jueves, 28 de junio de 2012

Ni pan ni circo (II)

Editorial del programa Ceuta en la Onda del jueves 28-06-12.
Se ha extendido en las últimas semanas una corriente de opinión tendente a señalar que cuanto mejor le vaya a la selección nacional, peor para el país. Los intelectuales "guays" -que a la hora de la verdad tienen de intelectuales lo que Obama de rubio, pero se tienen que hacer notar- señalan que es pan y circo y que la gente debiera estar más preocupada del latrocinio, perdón, rescate bancario que de la evolución del partido. Primero: estoy convencido que estos intelectuales se sentaron anoche a ver el partido; no me imgaino a más de uno oyendo una selección de las mejore sarias de la zarzuela decimonónica minetras leen el Ulyses de Joyce o las memorias de Cicerón. No. Y segundo: la intevención de Bankia se hubiera producido con o sin selección nacional.
Se que el atraco a mano armada que nos espera por parte de los que mandan y los terroristas del protátil y la especulación, nos es más importante que el hecho de que la pelotita entre o no. Y  se que los integrantes de la mejor selección de la historia de Europa -la Holanda de Cruyff jugaría muy bien, pero no ganaba ni al parchís- son millonarios y su día a día es incomparable con el de millones de mil y poco euristas en el mejor de los casos.
Pero también pienso que la ilusión es un elemento tan necesario en una sociedad como la energía eléctrica. Anoche pensaba, tras la euforia del partido, en la cantidad de niños que lo habrían visto en los hospitales y que se se olvidaron de su gotero mientras Iniesta hacía diabluras o Sergio Ramos cortaba como una tijera. Me acordé del parado ahogado por los meses de inactividad, que durante dos horas dejó de sentirse como un bulto inútil para disfrutar de ese puñal llamado Pedro Rodríguez Ledesma. Pensé en la cantidad de familias que apenas se reúnen, pero que anoche se pertrecharon en un sofá para seguir las evoluciones de Jordi Alba por la banda y se abrazaron, dejando atrás resquemores, cuando Fábregas finiquitó a los portugueses. Imaginé sonreir a quienes hayan perdido a algún ser querido recientemente cuando Casillas obraba su milagro del día. Veía la satisfacción contenida de Vicente Del Bosque y me imaginaba el subidón que debio suponer para quienes son padres de hijos de un dios menor el ejemplo de naturalidad de hace un par de años con Alvaro y la Copa del Mundo. Creía que los que hayan sufrido un mal de amores o estén preses de miedo por la enésima bronca en el trabajo tenían motivos para mofarse de Cristiano Ronaldo, que se reservó para un penalti que ni siquiera llegó a tirar.
España ganará o perderá esta Eurocopa. Es lo de menos, pero como mínimo será subcampeona. El lunes volveremos a hablar de primas de riesgo, intervencones y recortes. Pero, de vez en cuando, es necesario para un país que algo lo cohesione y lo una. Aunque sean unos locos bajitos jugando a la pelota. Simplemente, por todo lo anterior y muchos más, gracias. Merece la pena pararse dos horas a disfrutar de la mejor selección de la historia. Del equipo de nuestras vidas

