Recientemente, compartía copas y confidencias con uno de los mejores comunicadores de España. Pero además es amigo, por lo que omitiré su nombre. Y me recordaba como, en sus años mozos, probó suerte como D.J. en el norte. "Eran los años -me decía- en que estaba mal visto que un sureño, que un andaluz dirigiera nada. Ni siquiera la musica de una discoteca".
Efectivamente, el Sur -Andalucía, y mucho más- tuvo mala fama. Uno de los precursores de la radio musical en España reconoció, hace un par de años y en un alarde de generosidad, que en el sur en los últimos 40 años se había hecho "alguna cosita" en el plano musical. Alguna cosita.
Supongo que quienes asocian Sur con incultura y analfabetismo no se han prodigado mucho por estos lares. Ni por su folclore. No han visto a un gitano llamado Enrique Morente vibrando y haciendo vibrar a todo un Leonard Cohen, aflamencando sus besos y versos. No han estado nunca en el lago, cuando el pájaro blanco echaba a volar. Supongo que no se han percatado de que no se pescan por deporte atunes en el paraíso, no han paseado nunca por la mezquita. En el sur nada nuevo ni bueno se hizo: no se estremecieron jamás con la historia de la reina de las mariposas, condenada en la voz de Lole y Manuel -mi paisano- a ser expuesta en un museo de breves bellezas muertas. No distinguirán una amapola que escapó de un pinar ni sabrán que el pensamiento, florecido para recordar males de amores, es rosa lunaria. Y ya que andamos por Sevilla, efectivamente, que bien parece: doña Victoria Eugenia y Alfonso trece.
No han soñado nunca con aquella niña que se escapó de la mano a su madre Andalucía y bajó al mar, ni se han percatado de que Calaña es un segundo Madrid: pasa el ferrocarril, decía El Cabrero, a las tres de la mañana. No sienten nada cuando oyen a Antonio Martín pedir al carcelero que le abra las rejas, a Juan Carlos Aragón describiendo a las modelos y a las mujeres de verdad o a Martínez Ares recordando un mayo cualquiera por la Plaza de España. No. Tampoco han sufrido con un angel malherido como José Luis Figueredo, dignísimo heredero de Jesús de la Rosa. Ni las voces de José Mercé, el gitanillo bueno, o del Camarón, aquel hijo de un herrero por el que la luna bajó a la fragua. Ni de aquella chipionera universal que removía hasta el último rincón del alma cuando su voz se abría como las alas al viento. Ni de Lola, ni de Pastora, ni de Pasión, ni de Estrella. El sur, el de la incultura, es el del polisón de nardos de Lorca o la voz al nivel del mar de Alberti. Sin olvidarnos del camino siempre presto por hacer de Antonio Machado.
Podría seguir. El Sur, más que una comunidad autónoma es una forma de vida, que es mucho más importante. Si compartir nostalgias y vibraciones con esta pandilla, es ser inculto, pues, biba her zú.
Y se escucha la guitarra de César de los Morancos...
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