Si Josep Lluís Núñez fuera presidente del Barça, este bético hoy cantaría los goles culés. No tengo ninguna admiración especial por el personaje -antes al contrario-, pero al menos supo mantener al club en la asepsia política. En los valores de transversalidad y universalismo -si del sur o del norte-, de hermandad que consagra el himno.
El F.C. Barcelona ha vivido en los últimos años los mejores momentos de su trayectoria deportiva. Inconmensurable, imperial en lo futbolístico. Indiscutible. Pero ello ha coincidido con unos directivos que han convertido al club culé en una enorme plataforma política, en un cómplice más o menos ambiguo de determinadas tendencias partidistas. No voy a entrar a juzgar esas tendencias: cada cual es mayorcito y con tanto hablar del problema, solo parece que la torpeza del Gobierno pueda ser mayor que la pitada al himno.
Pero el Barça no puede quejarse si cada vez se le identifica más con un ideario que es común a una parte -no al todo- de su masa social. Alguien que hubiera querido mantener al club al margen de cuestiones políticas no hubiera permitido que el Camp Nou acogiese actos deliberadamente independentistas. O ver a los cuatro precandidatos a la presidencia del Barça apoyando el plan de Junts per Si. Una jugada que, esta vez si, une a casi todo el mundo: desde el PP hasta las CUP pasando por el culé de Jerez, Segovia o Melilla. Todos, indirectamente, menospreciados por su propia directiva.
Se que la política es el mal que corroe los palcos. Como en los circos romanos, alianzas y traiciones están a la orden del día en la zona noble de los estadios. En un fútbol en el que mandan más los fondos de inversión que las tácticas de los entrenadores, no quiero obviar tampoco que casualmente las empresas del jeque del Bernabéu construyen allá donde juega o ficha algún crack local.
Pero si la directiva del Barça se empeña en traicionar sus propios valores, no es mi problema. Partiendo de la base de que un nacionalismo no se combate con otro, durante un par de horas aquí estoy contigo, Sevilla. Como el bolero, solamente una vez.