Conozco a Reduan Fadel desde antes que nacieran muchos de los que hoy son sus jugadores. Me tocó sufrirlo a mediados de los noventa como defensor: daba igual si jugaban al contragolpe atacaban en estático, si los marcabas en zona o individualmente. Sabías que enfrentarte al C.B. Ceuta, era una aventura de incierto final porque Reduan siempre iba a hacer alguna de las suyas. E interiorizabas que aquel sujeto, además de que siempre iba a llegar un segundo antes que tu a cualquier balón, se iba a colgar del aro en tu cara esbozando media sonrisa. En aquella liga, ganamos con el Lope de Vega, pero el "loco" que saltaba desde donde menos te lo esperabas nos hizo pasar las de Caín en semifinales. Antes de que alguien piense que me las estoy dando de vieja gloria, que quede clara una cosa: afortunadamente para el Lope, yo era suplente.
La familia que entonces era el baloncesto ceutí se exterminó. Hubo alguna meritoria experiencia de la U.A. Ceutí en Liga Andaluza, pero entre el aburrimiento de algunos y ese Talón de Aquiles que siempre ha sido para el deporte ceutí la Universidad -o falta de la misma- desapareció la Liga Senior, toda representación en categoría nacional y aquello se quedó para pachangas de amigos en los llanos de la Marina y mucho trabajo en la base. Pero el loco que se colgaba del aro ni tiró la toalla ni se iba a quedar de brazos cruzados.
Nació entonces el C.B. Juventud. Un club que apenas alcanza los cinco años de vida, pero que lleva tres de ellos representando a Ceuta en la Delegación Gaditana de baloncesto. Con resultados que hablan por si solos: tres play off por el título, con dos campeonatos y un segundo puesto. Y con la llama del baloncesto otra vez encendida, gracias al trabajo silente y paciente de Fadel y los suyos. Y de sentido común: cuando el San Agustín decidió que su equipo cadete desapareciera, se dejaron de un lado los personalismos y Juanma Delgado, tras toda una vida al principio de Antíoco, no tuvo ningún problema en llevar jugadores y aficionados al Juventud.
La mezcla, evidentemente, era buena. Y hoy se ha vuelto a demostrar: un nuevo título, con un pabellón prácticamente lleno y un buen ambiente de camaradería y deportividad. Y tres equipos venidos de fuera, tres aficiones, animosas y entregadas. Tres aficiones que debían sumar, más o menos, 200 personas. Lástima que las semifinales y final se hayan disputado en un sólo día, porque hemos dejado escapar a 200 personas durmiendo, comiendo, cenando, desayunando, comprando, etc. Vamos, lo que se llama turismo.
La historia ha tenido final feliz: un precioso partido ante un dignísimo rival acaba con el Juventud como campeón. No importa que la casualidad haya querido tristemente que la agenda de todos y cada uno de los 25 diputados de la Asamblea estuviera hoy tan llena como el Pabellón y que hubiera apenas una tímida representación de la Federación. Da igual que, según me cuenta mi enano infiltrado, los padres de los jugadores hayan tenido que hacer un esfuerzo económico para que la final se disputase en Ceuta. Nada importa que hace un par de años, cuando se cometió la injusticia de dejarlos sin ascender a la máxima categoría juvenil "porque no eran andaluces" se quedaran más solos que Robinson Crusoe. Tengo la sensación de que gracias a gente como Fadel o Delgado, pero también de Osman, Javier Martí, José María Alba, Jorge Sánchez y tantos otros que seguro me dejo en el tintero, esto no ha hecho más que empezar. Aunque los vean como un deporte insignificante y minoritario en nuestra ciudad y en conclusión de cuatro locos, no hay problema. El principal de ellos, como todos los que le acompañan, sabe lo que se trae entre manos y lleva toda la vida colgándose del aro. Y, siempre, con media sonrisa.