domingo, 29 de abril de 2012

Hasta siempre, Pep

Triunfante en las Galias, aplastada la resistencia de Pompeyo y con la lealtad del joven y apuesto Marco Antonio, aquel general romano llamado Julio César debió creerse invencible. Hasta aquella mañana de marzo en el Senado, a fe que lo había sido: no había nacido hombre capaz de derrotarle,  político más hábil, ejército más fuerte que el suyo. Por eso, el primer gran dictador de la Historia murió de confianza: mostró su flanco débil, su humanidad -pese a ser, incluso, jurídicamente intocable- justo cuando más fuerza tenía y estaba cerca de ser un dios.
No se si entre las lecturas favoritas de Pep Guardiola estará la histórica y si el subgénero relacionado con Roma -donde todo empezó- apasionará al técnico de SantPedor. Pero lo que si es seguro es que ha evitado, con su decisión de abandonar, una traición probable, que su figura apareciese como humana y el mundo dejase de respetar al emperador blaugrana.
Se ha ido, y se ha ido cuando debía. Una temporada más en el Barça no hubiese garantizado un nuevo doblete Liga-Champions, y precisamente en la oscuridad de las primeras derrotas serias de su etapa como entrenador brilla con más fuerza lo hecho hasta el momento. Se ha ido, y lo hace con su Marco Antonio particular como depositario de sus cuatro años de cantera, barcelonismo y brillo en el juego.
Se va, e incluso los que no somos culés aplaudimmos al gran capitán, cuyo cuerpo no yace inerte como en el poema de Whitman mientras lo aclama la gente en el puerto: se va porque quiere, se retira a su Capri particular -sólo el sabrá donde está- a ver atardecer sobre el mar y sentir la nostalgia con el ruido de las gaviotas.
Y se apalude al técnico barcelonista, porque el segundo equipo que más tiene que agradecer a Guardiola el guardiolismo es el Real Madrid. De no haber existido este Barça imperial, dificilmente hubiera apostado el Madrid de modo tan decidido por esta colección de estrellas: Kaká-Ronaldo-Benzemá, con el infravalorado Kedhira y Özil -ya mítico- completando la escuadra blanca. De no ser por la hegemonía blaugrana durante el último lustro, Mourinho nunca habría recibido la llamada del Bernabéu. Y de no ser por este Barça mayestático, indiscutible, no sabría tan bien la liga blanca ni hubiese tenido aroma de título el triunfo en el Nou Camp.
Se va Guardiola. No mea colonia, no duerme en un arco iris, no está tan alejado de los extremos de su propio club como nos quieren vender. No. Y le han favorecido los árbitros, claro que si, en más de una ocasión. Pero se va con más bueno que malo, con el aplauso unánime de quienes, por encima de consignas y colores, amamos el fútbol. Porque cuando a la belleza de la propuesta se le une la eficacia, la idea adquiere proporciones de leyenda y de lección. Simplemente: gracias, Pep.

martes, 24 de abril de 2012

Un premio para el Nano

Era una contertulia de Carlos Herrera -no recuerdo exactamente cual- la que el pasado lunes hacía el comentario que inspira este artículo. Herrera y el resto del equipo aplaudieron la idea como un resorte: la de proponer un candidato para el próximo Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Y el candidato es alguien a quien todos conocemos bien, aunque la mayoría no haya hablado en su vida con el. Pero es conocido porque su música, su poesía, nos ha acompañado a todos los que hemos escuchado música en castellano en los últimos cuarenta años.

Leonard Cohen, en efecto, duerme como nadie a las ovejas cantando aleluyas. Pero el Nano -con el que sólo hablé el tiempo suficiente para hacerle dos preguntas en una rueda de prensa y pedirle una foto- somete a toda la trashumancia a la dictadura de un pentagrama. Bob Dylan, que al parecer no es tan borde como aparenta sino algo más, puede pensar que la respuesta está en el viento. Para mi no. Para mi está en las arenas donde duerme mi niñez recubierta de cañas y sal.

El candidato, el Nano, es canalla, cotilla y hasta cruel: no hay más que escuchar su crónica del entierro del insignificante pero entrañable Curro el Palmo. Tiene la gravedad de quien sabe que los pueblos blancos están condenados a morirse y no deja de soñar con que, algún día, un lunar se pague más caro que una pinacoteca.

Siendo catalán podría pasar por charnego; siendo español podría pasar por sólo Dios sabe qué. ¿Tiene voz?. Ni para dormir a un niño, que para eso ya están Cohen y Dylan, pero es inconfundible. No soy amigo suyo ni comparto sobremesas con el -ya quisiera- pero puestos a premiar a cantautores de otras latitudes, premiemos el producto nacional. Sobre todo si se llama Joan Manuel Serrat y ha compuesto buena parte de la banda sonora de nuestras vidas.

sábado, 21 de abril de 2012

Y volvió el Madrid

Ganó el Madrid en el Nou Camp, destrozando una serie de tópicos creados en los últimos años en relación a la derrota psicológica de los blancos antes de empezar un partido, en la fragilidad de la pizarra de Mourinho frente a la de Guardiola o la capacidad de Cristiano Ronaldo para desaparecer en los partidos de verdad.
Ganó el Madrid en el Nou Camp, y sentenció la liga. Avisa, además, de un cambio de ciclo: la derrota blaugrana evidencia que a Puyol y Xavi -los dos mejores en sus puestos de la historia de España: nada que reprochar- les empiezan a asomar goteras. Messi es mortal cuando Iniesta -que no puede ser expropiado, Cristinita- o Xavi no tienen el día y Guardiola empieza a ser cuestionado. Ingratitud del fútbol: se critican decisiones al hombre que ha dirigido el mejor conjunto de la historia y cuyo ciclo parece destinado al ocaso, como el de Gerard Piqué -el Ibrahimovic o Eto'o de este año- al final de Les Corts.
Pero ¿por qué la victoria?. El Madrid se esforzó; fue un equipo solidario, entregado, con espíritu de lucha. Fue humilde y paciente, y no dió el partido por perdido ni cuando Alexis empató y se anunció goleada culé. El Madrid, finalmente encontró la senda del triunfo. Mourinho parece haber entendido que el escudo al que representa es más grande que el. En definitiva, que para ganar y volver a ser campeón, a su equipo le bastó con una cosa. Simplemente, volver a ser el Madrid.

