continental. Pirlo ha sido, además, el motor para que la Juventus de Turín, la vieja y necesaria señora, volviera a ganar una liga tras la vergüenza del descenso administrativo y el trauma de la Segunda. De Pirlo se puede decir lo mismo que de Norman Bates: cada vez que aparece en pantalla, sabes que va a pasar algo.
-Balón de Oro: No tiene carisma. Ni se le conoce más anuncio que el de una marca de helados. No se prodiga más allá de lo necesario en los medios de comunicación. No alardea en público. No da importancia al reconocimiento individual. Simplemente, sabe que tiene un trabajo y lo hace de maravilla. Pero el hecho de aparecer frío e indiferente ante los galardones, no es óbice para que reciba, al fin, el premio al mejor jugador del año. Méritos ha hecho de sobra: ganó España el mundial con un gol suyo y durante la Eurocopa no anotó, pero movió al equipo como sólo los dioses saben hacerlo. Dice que pudo escuchar el silencio cuando batió a Sketelemburg en Johannesburgo. Yo no lo conozco personalmente, pero me lo creo. Lo que distingue a los grandes de los enormes es que estos aparecen cuando al resto le flaquean las piernas. Y Andrés Iniesta nos tiene acostumbrados al gol o a la genialidad cuando el tiempo apremia y la navaja acaricia la garganta. Y, a diferencia de otros, cuando el brilla lo hacen no sólo su club. También su selección. Por tanto, y desde el respeto hacia otros como Casillas o Xavi, ya es hora de que al mejor combinado de la historia de Europa se le premie en el único terreno donde no llegan los goles: el de los despachos, asesores de imagen y jefes de ventas. El del Balón de Oro.
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