lunes, 26 de noviembre de 2012

Carta abierta a un fracasado

Editorial -con leves modificaciones- del programa "Ceuta en la Onda" correspondiente al lunes 26-11-12, que cada día presento y dirijo en Onda Cero Ceuta, entre las 12.30 y las 13.45. 101.4 de la FM y www.ondacero.es/directo/ceuta


Muy señor mío:
Nos ha tenido usted, presidente Artur Mas, con el alma en vilo a los que amamos este imperfecto país durante los últimos meses. Este país en el que a algunos no nos sobra nadie, porque entendemos que en el matiz y la diferencia no tiene por qué estar la división, sino el encanto. A los que conocemos su región, por mil causas, y hemos aprendido a quererla y admirarla. Gracias a usted, molt honorable, hemos sentido el escalofrío de la balcanización de España; su discurso mesiánico, victimista y demagógico nos ha recordado, en algunos de sus tramos, al que hace veinte años también pronunció alguien en Europa. Se llamaba Slobodan Milosevic.
Ha buscado usted, por su incompetencia manifiesta para gobernar, el enfrentamiento entre Cataluña y España, sin reparar en las tensiones personales que generaría Su Excelencia entre los millones de ciudadanos que conviven unos con otros; catalanes y charnegos, de derechas o de izquierdas, de tres generaciones o llegados en los sesenta. Le ha dado, absolutamente, igual; sólo importaba su mayoría absoluta. Han hecho ustedes el más espantoso de los ridículos, como pedir a la Unión Europea que amparase a Cataluña ante posibles ataques aéreos de España –como si esto fuera Chechenia-, y se ha intentado apoderar de un sentimiento que le era ajeno, como el del independentismo. Con la fe del converso, Mas el ambiguo intentó manipular a mas de dos millones de personas, envolviéndolas en una bandera y unas consignas para ocultar una cruda realidad: que cierra usted con elecciones el año que empezó cerrando quirófanos.
No le conozco, president, personalmente y créame si le digo que no tengo mucho interés por hacerlo. Pero permítame que hoy me alegre de su espantoso papel, de su derrota sin paliativos, de su ridículo político y personal para los anales de la historia: empezó pidiendo una mayoría excepcional, para luego decir que con lo que tenía se conformaba. Finalmente, doce escaños menos.
No me preocupa el ascenso de Esquerra Republicana de Cataluña; es un partido de grandes subidas y bajadas, coherente –se quiera o no- con su discurso identitario; en épocas de tensión como la que usted ha generado crece y en momentos de sosiego pierde efectivos. Como el PP en Cataluña o como Ciudadanos o CUP, un partido que algunos, hasta anoche, ni siquiera sabíamos que existía: si todo lo condiciona usted al tema único, cuando usted y su partido han llegado a afirmar que la esperanza de vida aumentaría en un 5% en una Cataluña con estado propio, no se extrañe que los partidos con un discurso más contundente en materia de identidad le coman a usted terreno por un lado y por otro. Si me apura, es hasta justo que suban partidos con más trienios y tradición de independentismo que un advenedizo como usted.
Pero lo peor no lo pasó Su Señoría anoche, president. Lo peor le viene ahora: pactar con “esos” de Esquerra de los que usted y los suyos han huido tradicionalmente como de la peste y que ahora son sus únicos aliados posibles en el camino a la independencia o pactar con el PP, que es el que gobierna en Madrid y, por tanto, tiene la pela. Ahora llega la hora de hacer lo que usted no quería: mojarse. En el pecado, lleva pues la penitencia.
Cuando de la identidad se hace programa, y del programa exclusión al que no piensa como uno, el político de turno termina siempre pegándose el batacazo. El “yo soy Cataluña”, como muchos ejemplos de “Yo soy Ceuta”, “Yo soy España” o “Yo soy la convivencia” – y el que no me vote no es catalán, no ama a Ceuta, no es español o es un racista-, tarde o temprano tiene el mismo final: la boca sobre la arena, y la amargura y el rencor por todo sentimiento. En la tierra de Antonio Escobar, aquel dignísimo y ejemplar guardia civil con mando en Barcelona que pagó con su vida cuadrarse delante del presidente Companys el 18 de julio, sabemos algo de eso. Y es por ello por lo que muchos celebramos su ingreso en el club de los cadáveres políticos.

Un saludo, president.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Espías y traidores

La palabra espía, necesariamente, no tiene por qué tener la connotación tan negativa que en principio nos sugiere. Desde que el hombre está en el mundo, siempre ha querido saber que pensaba el de al lado, el de la tribu rival, el del país vecino. El espionaje es el músculo del Estado, queramos o no.
Ha caído en mis manos, merced a una gentileza de su autor, el libro "Espías y traidores", de Fernando Rueda. Menciona a los 25 mejores dobles agentes de la historia, cinco de los cuales eran españoles. Posiblemente, si habláramos de los mejores espías de todos los tiempos la "cuota nacional" se ampliaría al menos en dos: Domingo Badía "Ali Bey", primer occidental en entrar en La Meca, y mi paisana Africa De las Heras Gavilán "Patria", mujer bellísima y con una participación capital, por ejemplo, en el asesinato de Leon Trotsky en Méjico. Juan Puyol "Garbo" -acaso el español más influyente de la pasada centuria- figura, con honores y en páginas centrales, en el libro de Rueda.
La historia de algunos -como la de Robert Hansen- es deleznable; traicionar sentimientos y pasaportes por una cuestión del vil metal o de ego. Pero hay historias verdaderamente conmovedoras; de amor, de gente que quería acabar con el comunismo por puro ideal y sin más ambición material que maderas para practicar esa carpintería que tanto les relajaba, de gente que supo sacrificarse y a la que hoy generaciones enteras de demócratas empezamos a descubrir y admirar.
Hay algunos que aún están con nosotros, y que aún sienten el sudor frío cuando escuchan pasos detrás suya. No quiero ni pensar que habrá sido de quien seññalara a los norteamericanos el lugar donde se escondía Osama Bin Laden, por ejemplo, ni que sería de algunos infiltrados en la Mafia si se descubriera quien pegó el chivatazo en las detenciones de Bernardo Provenzano o Totó Riina.
La labor del espía, silenciosa y callada, debe ser ingrata. El ver como hay gente que se pone una medalla a costa de su pellejo. La amargura de saber que se irán al otro lado y nadie les dará una placa. En los últimos años, hemos vivido el desmantelamiento de la mayor pesadilla colectiva de este país en medio siglo. A algunos dobles espías, traidores, les estaremos siempre eternamente agradecidos. Algún día, Mikel Lejarza "Lobo", y sólo Dios sabe cuantos como el, tendrán el reconocimiento debido...