lunes, 16 de abril de 2012

Una historia Real

Editorial del programa "Ceuta en la onda" -101.4 de la FM y www.ondacero.es/directo/Ceuta de lunes a viernes a partir de las 12.30- del lunes 16 de abril
Sustentada sobre años de tradición y servidumbres, la familia real británica estaba preparada para todo menos para lo que aconteció al final de aquellos convulsos años treinta. Eduardo, llamado a ocupar el trono de los ingleses, iniciaba una tórrida relación con Wallis Simpson: plebeya, norteamericana, frívola y divorciada. Demasiado para una institución que sustenta, sobre la corona real, no solo el peso de siglos, sino el de la Iglesia anglicana.
El romance con la señora Simpson no era sino el último y, quizá, menos grave de los quebraderos de cabeza que el príncipe heredero daba a la monarquía. En aquellos años, en que Europa se veía amenazada el nazismo, Inglaterra se encontraba con un doble problema: el nazismo en sí, además de un heredero al trono que profesaba ciertas simpatías con el régimen de Hitler.
A la muerte de su padre, Jorge V, Eduardo fue proclamado como Graciosa Majestad del Reino Unido de la Gran Bretaña, Irlanda del Norte y emperador de la India. Sin embargo, en una época prebélica, en el contexto de una crisis económica importante y con el mundo cambiando de eje político, Su Majestad no tenía la cabeza en su sitio. Antes al contrario, el Rey Eduardo era un hombre alocado, poco dado a atender la agenda de un estadista, condicionada en muchas ocasiones a las caderas y caprichos de Wallis Simpson. Lo que derivó en que la Monarquía quedara maltrecha entre sus súbditos.
Un día de 1936, Eduardo abdicó. Quedó como Rey Jorge VI: tartajoso y acomplejado, pero al que la historia eligió para liderar a Gran Bretaña en el momento más complicado de su historia: no era fácil pedir unidad a los británicos mientras llovía fuego sobre el cielo de Londres o Liverpool. Libre de aquellos asuntos de Estado, a excepción de un breve periodo como gobernador de las Bahamas, Eduardo y la señora Simpson disfrutaron de la intimidad, paz y libertad que añoraron siempre hasta el final de sus días; para Jorge VI y sus hijas quedó la vida en el Palacio de Buckingham, el triunfo sobre los nazis o la reubicación británica en el nuevo orden mundial. En definitiva: los libros de Historia. Una abdicación, irónicamente, para salvar la monarquía. Una hermosa y Real historia que conviene leer o recordar de vez en cuando, aunque no seamos hijos de la Gran Bretaña...

martes, 10 de abril de 2012

Famosos

Coincido con ella en un avión. Me sorprende verla embutida, aún en el aparato y en pleno vuelo, tras unas gafas de sol y con un moño a la martirio. Está sentada en mi misma fila y sólo nos separa el pasillo. Tardo en reconocerla: dos chicas que le piden un autógrafo me ponen sobre la pista de que se trata de alguien famoso. Ella firma, sin quitarse la máscara modelo Ray Ban y de patillas rojas que le proporciona algo de anonimato, sonríe y sigue a lo suyo.
Lo suyo es dormir. A fe que la veo cansada, no se si dolorida o molesta. La imagen que tengo suya es de perfil, así que sólo un tatuaje en su mano me pone sobre su identidad. Se ha tatuado la palabra tras la que se esconde su primer éxito, el que la saca del mismo anonimato que momentaneamente recupera.
El fan suyo que llevo dentro me pide levantarme, sacar mi cámara y pedirle una foto. Pero noto que no tiene un buen día. Y pienso en la vida de gente como ella: de escenario en escenario, de avión en avión, de estudio en estudio. De impertinencia en impertinencia. Y caigo en la cuenta de que, además de famosos y grandes artistas, son también personas. No son insensibles al dolor, al mareo, al cansancio. No, no debe ser fácil su vida.
La vuelvo a ver al recoger las maletas. Estamos los dos sólos por unos minutos: ella con sus gafas de sol bajo techo y sin ventanas. Yo con mi cámara de fotos en el bolsillo y sin nada que perder. La miro. Nota que se quien es. Trastea con su teléfono móvil. Cojo mi maleta y me voy. Se que hay muchos que han vendido cada minuto de su vida, se que gracias al afan de protagonismo de muchos artistas (o pseudo artistas) podemos conocer mediante twitter cada gesto, hasta el más íntimo y escatológico. Pero me da que, como mi ilustre compañera de viaje, las hay que quieren vivir de su trabajo y punto. El primer tipo (cambiandomeeltampax# o #apuntodeafeitarme) que se las apañe cuando les vengan mal dadas. Pero el segundo grupo, el de los currantes del escenario que buscan con su trabajo el pan y tener cerrado el dormitorio, me merece todo el respeto.
¿Qué quien es?. Ella no quiso enseñar sus ojos, descubrirse. Y yo guardaré su nombre mientras su voz suena, poderosa, en los altavoces de mi ordenador.