lunes, 16 de abril de 2012

Una historia Real

Editorial del programa "Ceuta en la onda" -101.4 de la FM y www.ondacero.es/directo/Ceuta de lunes a viernes a partir de las 12.30- del lunes 16 de abril
Sustentada sobre años de tradición y servidumbres, la familia real británica estaba preparada para todo menos para lo que aconteció al final de aquellos convulsos años treinta. Eduardo, llamado a ocupar el trono de los ingleses, iniciaba una tórrida relación con Wallis Simpson: plebeya, norteamericana, frívola y divorciada. Demasiado para una institución que sustenta, sobre la corona real, no solo el peso de siglos, sino el de la Iglesia anglicana.
El romance con la señora Simpson no era sino el último y, quizá, menos grave de los quebraderos de cabeza que el príncipe heredero daba a la monarquía. En aquellos años, en que Europa se veía amenazada el nazismo, Inglaterra se encontraba con un doble problema: el nazismo en sí, además de un heredero al trono que profesaba ciertas simpatías con el régimen de Hitler.
A la muerte de su padre, Jorge V, Eduardo fue proclamado como Graciosa Majestad del Reino Unido de la Gran Bretaña, Irlanda del Norte y emperador de la India. Sin embargo, en una época prebélica, en el contexto de una crisis económica importante y con el mundo cambiando de eje político, Su Majestad no tenía la cabeza en su sitio. Antes al contrario, el Rey Eduardo era un hombre alocado, poco dado a atender la agenda de un estadista, condicionada en muchas ocasiones a las caderas y caprichos de Wallis Simpson. Lo que derivó en que la Monarquía quedara maltrecha entre sus súbditos.
Un día de 1936, Eduardo abdicó. Quedó como Rey Jorge VI: tartajoso y acomplejado, pero al que la historia eligió para liderar a Gran Bretaña en el momento más complicado de su historia: no era fácil pedir unidad a los británicos mientras llovía fuego sobre el cielo de Londres o Liverpool. Libre de aquellos asuntos de Estado, a excepción de un breve periodo como gobernador de las Bahamas, Eduardo y la señora Simpson disfrutaron de la intimidad, paz y libertad que añoraron siempre hasta el final de sus días; para Jorge VI y sus hijas quedó la vida en el Palacio de Buckingham, el triunfo sobre los nazis o la reubicación británica en el nuevo orden mundial. En definitiva: los libros de Historia. Una abdicación, irónicamente, para salvar la monarquía. Una hermosa y Real historia que conviene leer o recordar de vez en cuando, aunque no seamos hijos de la Gran Bretaña...

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