lunes, 25 de junio de 2012

Ni pan ni circo

Se ha puesto de moda el pan y circo. Explico lo de la moda: ahora mola, porque queda más guay que un algodón de azúcar, decir que el Gobierno nos atraca mientras vemos el fútbol. Nada más lejos de la realidad: me he sentado y me sentaré a ver partidos de la Euro 12, haga lo que haga España, y al final del próximo mes me pertrecharé delante del televisor para ver los Juegos Olímpicos. Lo que no me hace perder la perspectiva ni ignorar lo verdaderamente importante. Se que el IPC, la prima de riesgo o el Bundesbank son mucho más importantes para nuestra vida que la Eurocopa, y no me voy a sentir más ni menos orgulloso de ser español en función de como acabe el torneo continental. Pero ello, insisto, no es óbice para disfrutar de estos genios.
Se, igualmente, que muchos de los del "Pan y circo" no leen el Decamerón de Bocaccio entre los embriagadores sonidos de Tristán e Isolda mientras el resto de los paletos insensibles sacamos nuestros instintos primarios coreando un gol. No. Ellos también ven el fútbol, pero  tienen que hacerse notar, tienen que reivindicar sus quince minutos de fama a los que, según Andy Warhol, todo el mundo tenía derecho. Y se que mas de uno de estos intelectuales, aparte de acordarse de mi carta heráldica, estará tecleando en Google ahora mismo la palabra Warhol, probablemente en la creencia de que era, tal vez,  lateral izquierdo del Wolverhamptom.
El fútbol no son once tíos contra otros once en pantalones cortos detrás de un balón. Algunas de las historias más hermosas de generosidad o de honestidad las he conocido en futbolistas. En gente comprometida con su entorno, que ha arriesgado su vida e incluso la ha perdido por defender principios o hermosas historias de superación. El fútbol tiene mil caras; la del Dinamo de Kiev, eterno siempre para los que amamos la libertad; de Matías Sindelaar, Carlos Caszely o el Nottingham Forrest, que escribe en su propia trayectoria la más hermosa historia de superación jamás contada por el deporte rey. Y quienes intentaron denostar al deporte rey, a esta fábrica de sueños, acabaron rindiéndose. Contaba Jorge Valdano, en una conferencia a la que tuve la suerte de asistir hace un par de años,  una deliciosa anécdota: a la misma hora en que comenzaba la final del mundial del 78 entre Argentina y Holanda, a Jorge Luis Borges le dio por convocar una rueda de prensa para hablar sobre el concepto latino de la inmortalidad. Rueda de prensa a la que solo asistió el propio Borges.
El fútbol, como otros tantos deportes,  también ofrece historias tristes, anónimas, de derrotas sin partido de vuelta. Como la de Miki Roqué; un chaval de 23 años al que traicionó la más puta de las putas, que como dijo Ruiz Zafón es la propia vida. E historias de alma grande; Carles Puyol, capitán del Barça y estandarte de la selección, fue quien sufragó su tratamiento. Me consta que no es el único que destina dinero de su patrimonio para obras benéficas; el altivo Cristiano Ronaldo o Di Natale, entre otros, pueden unirse a la lista de filántropos vestidos de corto. Habría que ver a muchos detractores del "show sport" con el dinero de aquellos a los que critican por modismo.
Son futbolistas. Son divos. Son millonarios. Son ídolos de masas. Pero son personas. Y algunos parecen tipos más normales y más sanos que muchos de los que los denostan en función de no se qué embrutecimiento colectivo. Llamenme primario si quieren, pero en momentos como este me siento más orgulloso de estar enamorado de este deporte. Porque lo de menos, insisto, es el balón. Son códigos e historias ocultas tras la puerta de un vestuario. Y no todo el mundo sabe intepretarlas.

miércoles, 20 de junio de 2012

El líder

Pablo Laso, entrenador de la renacida sección de baloncesto del Real Madrid, daba recientemente una de las definiciones de liderazgo más interesantes que he leído nunca. "El líder -decía el ex base vitoriano- es aquel que no se viene abajo en los momentos malos ni arriba en los momentos buenos".
Liderar nunca fue fácil. Ante cualquier situación, en cualquier grupo humano, los miembros de la manada siempre buscan quien les dirija, quien les asesore, quien les condene o premie. Quien tome la decisión: tarea siempre ingrata y que los cánones más puros de la comodidad recomiendan dejar para otros.
Liderar es asumir responsabilidades, saber que pueden llegar laureles pero también morder la arena. Y liderar siempre fue, por tanto, cosa de audaces, de atrevidos, de valientes. Líderes a lo largo de la historia ha habido miles de ejemplos. Los hubo que lideraron éxodos por el desierto, que lideraron a masas desesperadas para ver multiplicar panes o peces o que encabezaron hermosas revoluciones. Los hubo que, por contra, ejercieron nefastos liderazgos. Para ellos, para los que dirigían o para el resto.
La historia de la pasada centuria deja grandes ejemplos de liderazgos. Gandhi, Churchill, Ben Gurión, Atatürk, Allende, Reagan, Mandela o Suárez. Por desgracia, también ejercieron liderazgo Hitler, Stalin, Pol Pot, Pinochet, Jomeini o Franco. A algunos los podemos elevar a la categoría de santos laicos. A otros mandar a los infiernos, figurados o existentes, y solo recordarlos para maldecirles y refrescar la memoria de lo que nunca debe volver a ocurrir. Pero todos dieron un paso para adelante, en búsqueda de la libertad o de la perdición y locura más absolutas.
Liderar, por tanto, exige decisión. Y más en época de turbulencias: el capitán nunca llora ni se marea cuando crecen las olas; agarra más fuerte el timón y toma decisiones. A los líderes, a los de verdad, les toca también de vez en cuando dar cuentas. Para tranquilizar a los propios y dar confianza a los ajenos. Cuando no lo hacen, se tiende a pensar que hay vacío de poder, que algo hay que ocultar o que, en el caso del supuesto líder que se esconde, el hábito no hace al monje. España, por ejemplo, tiene un presidente. Al que deseo la mejor de las suertes. Pero un presidente que huye por el garaje, que comparece tras su ministro de Economía o que no considera necesario comparecer, en el debate sobre el Estado de la Nación, ante la sede de la soberanía nacional. Lo siento, señor Rajoy, pero sólo puedo considerarle mi presidente. Para darle la consideración de lider, hace falta  ir, de vez en cuando,  más allá del problema de agenda

