Era una contertulia de Carlos Herrera -no recuerdo exactamente cual- la que el pasado lunes hacía el comentario que inspira este artículo. Herrera y el resto del equipo aplaudieron la idea como un resorte: la de proponer un candidato para el próximo Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Y el candidato es alguien a quien todos conocemos bien, aunque la mayoría no haya hablado en su vida con el. Pero es conocido porque su música, su poesía, nos ha acompañado a todos los que hemos escuchado música en castellano en los últimos cuarenta años.
Leonard Cohen, en efecto, duerme como nadie a las ovejas cantando aleluyas. Pero el Nano -con el que sólo hablé el tiempo suficiente para hacerle dos preguntas en una rueda de prensa y pedirle una foto- somete a toda la trashumancia a la dictadura de un pentagrama. Bob Dylan, que al parecer no es tan borde como aparenta sino algo más, puede pensar que la respuesta está en el viento. Para mi no. Para mi está en las arenas donde duerme mi niñez recubierta de cañas y sal.
El candidato, el Nano, es canalla, cotilla y hasta cruel: no hay más que escuchar su crónica del entierro del insignificante pero entrañable Curro el Palmo. Tiene la gravedad de quien sabe que los pueblos blancos están condenados a morirse y no deja de soñar con que, algún día, un lunar se pague más caro que una pinacoteca.
Siendo catalán podría pasar por charnego; siendo español podría pasar por sólo Dios sabe qué. ¿Tiene voz?. Ni para dormir a un niño, que para eso ya están Cohen y Dylan, pero es inconfundible. No soy amigo suyo ni comparto sobremesas con el -ya quisiera- pero puestos a premiar a cantautores de otras latitudes, premiemos el producto nacional. Sobre todo si se llama Joan Manuel Serrat y ha compuesto buena parte de la banda sonora de nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario