Dudaba entre escribir algo sobre el fiasco de la selección española. El periodo vacacional en el que me hallo, con la preceptiva y recomendable desconexión, me invitaba a ello. Y por otra parte, pretendía -pretendo- huir del ventajismo de hablar a toro pasado. Pero, aunque no sea original, Italia cerró el ciclo que comenzaba precisamente hace casi una década contra la Azzurra. No es perder: no puede considerarse un fracaso que te eche un equipo que luce cuatro estrellas en el pecho. Es la sensación de impotencia, de rendición, de agotamiento físico y mental de los jugadores.
De entrada, habrá que plantearse algunas cuestiones relativas al calendario. En el cuatrienio mágico, ningún equipo español alcanzó la final de la Champions. En los dos últimos fiascos, hemos copado el palmarés europeo a nivel de clubes. ¿Es incompatible una cosa con la otra?. No, pero quizá debiéramos plantearnos empezar la liga en la primera semana de agosto o acabar con el parón navideño. Al menos, en los años de gran competición de selecciones.
De otro lado, se echa de menos a la piedra sobre la que se sostenía el edificio. Carles Puyol. Garra y, sobre todo, mando. Si el "tiki taka" funcionó fue porque auténticos genios como Silva -pagado de si mismo hasta decir basta en esta Euro-, Iniesta, Xavi o Cesc solo tenían que coger la pelota y moverla. Para barrer, achicar espacios y sudar la camiseta ya estaban el eterno capitán blaugrana o Xabi Alonso. Nadie es eterno, por supuesto, pero por ello no se entiende que jugadores como Koke acaben inéditos el torneo. Y soy muy consciente de que no estaría escribiendo esto si no hubiésemos perdido contra Italia.
Vicente Del Bosque debe irse. Por respeto, principalmente, a si mismo. El Marqués ha dado ya todo lo mejor de si; para siempre quedarán Sudáfrica y Polonia y Ucrania. Acabar siendo un técnico abucheado sería un triste e inmerecido epílogo para una trayectoria jalonada de éxitos y bonhomía. Al margen de una proverbial suerte que, desde hace cuatro años, parece haberle abandonado.
Es quizá la hora de Joaquín Caparrós: hombre que sabe trabajar con los jóvenes y lleva por bandera jugar al "otro fútbol" de contención y espacios pequeños. Tal vez sea el turno de Roberto Martínez: un español casi desconocido en su país, pero que lleva años haciendo cosas interesantes en una Premier que puede aportar el 50% de los jugadores nacionales. O si se busca algo de toque hasta saturar al rival, igual podríamos optar por un español nacido en Argentina llamado Jorge Valdano. Camacho, Míchel o Jémez son opciones muy respetables, tal vez como las de Luis García Plaza o Manolo Jiménez. Pero entre que las segundas partes rara vez resultan, y que una cosa es tener el favor de la prensa y otra llevarlo a práctica, me quedo con las tres primeras opciones.
Pese a todo, y por todo, gracias, Selección. Gracias por todo lo disfrutado.
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