lunes, 6 de febrero de 2012

Y en julio, a la playa

De niño quise ser ciclista. Nada nuevo ni raro en los de mi generación: vimos a Pedro Delgado hacer dignidad de la derrota ante Stephen Roche para resarcirse un año después y todos maldecimos a un tal Eric Caritoux que vino a quitarle la vuelta a nuestro "galleta", Alberto Fernández. Vimos a Miguel Induráin reventar todos los manuales de historia del ciclismo a base de contrarelojes míticas, de posturas perfectas sobre una espada que atormentaba a una generación que pudo haber sido única, pero que claudicó ante un caudillo. Vimos al Águila de Villaba no sólo alzar los brazos como ganador, sino repartir pequeños triunfos entre rivales, como Rominguer o Chiapucci, que podrían haber hecho época. Ganar, en definitiva, con elegancia.
Tras aquellos años, vino un americano tan altivo como admirable que arrasó con todo. Pero no era lo mismo. Ni era "nuestro" Miguel, ni eran esa suerte de escaladores como Escartín, Heras o el Chava Jiménez que rara vez ganaban, pero siempre nos levantaban del sofá. Siempre pensé que en el cuerpo del de Biescas, enjuto y pequeño como un gorrión, quedaba el espíritu de aquellos bandoleros que frenaron a la gabachada a base de pedradas.
Hasta que llegó Contador. Si, fue Pereiro y fue Carlos Sastre, pero Alberto iba a marcar una época. Hasta que se comió un filete, seguramente con menos clembuterol que el que yo estoy cenando ahora. Y los gabachos vieron el cielo abierto: no podrían con el en la carretera, pero si podían machacarle en los juzgados.
Alberto Contador ha sido víctima, hoy, de la sentencia más vergonzante de la historia del deporte. La que quiebra el principio de presunción de inocencia. La que admite que no tiene pruebas para condenarle, pero que a pesar de ello le quita el Tour 2010, le impide ganar el de este año y participar en los JJ.OO de Londres y macula su expediente para los restos. Una suspensión de dos años y una condena categórica no hubiera sido tan dolorosa como este "si pero no".
Animo, Alberto. Yo este año no me privo del Chorrillo: me voy a la playa y que se vayan metiendo la farsa en la que han convertido el Tour por donde les quepa. Y que revienten de envidia: podrán descalificar a todos los españoles, Michel Pastini podrá amañar todos los premios futbolístico, pero Iniesta, Gasol, Nadal o tu mismo son lujos con pasaporte español. Y Guillermo Molina, y "Pirri" Abajo, y Edurne Pasabán, y Fernando Alonso, y tantos otros. Con las bombas que tiran los fanfarrones, ya sabes que aqui nos hacemos todos tirabuzones. Que se metan el Tour, el Alpe D`Huez y el Galibier por el Arc do Triumphe. Yo sólo volveré a darles audiencia a estos cernícalos cuando vuelva a competir Alberto Contador, declarado culpable antes de entrar en juicio. Y si es posible, a ganar esa carrerita en la que han convertido, por su pura envidia, la fábrica más hermosa de sueños y gestas de la historia del deporte. Ya se sabe, aquello de la miel para el paladar del asno.
Y si, peco de españolito. ¿Algún problema?.

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