Cierta tienda de ultramarinos en Ceuta lleva, podríamos decir, décadas con la misma decoración. Los productos se renuevan, evidentemente, y siempre que algunos entramos en esa tienda somos atendidos con amabilidad y rapidez. Pero recuerdo una maldad de un viejo amigo: "Esta tienda ha cambiado tan poquito en los últimos años, que el día menos pensado te van a dar un Phoskitos con un cromo de Naranjito".
Valga este simil para definir lo ocurrido durante el pasado congreso del PSOE. Misma decoración si, pero mismo producto, como conclusión del cónclave socialista. La sensación de renovación, del aire fresco tan necesario en cualquier casa, ha quedado para mejor ocasión.
Los socialistas van, sinceramente, con un año de retraso. Este congreso, a la vista de los resultados, debió celebrarse en junio: a fin de cuentas Al P. Rubalcaba lo único que ha conseguido ha sido legitimar el dedazo que le situó en noviembre como rostro de un desastre. Ahora si han hablado las bases, o parte de ellas, y si han respaldado el triunfo del ex vicepresidente en los despachos. Tirando, además, por tierra la teoría de Sin City: al contrario que en la obra maestra de mi admirado Frank Miller, el viejo vive y la niña no sabemos. Y algo ha fallado, si es verdad que Andalucía, Cataluña y Madrid -las tres federaciones más grandes del PSOE- apoyaban a Chacón. O la ex ministra ha sufrido a última hora la puñalada de la tración, cosa bastante habitual por otra parte en este tipo de verbenas, o definitivamente Griñán ya no manda ni en su casa y aparece ahora como presidente del PSOE en un último intento de transmitir unidad en torno a su desgastada figura. Lo que nos deja a Javier Arenas eligiendo su mejor corbata para la toma de posesión más importante de su dilatada vida política.
Claro que Carme Chacón tampoco era la imagen de la renovación propiamente dicha. Es joven, si, pero hay que recordar que de los siete años y medio de Gobierno Zapatero, ella ha estado cuatro sentada en el Consejo de Ministros. Es decir: si el PSOE pretendía pasar página, no lo iba a conseguir de ningún modo. Y todo hace indicar, además, que en la guerra de ex presidentes, Felipe González sigue ganando a un Rodríguez Zapatero al que ya imagino descansando y preparando sus memorias como corresponde a ese peculiar club de jubilados a los 50 que son los antiguos monclovitas.
A los socialistas se les ha olvidado lo más importante: la autocrítica. Es cierto que la crisis financiera que vive el mundo se hubiera llevado por delante a cualquier gobierno. Pero este PSOE no tiene un problema sólo de vendedor; también de marca. Lo más doloroso para los socialistas no es la derrota de noviembre; es la suma también de la escabechina de mayo que les deja con sólo cuatro capitales de provincia, una Andalucía con aroma de cambio, un País Vasco que gobiernan con el apoyo del PP y algunas consejerías en Canarias o Navarra como únicos restos de poder. Es decir, cayeron Extremadura, Aragón o La Mancha; Barcelona, Gijón, Elche, Sevilla o Las Palmas. Los ciudadanos de España, que son más de los 956 delegados del último congreso, necesitan algo más para volver a confiar en un PSOE que no se mueve ni un milímetro del discurso que les llevó a la derrota más humillante sufrida por el partido en democracia. Si: han puesto de encargado al mozo de los recados, el de toda la vida, y le han dado una manita de pintura. Pero siguen ofreciendo el cromo de Naranjito. Memento mori, presidente Rajoy. Ni César tras cruzar el Rubicón atesoró tanto poder como usted, sobre todo sin necesidad de desenvainar la espada: el enemigo está, al parecer, encantado de suicidarse.
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