El de anoche no entrará en la historia del carnaval por ser el concurso más pasional qué se recuerde. Un público frío, con muchas ausencias -empezando por la clase política, excepción hecha de Mabel Deu y Rocío Salcedo- y qué tardo en caldearse. En cuanto a las agrupaciones, obviamente me alegro por el triunfo de Los pequeños Nicolás. Para mi, febrero es igual a O'Donnell, a chavales que queríamos comernos el mundo en aquellas interminables verbenas o en esos ensayos en un cuartillito a la espalda de Santiago Apostol. Veo, ciertamente, mejoras en los grupos femeninos y la comparsa Los qué se vienen parriba cumple y gana. Me gustó el cuarteto y en cuanto a las agrupaciones foráneas, bienvenidas y hasta el próximo año. Independientemente de los chistes excesivamente bordes de alguna de ellas, espero qué cuando vuelva a haber suficientes grupos de Ceuta no se les cierre de nuevo las puertas. Gracias por venir y hasta la próxima.
Visto lo visto, uno podría caer en los brazos del derrotismo. O plantear y repetir soluciones de las qué anoche se hablaban. De entrada, el concurso no puede volver a ser el coto sin vallado que fue en algún momento en el 7 Colinas: aquellas escenas de gente entrando con termos de café y bocadillos en el público y tipos de pie sobre los asientos no se deben volver a repetir. Dicho esto, no es de recibo qué tengamos que enseñar la entrada, el DNI o la credencial cada cinco minutos.
Si: echo de menos aquel Instituto. Esas noches donde sabías qué el mejor tiempo de espera al jurado era en la cafetería, entre guitarras, chistes y golpes de nudillos. Esa era la verdadera magia del carnaval. Creo que cometemos un error olvidando el auditorio del IES y centrándolo todo en el Revellín. Sea un tenor de prestigio o una función escolar de fin de curso.
Lo de las entradas vuelve a ser lo mismo de siempre: gente que sólo escucha a los suyos, y así nos va. De todos modos, no estuvo mal lo de la venta de internet, puesto qué ahora sabemos qué no funciona. Antes era, simplemente, especular.
Urge, como diría Luis Aragonés, una sentada. No ahora en la barra de algún bar, sino dentro de unos meses y con tranquilidad. El carnaval de Ceuta no puede empecinarse en ir paralelo al Falla ni durar mes y medio entre concursos previos, ensayos generales, mejillonás, concursos, cabalgatas y actos de final. Jueves tarde concurso infantil, pregón; viernes concurso de agrupaciones, sábado cabalgata y domingo entierro de la caballa. Una semana después de la final gaditana. No es tan difícil. Cómo tampoco desprendernos de ciertos complejos: anoche se escuchó un "CAI" entre el público. Ignoraba qué estuviésemos viendo un partido de baloncesto y que el equipo de Joaquín Martín tuviese aficionados tan pasionales en Ceuta...
De lo qué si me alegré es de la elección de los tres homenajeados. En Javi Salas y José Manuel Martínez no sólo tengo a buenos carnavaleros, sino también a amigos. Y del otro ¿qué decir?. En un rincón del alma, guardo aquellos cafés improvisados con Demis Roussos poniendo el fondo músical a conversaciones sobre Barbate, El Puerto de Santa María, la guitarra cordobesa o las obras de Paco Alba. Y ese café siempre acababa a las tantas de la noche, tras horas y horas de magisterio carnavalesco . El carnaval es tan insondable, a veces tan absurdo e injusto, qué a mi me dio el honor de un pregón y a Jerónimo Romero sólo una Caballla de oro....
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