viernes, 15 de junio de 2012

Un perroflauta en Bruselas

No se si habrán caído, pero hay una serie de organismos que aparecen revestidos de prestigio y de santidad, cuando en la práctica poco o nada aportan. El Senado de España o las Diputaciones Provinciales, pero a nivel internacional quisiera saber para que sirven el Parlamento Europeo o la propia ONU, que tras unos cuantos centenares de muertos ha logrado, al fin,  ponerse a funcionar en Siria y enviar a Koffi Annan como gran mediador de la humanidad. Los generales del Ejército sirio así como el presidente y su familia todavía no han podido parar de correr, henchidos de pavor, tras conocer que las Naciones Unidas habían decidido enviar a un mediador internacional. De hecho, a Assad se le he visto con barbas de dos semanas y llorando de miedo en una desviación a la salida de Pontevedra.
Uno de ellos es la Comisión Europea. Que servir, servirá para algo, digo yo. Pero desde luego la agilidad no es lo suyo: llevan con videoconferencias y cumbres bilaterales para arreglar la crisis desde que Karanka (perdón, Luis De Guindos) aún tenía despacho en Lehman Brothers. Y ahora sólo se les ocurre tirarles de la oreja a unos ciudadanos griegos que deben sentir que tienen dos opciones: o seguir lo que quiera Bruselas hasta el próximo recorte y de ahí hasta vender el Partenón en fascículos o votar lo que les de la gana, salga el sol por donde quiera. Si a la hora de emitir mi voto lo único que tengo claro es que gane quien gane me van a seguir recortando mis pensiones, les prometo que la rebeldía sería mi opción.
Pero, por una vez, escucho una propuesta de la engañifa esa que tenemos por Gobierno europeo que me suena a humana, a cercana a la calle, a lógica. Se trata de la de Joaquín Almunia: secretario general y candidato del PSOE a La Moncloa que fue.
Consiste en liquidar a aquellos bancos que sean deficitarios, que reciban capitales públicos y vuelvan a caer en el déficit. No es otra cosa, pues, que ponerle al fin puertas al campo. Pero resulta que no, que la propuesta de Almunia parece que, de aplicarse, alteraría el eje de rotación de la Tierra.
Pues no tengo claro del todo por qué, pero no me parece mala la propuesta del comisario de los números en Bruselas. Y desde luego no entiendo por qué traiciona o entra en conflicto con España. Y no entiendo porqué el partido que sustenta al Gobierno de la Nación ha montado en cólera.
¿Qué los bancos deficitarios cierran?. Vale: son los mismos que inflaron el ladrillo, dieron hipotecas hasta al gato triste y azul de Roberto Carlos, pusieron nuestros ahorros en entidades de capital riesgo que ahora atentan contra nuestro Estado del bienestar, expropian viviendas, ahogan el crédito e inflan balances contables. Y encima nosotros, con nuestros impuestos, tenemos que pagarles. Y encima, para una vez que alguien con cierto poder dice lo que pensamos millones, se arma la de San Quintín.
No se como acabará esto: espero que algún día hablemos de Mariano Rajoy como un visionario, que supo ver caer el balón antes que nadie. Sólo eso explicará determinados movimientos en política exterior. A Dios gracias que Uganda queda lejos. Muy lejos.
Igual Almunia, de quien por cierto alguien tan de derechas que paraba los taxis con el brazo levantado me admitió una vez que podría haber sido un gran presidente, es un perroflauta. No lo se. No le voté en el 2000, antes al contrario, pero encuentro más sentido en sus palabras que en no llamar a las cosas por su nombre. O sea: rescate a lo que es.

