domingo, 10 de enero de 2016

Mas no es el único culpable

Estoy tan cerca de apoyar a cualquier nacionalismo como Salvatore Adamo de ganar la Lámpara Minera de La Unión. Yo también estoy entre los detractores de Artur Mas: una 'rara avis' de esas capaces de ser más fuerte cuanto peor son sus resultados y más desapercibida es su gestión en el día a día. No puedo negar que sentí cualquier sensación lejana a la pena a la hora en que el ya ex president confesaba su derrota y asumía irse a su casa. Devorado, como Victor Frankenstein, por su propio monstruo: pretender que el partido del establishment y los antisistema -los más coherentes en este asunto: conste- casen como parecen hacerlo Zidane y el Bernabéu.
Dicho lo cual, que nadie caiga en el error de simplificar en Mas toda la culpa de lo ocurrido en Cataluña. Ni en mil vidas tendría tanta fuerza, máxime sin ser nacionalista de postín sino viniendo desde los terrenos de la ambigüedad. Como en cualquier relato de mi añorado José Luis Alvite, o trepaba por el muro, o le cosían a balazos en el callejón con un gato negro como único testigo.
No. El (único) culpable no es Mas.
A la hora de repartir porcentajes de culpa, habría que mirar también a Madrid. Si, a Madrid. No comparto el discurso simplista del "Espanya ens roba", que vale como justificación para casi cualquier cosa. El problema es la displicencia, el buenismo y que los dos grandes partidos han odiado más al rival de lo que han querido a España.
Felipe González no dudó en echarse en brazos de Jordi Pujol en 1993. Aznar pasó del "Pujol, enano, habla en castellano" a hablar catalán en la intimidad en menos de 24 horas. Zapatero aceptó "todo lo que me diga el Parlament" sin reparar en el precedente de subordinar el Congreso nacional a un Parlamento autonómico y Rajoy echó gasolina al incendio con la recogida de firmas en contra del Estatut de 2006. Unámosle una crisis sin precedentes -cuando cae la cartera, siempre sube la bandera- y tenemos el caldo de cultivo perfecto para lo que ocurre al otro lado del Ebro. Y la inédita altura de Estado de Pedro Sánchez no ayuda: pretender armar un Gobierno perdiendo un millón y medio de votos y 20 escaños con respecto al peor resultado de la historia de su partido da idea de que se encuentra en el mismo callejón que Mas.
No, el ex president no es el único culpable.Y soy consciente de que este es el mismo análisis que hacen Pablo  Iglesias o Iñigo Errejón. Me alegro por ellos. 

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