Una revista satírica de la que me confieso seguidor parodiaba hacía poco la brutalidad policial contra los manifestantes del 15-M. "Cari, ¿dónde están los calzoncillos de dar hostias?", decía un agente de la Policía Nacional con cara de ogro, tras recibir una llamada mientras veía la televisión.
En los últimos meses, la policía ha sufrido un desgaste en su imagen. Ora por la conveniencia política de no desalojar a los indignados, ora por la "brutalidad" a la hora de desalojarlos.
Es cierto que han hecho méritos para caer mal. Estos policías no han tenido mejor cosa que hacer en los últimos meses que procurar que una manifestación de indignados discurriera por el recorrido previamente pactado entre convocantes y Delegación del Gobierno en Madrid. Hábrase visto. Mira que cumplir y hacer cumplir la ley.
No voy a ocultar, antes al contrario, que soy nieto e hijo de policías. Y a mucho orgullo. Como tampoco voy a negar que tengo muchos, y muy buenos amigos, en todos los cuerpos de Seguridad. Y oiga, cuando se quitan el uniforme les gusta estar con sus parejas, tomar un buen vino con sus amigos, jugar con sus hijos. Cualquiera diría que hasta parecen humanos...
Se que hay mucha manzana podrida en esos uniformes; se que siempre están en el punto de mira. Pero poca gente repara en que a veces un juez de inspiración progre o una legislación como la que tenemos en este país tira por tierra el trabajo de muchos días. Que determinados periodistas no tienen temor a reventar una operación policial: lo importante es el titular y vender cincuenta periódicos más mañana. Que la prisa del político por hacerse la foto termina jodiendo la marrana, y que cuando el ministro de Interior de turno da imagen de firmeza en la lucha contra el terrorismo es porque la noche anterior unos cuantos hombres y mujeres se han jugado, literalmente, la vida. Que enseñar un DNI cuando se nos requiere no es una vejación si se nos pide con respeto, sino una obligación. Y que los criticamos y censuramos, pero no dudamos en llamarlos cuando los necesitamos. Que son el colectivo funcionarial más castigado siempre por cualquier Gobierno, pero también el único gremio sin derecho a huelga.
Se también que los padres de Marta del Castillo encontraron consuelo en los brazos de un policía de uniforme el pasado sábado. Y que, mucho me temo, mañana estaremos llorando tres muertes en A Coruña. Dicen que fue una imprudencia, pero da igual. Se que se hubieran jugado el pellejo igual por un imprudente que cuando lo arriesgan por un inmigrante o un naúfrago. Hoy es un mal día. Y quien crea, que rece por ellos, cabría decir.
Despreciar a nuestros cuerpos de seguridad, pues, parece gracioso, molón, guay. Con los calzoncillos de dar hostias y los chistecitos que se queden otros. Yo, y más cuando los héroes se ahogan en A Coruña, me quedo con ellos.