martes, 12 de junio de 2012

Pagar a los héroes

El telediario de las tres es una edición televisiva de El Caso. Fianzas, imputaciones, estafas, investigaciones. Lo que ocurre es que los que están señalados no son malvados empresarios sin escrúpulos o determinados chorizillos de barrio. No. Se habla de portavoces, presidentes de consejos, accionistas mayoritarios y conseguidores. Vamos, que ni el Berlanga más ingenioso hubiese estado a la altura de tal despropósito nacional.
Mientras el informativo de TVE da cuenta del parte diario de imputados con chaqueta, recuerdo un comentario que me hacían meses atrás. "Mi madre me decía que estudiase para llegar a concejal o  ministro. Ahora yo le digo a mi hijo que le de a los libros o se quederá en concejal o ministro". Crudo e ingenioso.
Hay quienes si han estudiado, estudian y estudiarán. No son concejales ni ministros; lo suyo es otra guerra. No están en un tribunal y si vistieran de corto podrían ser considerados como auténticos embajadores de España ante el mundo.
Antes al contrario, les dan vergüenza los focos y las cámaras. Algunos son tan despistados como geniales; otros se asustan si reciben la llamada de un periodista y responden a los estereotipos sobre su profesión.
Pero son los verdaderos héroes de este país. No hacen diabluras con un balón en los pies. Reconstruyen caras, hacen trasplantes imposibles, buscan tratamientos contra la leucemia o el SIDA y desarrollan quimioterapias no agresivas contra el paciente. Son genios de la física cuántica y bucean en el pasado del hombre. Explican y entienden los neutrinos o la velocidad de la luz porque pertenecen a la rara élite capaz de interesarse por la millonésima fracción de un segundo, y convencernos al resto de los mortales de que vale, y para mucho. Son capaces de hacer que este país no sólo sea campeón en paro o fútbol; también en energía solar. Y en sus manos están, por ejemplo, algunos de los proyectos más ambiciosos de la historia de la aeronaútica mundial.
Se llaman Carlos López Otín, Pedro Duque,  Javier Martínez Picado, Ignacio Cirac, Pedro Cavadas, Rosario Sánchez Martín  y un larguísimo etc. A mi no me levantan del sofá como Gasol, Iniesta, Contador,  Alonso o Nadal, pero me despiertan sincera admiración. Y a punto de concluir  la campaña de la Renta, en esta España que se comió las uvas con vientos chaviztas y que ahora es la más liberal de los liberales, acabo con un lamento. El Gobierno de mi país, teóricamente liberal, me obliga a dar parte de mis impuestos al propio Gobierno, a oenegés de las que me fio sólo en algunos casos o a la Iglesia de un Dios con el que me peleo a diario. Quiero que, algún día, me dejen dar dinero a la ciencia de España. A los verdaderos héroes de este país. He tenido el honor de hablar sobre su trabajo con alguno de los antes mencionados, y otros más. Les prometo que con que sólo uno de ellos consiga su objetivo, habrá merecido la pena.

martes, 5 de junio de 2012

Todavía se ve el Hacho

Yo no conocí a Juan Díaz Fernández más que por sus escritos. Cuando yo principiaba en este modo de vida -la escritura, el periodismo, como quieran: contador de cosas-, alguien le habló de mi. E incluso hubo algún conato de que nos encontrásemos y charlasemos. Aquel encuentro, por desgracia, nunca se produjo. Díaz Fernández enfermó en aquella época y falleció algún tiempo más tarde.
Asomarme al periodismo era, en aquellos 18 años que un día tuve, como espiar a una mujer desnuda. Te atraía lo que veías, pero te aterraba cruzar la puerta y que alguien te pusiera cara de hiena y te pidiese a gritos que ni te acercaras. Pero por otro lado, te apetecía correr el riesgo. Y un día, entre balances y mayores, mi vida se encaminó al oficio de contar cosas.
Recuerdo uno de mis primeros reportajes. Fue un rastrillo benéfico en el Casino Militar, a beneficio de no recuerdo que colectivo. Y entre los libros que se vendían, uno que da nombre a este artículo.
Efectivamente, por fin tenía mi peculiar encuentro con el profesor Díaz Fernández. Me leí  aquel libro en lo que Rodríguez Zapatero se empapó de economía, un par de tardes. Y me llegó profundamente la historia que contaba el columnista en su artículo más celebrado.
En una de sus jornadas de pesca, el motor fueraborda se quedó parado. Iba Juan Díaz con un marinero curtido en el barco, que empujado por el viento les arrastraba hacia costa marroquí. Cuando empezó a darse cuenta de la gravedad de la situación, el profesor comenzó a perder los nervios. Y el pescador, que debía ser hombre bragado en mil levantes, le respondió: "tranquilo, Don Juan. Todavía se ve el Hacho".


