miércoles, 19 de octubre de 2011

Mourinho no es el culpable

Tras un periodo de transición, el Real Madrid había vuelto a ser campeón de Europa. Fue en Bruselas, la bella y fría capital belga, con el Partizán como testigo privilegiado de una leyenda que iba creciendo a base de Copas de Europa. La sexta caía en 1966. Pocos podían imaginar que sería la última en 32 años o la última en vida de Santiago Bernabéu. El cocinero de aquel hotel hizo, como homenaje al campeón continental, una tortilla de patatas. Belga haciendo tortilla de papas. Un desastre.
Cuentan que uno de los porteros empezó a hacer chistes y bromas sobre la tortilla. Hasta que, en plena celebración, cayó una "santiaguina". El chef, vino a decir el viejo presidente, quiso homenajear a España con ese gesto. Y de un trabajador que quería homenajear al país, no se reía nadie en el nombre del Real Madrid. Conclusión: propina al cocinero y despido al portero.
Por detalles como ese, y por mil más de sangre, barro y entrega, el Real Madrid es el mejor club de la historia. En cosas como estas se encuentran los principios del madridismo, los valores y principios que han hecho del blanco un club mejor y distinto: respeto, humildad, cercanía, decencia...
En los últimos dos años, José Mourinho es el entrenador del Real Madrid. Un auténtico lujo: posiblemente el mejor entrenador de la última década con permiso de Pep Guardiola y el eterno Alex Ferguson. El tipo al que cualquiera quisieramos contratar para nuestro equipo.
Un tipo que, dicen, mina el prestigio del Madrid y genera odios hacia los blancos cada vez que abre la boca. No. Mourinho no es el culpable. Mourinho es así. Es el mismo Mourinho de su época en el Barça, del Porto, del Chelsea, del Inter.
El que tendría que haberlo entendido, conociendo los precedentes, es Florentino Pérez. El si sabe lo que es el Real Madrid. Y el sabía quien era Mourinho antes de contratarle. El ha autorizado despidos de técnicos de la casa practicamente porque no vestían de Armani. Que nadie mire al banquillo si del Madrid de los valores y principios no queda más que el nombre. El culpable está en el palco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario