No soy licenciado en Periodismo. Y no voy a abrir el debate sobre si eso es mejor o peor; he conocido grandes periodistas y auténticos fraudes con y sin título. Pero si alguna vez -improbable- diera clase, no aburriría a mis alumnos con el Martínez Albertos o la pirámide invertida. Quizá sería más productivo para ellos y, sobre todo, para la sociedad, hacerles partícipes de una serie de frases, de mantras, de conceptos que deben tener claros.
Uno de ellos sería la información sobre la enfermedad mental y la estigmatización sobre los lugares en los que ocurren tragedias. A veces, y el caso del cabrón de Oslo es un ejemplo, se tiende a preguntar si cuando alguien perpetra una masacre tenía algún tipo de trastorno. No. A veces el mal es así porque se viene con el de serie. Conozco a unos cuantos esquizofrénicos y bipolares: garantizo que son gente encantadora. Y cuando hay un enfermo mental de por medio, es cuando tenemos que replantearnos muchas cosas. Quizá venderíamos cincuenta periódicos menos al día siguiente, pero sería más correcto si en los titulares especificaramos si el trastornado en cuestión sabía que lo estaba, si tomaba el tratamiento, si lo sabían sus familiares y, esto es tan desgarrador como común, si sus familiares disfrazaban de depresión la vergüenza de tener un "niño tonto".
Estigmatización de colectivos, pero también de lugares. Ayer, en Colorado (Estados Unidos) un grupo de gente se disponía a hacer lo mismo que yo hice a medio mundo de distancia: quedar para ver la tercera entrega del Batman de Nolan. En Colorado, en Ceuta, en Bratislava, en Londres: miles de personas pagando una entrada de cine para evadirse un par de horas y disfrutar de una, por cierto, magistral película. Ocurrió en Colorado, en una peli de superhéroes, pero podría haber ocurrido en El Escorial, Florencia o Le Havre viendo Blancanieves: alguien entra con un rifle y mata a doce personas.
Y en los foros, donde no hace falta más máscara que la del anonimato, no han faltado ya los ataques a Estados Unidos. Que si la sociedad violenta, que si están todos locos, que si los rifles. Cabría preguntarse que pasaría en España si todo el mundo tuviese acceso a un arma.
A los norteamericanos no les perdonamos nada. Les echamos la culpa de todo. Sin embargo, que bueno están el Marlboro, la Coca Cola y el Jack Daniels. O los Donuts con chocolate y el McDonalds. Nos están invadiendo, son el imperio del mal, pero nos falta tiempo para ver la NBA porque nos llena de orgullo ver a españolitos jugando allí. Y el cine francés no llena salas en España, por ejemplo.
Sinceramente, se que han hecho cosas reprobables. Como todos los países: ellos con la Escuela de las Américas, pero Francia siempre tendrá la conciencia sucia por haber provocado en Ruanda el mayor genocidio desde la II Guerra Mundial. Una Guerra que Europa ganó, se quiera o no, gracias al concurso de los norteamericanos y a la determinación de hombres como Eisenhower o Patton. Si, tienen muchos defectos, pero también nos llegan algunas de las más evocadoras historias de cambios sociales desde el otro lado del Atlántico. Y si, el paleto norteamericano existe. Son gente normal y corriente, como usted y yo, que van al trabajo, pagan la hipoteca y les gusta divertirse. Merecen más respeto que el de unos cuantos chistes bordes escondidos bajo la cobardía de un nick en muchos foros.
PD: Se como se llama el asesino de Noruega. Pero permítanme que no contribuya a su leyenda mencionando su nombre.
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