Hoy, a media tarde,  hablaba con un buen amigo sobre el futuro de Ceuta. Y llegábamos a la conclusión de que no hay motivos para el optimismo. Hay más parados que nunca; políticamente no parece haber mucho más de lo que luce y algún día hablaremos de la inversión privada como de los hunos o los íberos. El buenismo corroe todas las capas de la sociedad y seguimos empeñados en creernos que no hay mundo más allá de la bocana. Me duele, por ejemplo,  que el Ceuta pueda desaparecer, pero más aún que haya gente que lo celebre, porque eso da idea de que nos lo tenemos que hacer mirar, y a base de bien.  Para echar a correr, oiga. Pero no. A lo mejor es que el soñador imberbe que un día fui no ha muerto del todo; o a lo mejor es que conozco lo suficiente de la historia de esta ciudad como para saber que lo nuestro es bailar sobre el alambre; llevamos así 3.000 años. No lo se. El caso es que, por lo que fuera, tengo la sensación del compañero de pesca de don Juan. Que por mucho que vayamos a la zozobra, no todo está perdido. Todavía se ve el Hacho. Y les confieso que, a veces, con eso me basta

viernes, 1 de junio de 2012

Historias Olímpicas (VII). ¿Qué hace un chico como tu en una piscina como esta?

Nuestro héroe olímpico del día cumplió, precisamente ayer, 34 años de edad. Su palmarés no lo adorna ninguna medalla, ni fue campeón del mundo. Ni siquiera estuvo a punto de conseguirla. Es más; hubiera pasado completamente inadvertido de no ser por lo malos que fueron sus resultados y lo difícil que lo tuvo.

Hagamos un poco de historia. Dotada de una de las mayores reservas madereras del mundo, Guinea Ecuatorial alcanza su independencia de España en 1968. Sin embargo, una serie de conflictos internos aúpan al poder a uno de los dictadores más sanguinarios del último medio siglo en cualquier lugar del mundo. Teodoro Obiang derroca en 1979 a su tío, el no mucho menos despreciable Francisco Macías, y se convierte en una suerte de omnipotente dictador que espanta a las inversiones extranjeras y fuerza al exilio a miles de guineanos.
Teodoro Obiang

Un año antes de que Obiang –el hombre sobre el que circulan leyendas como sus prácticas caníbales con algunos de sus opositores- ocupe el Palacio Presidencial de Malabo, ha nacido Eric Moussambani. Uno más de millones de guineanos que escribirá su nombre en la historia 22 años después.

Es en el año 2000 cuando los Juegos vuelven a Oceanía. Sidney, elegida para la cita olímpica, espera con ansiedad la exhibición del héroe local, Ian Thorpe. El holandés Pieter Van Hoogeband y un tal Michael Phelps que debuta en la máxima cita también copan portadas.

Guinea quiere exhibirse al mundo. Y empieza a reclutar jóvenes por todo el país. A Eric Moussambani lo preparan para competir. Pero de un modo, digamos, un tanto especial. Ocho meses antes de los juegos, por primera vez se mete en una piscina para nadar. Es en la de un hotel: en los dominios de Obiang no hay una piscina de dimensiones olímpicas.

Y llegan las olimpiadas. En la misma serie eliminatoria en la que Van Hoogeband bate el record mundial de los 100 metros libres, Moussambani bate el suyo particular: cubre las distancia, a duras penas, en casi dos minutos, más de uno por encima del tiempo del ganador. Es la primera vez que Eric ve y prueba una piscina de 50 metros. Incluso hay gente que teme por su integridad cuando nada prácticamente sin ritmo ni fuerza. Pero el público de la piscina olímpica se enternece, se vuelca con el antihéroe y rompe en aplausos cuando aprecia que, verdaderamente, el héroe no es el recordman mundial. Moussambani, exhausto, no cae en la depresión ni en la humillación. Antes al contrario, a pesar de haber hecho 100 metros con un tiempo superior al record mundial de los 200, sonríe y muestra su satisfacción por haber completado el recorrido. Durante los meses siguientes, "Eric el Anguila", se convierte en un auténtico fenómeno mediático a nivel mundial.
Eric Moussambani tras acabar su intervención en Sidney'00

Eric no participa en los juegos de 2004, en Atenas, por un problema con su visado y este año fue nombrado entrenador del equipo nacional de natación. Vive a caballo entre Malabo y Valencia, en España, y su imagen es, probablemente, la que mejor ilustra un viejo aforismo que algunos consideran de perdedores. Aquel que dice que lo importante no es ganar, sino participar...